Lecturas
En Cuba, desde niños, nos es familiar el apellido Sanguily. Julio y Manuel son figuras que se insertaron para siempre en la historia patria. Julio, mayor general del Ejército Libertador en la Guerra de los Diez Años, unió de manera insoluble su nombre al de Ignacio Agramonte por aquella hazaña de su rescate. Manuel, coronel de la contienda por la independencia, es un nombre emblemático del periodismo y la oratoria en la Isla.
Pero hay un Sanguily más, hermano mayor de los mencionados, Guillermo, quien salió de La Habana con 21 años de edad, se radicó en Boston, fue marinero y sobrevivió al naufragio del barco estadounidense General Grant, el pecio más buscado de la historia, que se hundió frente a las Islas Auckland el 14 de mayo de 1866 con un impresionante cargamento de oro a bordo, y junto con otros sobrevivientes —18 hombres y una mujer— permaneció durante largos meses en una isla desierta en la que, víctima de la disentería y el escorbuto, subsistió, en lo esencial, con carne de foca y mejillones, hasta que fue rescatado por un barco ballenero y llevado a Nueva Zelanda. El 26 de enero de 1868, arribó a Melbourne, de donde, con destino a Londres, había zarpado el 4 de mayo de 1866. Nunca más regresó a Cuba. Los tres hermanos nunca volvieron a reunirse.
Ser cubano e inmigrante es muy normal en estos tiempos, pero asentarse en Australia en el siglo XIX no parece haber estado en los planes de ningún coterráneo. Poco se sabía de ese compatriota hasta que Taimí Antigua Lorenzo, escritora y periodista cubana asentada en Canadá, publicara su libro William Sanguily, primer cubano en Australia; Historia de un naufragio, con el sello de Alexandria Library, de Miami, un acercamiento biográfico al personaje, y un vívido y apasionante relato del hundimiento del General Grant, cuyos restos nunca fueron encontrados, con su cargamento: la mayor cantidad de oro perdido en la historia de todos los naufragios. Por eso, además del retrato del hombre, Taimí Antigua escribió un libro de aventuras.
Esa embarcación de madera, con 83 pasajeros y tripulantes, transportaba en su viaje hacia la muerte un cargamento de lanas y pieles, 2 576 onzas de oro declaradas y nueve toneladas de estrato de zinc, que se supone que era oro en realidad. No se descarta que llevara oro no declarado, sin contar el que pudiesen portar escondidos sus pasajeros, en su mayoría mineros que regresaban a Inglaterra luego de una larga estancia en Australia.
Las inhóspitas Islas Auckland han sido escenario de al menos diez naufragios. El mar es tan violento en esa área geográfica que muy pocas personas han sobrevivido a los desastres. Lo que de ellos quedó está —por lo general— enterrado debajo de toneladas de piedras que son arrastradas hasta allí durante las tormentas, escribe Taimí Antigua. Precisa: el Gobierno de Nueva Zelanda ha declarado la zona prohibida a fin de evitar posibles exploradores y ahorrarles un desastroso final.
Añade la autora que 19 expediciones de diferentes países han ido en busca de la embarcación. La primera, en 1868; la más reciente, en 2008. A pesar de ir equipadas las últimas con alta tecnología para la exploración del lecho marino, nunca han podido dar con el sitio exacto donde yace el General Grant. Hasta la fecha todas han sido infructuosas. Algunos científicos han llegado a pensar que la constante erosión de los riscos que forman el paisaje de las Islas Auckland y el mal tiempo predominante en esa área han podido mover el barco del lugar original del hundimiento (dentro de una caverna). Incluso, se ha llegado a decir que el barco sí fue encontrado y saqueado en secreto. ¿Será así?
La investigación de Taimí Antigua Lorenzo es fruto de su habilidad y presteza para operar con la llamada teoría del hueco, es decir, llenar lo que no se conoce y puede interesar. Confiesa ella en la introducción de su libro que en una muy fría mañana en Sudbury, una ciudad del noroeste de Ontario, transmitían por TV una entrevista con este escribidor, que mencionó la existencia de un cubano mulato que fue alcalde de París, y de otro cubano, hermano de los Sanguily mambises, que lo fue de Sidney, en Australia, a fines del siglo XIX. «Inmediatamente algo estalló en mi cerebro y ese mismo día comencé a investigar en internet… Ciro Bianchi Ross encendió el mechero de mi curiosidad».
Guillermo (William) era hermano por parte de madre de Julio y Manuel. En su partida de bautismo asentada en la iglesia de Monserrate consignó el sacerdote José Blanes que el martes 12 de marzo de 1844 «bauticé y puse los Santos óleos, a un niño que nació hace cuatro meses, hijo de padre no conocido, y de doña María Garrite… y puse por nombre Guillermo, José, fue su padrino don Guillermo Mordoch».
La investigadora sugiere que su padre fue William Murdoch (no Mordoch). No existen registros del matrimonio de este con María o Marie. Aunque, expresa Taimí Antigua, es posible que se casaran en Inglaterra y por la iglesia Anglicana, lo que no era reconocido por la Católica. Por otra parte, dice la autora, tampoco existen registros del matrimonio de Marie con el padre de Julio y Manuel. No se sabe si se conocieron en La Habana o en Europa. Añadamos que Guillermo, que nació cuando la madre tenía 16 años de edad, daba por nombre el de William Murdoch Sanguily Garrite.
Parece que el padre de Julio y Manuel trató siempre a Guillermo con cierto recelo. Él atribuía esa prevención a la firmeza que quería inculcarle por ser el mayor de los hermanos, aunque siempre creyó que una sombra oscura pesaba sobre su nacimiento. Pese a eso ayudaba a diario al padrastro en su negocio.
El padre de Julio y Manuel falleció en 1850, en el Cerro. Cuatro años después fallece la madre en Neptuno, esquina a Consulado.
Ya para entonces, Murdoch se había llevado a Guillermo a vivir y a estudiar en Boston. Parece haber sido una petición de la madre, que le confió la suerte del muchacho, quien tendría entonces 14 años de edad. Matriculó allí, apunta Taimí, en una escuela pública que acogía hijos de trabajadores y en la que impartían Inglés, Navegación, Geografía, Lógica y Cívica, y hacía énfasis en la enseñanza de las Matemáticas. A esas alturas, ya «el aventurero y bienaventurado muchacho delgaducho y solitario» hablaba con fluidez el inglés, que aprendiera con su madre, nacida en Inglaterra o en Irlanda, y también el francés que le transmitió el padrastro. Se enroló al fin en la Marina y, con la esperanza de un futuro mejor, se alistó en el General Grant, que haría su segundo viaje interoceánico.
Tras el naufragio, William Murdoch Sanguily Garrite vivió un tiempo en Nueva Zelanda. Regresó a Australia y viajó a Estados Unidos, donde, en Filadelfia, contrajo matrimonio con una muchacha a la que había conocido en sus días de estudiante. Corría ya el año 1872 y, de nuevo en Australia, trabajó en lo que pudo hasta que fundó una compañía de carruajes para pasajeros. Nunca fue alcalde de Sidney, como se ha dicho: si acaso concejal, dice Taimí Antigua. Tuvo cinco hijos; uno de ellos trabajó durante 50 años como ordenanza en el Ayuntamiento de esa ciudad, y quizá sea eso lo que dio pie a la confusión.
Murió el 6 de mayo de 1909 y está enterrado en Sidney. Su esposa falleció en 1926.
Se desconoce si Julio y Manuel conocieron del naufragio en que se vio involucrado su hermano. En 1906, durante una estancia en Londres, uno de los hijos de William supo por un periódico de la muerte del mayor general Julio Sanguily y, por lo peculiar del apellido, concluyó que era uno de los hermanos de su padre. Escribió a La Habana, pudo confirmarlo y estableció, durante breve tiempo, relaciones con su tío Manuel, entonces senador de la República.
La familia volvió a encontrarse en 1956. Se inauguraban los Juegos Olímpicos de Melbourne, y dos muchachas australianas que presenciaban el desfile supusieron que aquel Manolito Sanguily, nadador que portaba la bandera de la delegación cubana, era su pariente lejano. Lo era, en efecto.
En 2012, dos tataranietos de William Sanguily vinieron a La Habana. Visitaron la casa familiar de la calle Obrapía y la iglesia en la que se bautizó su antepasado. Conversaron con el historiador Eduardo Torres Cuevas y tuvieron la suerte de coincidir con Eusebio Leal, un 10 de octubre, en la Plaza de Armas.
Hay muchos médicos entre los descendientes de William Murdoch Sanguily Garrite. Ninguno ha sido marinero.