Lecturas
Apenas tiene 25 años de edad y la revista Bohemia, de La Habana, lo incluye ya entre las figuras relevantes y polémicas de 1956, al lado de Fidel Castro y junto a Nehru, Nasser, el presidente Tito, Nikita Jruschov y el poeta español Juan Ramón Jiménez, ganador del premio Nobel de ese año.
En la nota que calza su caricatura, escribe el redactor de la página: «…para el presidente de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) ha sido un año de luchas y persecuciones. Su nombre ha estado permanentemente en todos los informes policiales. Participó en los congresos estudiantiles de Chile y Ceilán. En el camino de regreso a Cuba, hizo escala en México, suscribiendo el pacto revolucionario con Fidel Castro. Las Pascuas lo encuentran sumergido en la clandestinidad».
Pocas semanas después llega a Cuba el periodista norteamericano Herbert Matthews, editorialista de The New York Times. Sube a la Sierra Maestra, entrevista a Fidel y confirma de manera sensacional que el jefe rebelde vive y que la guerrilla opera en las montañas, lo que desmiente lo que la dictadura batistiana asegura el respecto.
Vuelve Matthews a La Habana y «a través de contactos clandestinos me fue posible reunirme secretamente con cinco miembros del Directorio, incluyendo a su líder José Antonio Echeverría, el cual es el más buscado de todos por la policía y, por lo tanto, tiene considerable fama en estos momentos en Cuba».
Precisa Matthews que el jefe del Directorio Revolucionario ha estado huyendo de la policía por muchas semanas, hasta ahora con éxito. Las autoridades lo acusan de complicidad con Fidel Castro, con el que firmó un pacto, la llamada Carta de México.
«Sus amigos lo llaman El Gordo, pero él en realidad es solamente de fuerte complexión, fresco, apuesto, con pelo ondeado prematuramente pintado de canas. Tiene 24 años y es estudiante de Arquitectura.
«El señor Echeverría dijo que los estudiantes estaban activos en la resistencia, lo cual puede decir o no que estaban tomando parte en la colocación de las bombas y en los sabotajes. Los estudiantes, dijo, se unirán a un movimiento serio de resistencia, pero, mientras, esperan la oportunidad de salir a la calle y unirse a la revolución, si se produce. Acepta que no están en posición de iniciarla».
Se extiende el periodista en consideraciones sobre el Directorio y dice que tiene el sólido apoyo de la masa estudiantil y que no busca un interés particular en la lucha. Finaliza la entrevista: «Su conversación estaba llena de frases tales como: “Los estudiantes cubanos nunca han temido a la muerte; estamos acostumbrados a la lucha clandestina”».
Y concluye Matthews: «Esto es cierto».
Apenas 15 días después de la publicación de esta entrevista José Antonio Echeverría, presidente de la FEU y jefe del Directorio Revolucionario, estaba muerto. El 13 de marzo de 1957, a las 3:20 de la tarde, el Directorio asalta el Palacio Presidencial con el fin de dar muerte a Fulgencio Batista y José Antonio lee por radio una vibrante alocución al pueblo, que no llega a escucharse en su totalidad, en que da por segura la muerte del dictador. Al regresar a la universidad es ultimado a balazos, junto a los muros de esa casa de altos estudios, en un enfrentamiento casual y totalmente evitable con la policía.
Ese mismo día, en lo que se considera su testamento político, había escrito:
«Nuestro compromiso con el pueblo de Cuba quedó fijado en la Carta de México, que unió a la juventud en una conducta y una actuación. Pero las circunstancias necesarias para que la parte estudiantil realizara el papel a ella asignado no se dieron oportunamente, obligándonos a aplazar el cumplimiento de nuestro compromiso. Creemos que ha llegado el momento de cumplirlo. Confiamos en que la pureza de nuestra intención nos traiga el favor de Dios para lograr el imperio de la justicia en nuestra Patria.
«Si caemos, que nuestra sangre señale el camino de la libertad…».
Hoy, 16 de julio, José Antonio Jesús del Carmen Echeverría Bianchi estaría cumpliendo 91 años. Nació en la ciudad de Cárdenas, provincia de Matanzas, y fue el primero de los cuatro hijos del matrimonio de Antonio y Concepción, una familia de holgada posición económica que, por línea materna, podía exhibir un papel activo y destacado en la lucha contra el colonialismo español y en la que además sobresalía un tío que alcanzó el grado de Mayor en el Ejército Rojo y que por su participación en la Gran Guerra Patria mereció 11 condecoraciones.
Inicia estudios en el Colegio Champagnat, de los Hermanos Maristas, y cursa el Bachillerato en el Instituto de Segunda Enseñanza de su ciudad natal. Hace deportes, participa en competencias deportivas, escribe, pinta, gusta de las excursiones… Sus calificaciones son excelentes. En septiembre de 1950 matricula en la Facultad de Arquitectura de la Universidad de La Habana y es elegido, ya en primer año, delegado de asignatura.
Su inteligencia, su vocación de entrega y su voluntad de servicio lo hacen ascender de manera meteórica en la dirigencia de la FEU. En febrero de 1954 lo eligen secretario general de esa organización y preside la Asociación de la Escuela de Arquitectura. En septiembre del mismo año ocupa, por sustitución reglamentaria, la presidencia de la FEU, y en abril del año siguiente es electo en propiedad para ese cargo, en el que se le relige en julio de 1956.
Antes, el 24 de febrero, anuncia mediante una carta abierta al pueblo de Cuba la creación del Directorio Revolucionario, brazo armado de la FEU, un organismo que aglutina a estudiantes, obreros y sectores revolucionarios, con el que la FEU, cuyo frente principal fue la lucha política, llevaría su accionar al enfrentamiento armado.
Dice esa carta abierta en su párrafo final: «La FEU, a través del Directorio Revolucionario, fija ante la historia su postura independiente y su misión coordinadora, y llama al pueblo, a los equipos y jefes revolucionarios y a las vanguardias obreras y estudiantiles, a juntarse por deber a los hambreados y los oprimidos, por compromiso para con los muertos sacrosantos de la Patria, en el trabajo incansable, el heroísmo fecundo y en sacrificio desinteresado, que no lejana ha de estar la libertad y la justicia en la que nazca la República nueva».
Las preocupaciones de Echeverría sobrepasan con mucho el marco universitario. Sin dejar de ser el dirigente estudiantil, madura como dirigente nacional. Cuba le duele y va a preocuparse por el proyecto del Canal Vía Cuba, que hubiera partido la Isla al medio, la situación económica de la nación, el presente y el futuro de la arquitectura en la Isla, la situación de Fidel y los moncadistas en México, el aumento de las tarifas telefónicas… Hito medular de su pensamiento es el discurso «Contra las dictaduras de América», expresión de su posición latinoamericanista.
A lo largo de su trayectoria como dirigente político, Echeverría fue detenido incontables veces. Durante sus choques con las fuerzas represivas de la dictadura, sufrió numerosas lesiones en la cabeza, que llegaron a ser una seria amenaza para su salud. Solo en 1955 fue herido tres veces, y seis veces, de gravedad, en toda su trayectoria como líder estudiantil.
Hay fotos patéticas de esas golpizas. En una de ellas, un agente represivo, con cara satisfecha y aire de vencedor, golpea a José Antonio en el estadio del Cerro, sin importarle que está siendo televisado para todo el país. En otra, José Antonio, luego de ser severamente apaleado, yace en el suelo. Se acerca el esbirro tolete en mano para volver a la carga, y su hermano Alfredo, que morirá poco después en un accidente de carretera, lo protege con su cuerpo.
Había dicho: «El libro de la historia nos está esperando. Escribamos en sus páginas actos dignos de nuestros antecesores. Como a representantes de la juventud cubana e hijos cubanos, tenemos sobre nuestros hombros una seria tarea que cumplir».