Lecturas
Aprovecharé la página de hoy para dar salida a algunos temas que se me han ido quedando en la carpeta. Se desgajaron de crónicas ya publicadas o tal vez, con un poco de trabajo, servirían para otras que se quedaron sin escribir.
Varios estudiantes me abordan al pie de la Escalinata de la Universidad; recaban información sobre el propietario de la Casa de la FEU, ubicada a un costado de la casa de altos estudios, en el Vedado.
José Manuel Cortina García, el «verboso» Cortina, como le llamaba Enrique de la Osa en la sección En Cuba, de Bohemia, propietario de la residencia en cuestión, es un vivo ejemplo de lo que pueden la «habilidad» y la «elocuencia» en el medio turbio de la política criolla. Caso insólito de movilidad social, es el hombre humilde que, sin reparar en medios y sin detenerse a tomar aliento, escala los más altos peldaños de la celebridad y asume papeles protagónicos de nuestra vida pública para poner sus dotes relevantes en función de su provecho personal.
El político y el hombre de negocios se manifestaron en él con singular acierto. Cambia casaca, militante del Partido Nacional se movió rápido a las filas del liberalismo en cuanto vislumbró el triunfo electoral del general José Miguel Gómez. Se mantuvo al margen de la política durante el Gobierno conservador del general Menocal, pero con Alfredo Zayas, militando ya en el Partido Popular, ocupó la cartera de la Presidencia a lo largo de tres años, hasta que en 1924 resultó electo senador por Camagüey. Los ocho años del Gobierno dictatorial de Gerardo Machado los pasa Cortina en la Alta Cámara, si bien es verdad que en los años finales de la dictadura hizo ostentosas demostraciones oposicionistas, pero la opinión pública nunca le concedió por ellas crédito sustancial, quizá, dice De la Osa, porque en la conciencia nacional asomaba la convicción de que no fueron machadistas todos los que sirvieron a Machado, ni revolucionarios todos los que se le opusieron.
Su participación en el llamado bufete de las tres C —Céspedes (Carlos Miguel), Cortina y Cruz (Carlos Manuel de la) le permitió estar en el ajo de sustanciales negocios turbios, como el del dragado del puerto, en tiempos de José Miguel; la compra de las costas del Vedado a precio de fincas rústicas para ser vendidas luego a precio de zona urbanizada, y el affaire de la playa de Marianao, bajo el Gobierno de Menocal. Antes, en 1906 y recién graduado de Derecho en la Universidad de La Habana, representó en un pleito a los propietarios de la finca La Güira, en San Diego de los Baños, Pinar del Río. Ganó el juicio y sus clientes lo recompensaron con cinco caballerías de tierra de la propia finca… Un predio que Cortina, con los años, supo acrecentar hasta convertirlo en un emporio —la famosa Hacienda Cortina— de 1 800 caballerías, dice José Luis Hernández, historiador y museólogo de la zona, dedicadas a la ganadería vacuna y caballar y a la siembra de tabaco y frutas, así como a la extracción y comercialización de la resina de pino.
Escribía en Bohemia Enrique de la Osa: «Los ingenuos que pensaron que el Doctor Cortina abandonaría la escena pública después de 1933 se equivocaron. Él es hombre persistente y aferrado a sus ideas. De ahí el calor con que defendió al franquismo y al clero falangista en los días de la Guerra Civil española, y su participación en la Asamblea Constituyente de 1940, en donde volvió a significarse por su hablar incontenible». Escribe Orestes Ferrara en sus memorias que en aquella asamblea, «los grupos dominantes, por energía y autoridad, eran el comunista y los antiguos fascistas, esto es, los militantes del ABC. El primero, poco consistente, si se excluían a [Juan] Marinello y a [Salvador García] Agüero, ambos buenos oradores. Estos dos grupos dictaron la Constitución, aunque José Manuel Cortina, viejo parlamentario, le puso sordina a las notas más discordantes».
Con posterioridad, ya en su primer Gobierno, el presidente Batista lo nombró ministro de Estado (canciller), pero el Congreso le serruchó el piso y terminó sacándolo de su posición cuando, durante una interpelación parlamentaria le hizo ataques de carácter político y de orden administrativo, al acusarlo de antidemócrata y de haber especulado con los pasaportes para los refugiados hebreos.
El derrumbe, sin embargo, no fue el fin de José Manuel Cortina. No demoró en resucitar, ahora con una postulación, siempre por Camagüey, al Senado de la República desde la boleta de la Coalición Socialista Democrática.
Sr. Ciro Bianchi:
En distintas ocasiones he podido verlo o escucharlo y más recientemente leer sus relatos de sucesos y fechas de épocas pasadas.
El domingo 4 septiembre del año en curso, en su página del periódico Juventud Rebelde, usted comenta lo acontecido en el hotel Habana Libre (antes Habana Hilton) como consecuencia del desprendimiento del extremo derecho de la fachada del mencionado hotel, específicamente lo que era parte de un mural de Amelia Peláez que se encontraba sobre el área de la piscina, en la que se encontraban disfrutando varios usuarios, entre ellos la pareja formada por Zita Coalla Potts (mi hermana) y su novio de apellido Parra (cantante de un cuarteto de la época).
También estaban la actriz de TV Teté Blanco y la conocida bailarina Sonia Calero. Gracias a ellas, se pudo saber que había dos personas bajo la loma de concreto y cerámica filosa, elementos que conformaban el mural de Amelia que los había aplastado. Zita falleció el 9 de julio de 1961 (99 días después), él falleció ese mismo día. La tragedia sucedió el 31 marzo de 1961, coincidiendo con el Viernes Santo ese año, cuando los fuertes vientos de cuaresma penetraron por la junta entre el mural de Amelia y la superficie demasiado lisa de la fachada del hotel, separándolo y posteriormente cayendo sobre ellos. Este mural fue repuesto, utilizando al parecer una técnica distinta para su adhesión. Espero haber contribuido ligeramente a la calidad de la información difícil y requerida, pero importante para su complejo tipo de trabajo periodístico.
Lo felicito sinceramente por enriquecer el conocimiento de nuestra memoria. Saludos cordiales, Jorge Coalla Potts
Gibara, la Villa Blanca de Cuba, cumplirá 200 años de fundada el próximo 15 de enero.
Expresa Jorge Ribail Reyes sobre esta urbe, situada a unos 30 kilómetros al norte de la ciudad de Holguín:
«De generación en generación los gibareños cuentan leyendas cual rapsodas homéricas. Doce días estuvieron Cristóbal Colón y sus marineros en la bahía para escapar del mal tiempo. El Almirante navegó por el río y al explorar tierra adentro encontró “mucha gente que atravesaba a sus pueblos, mujeres y hombres, con un tizón en la mano”. Fue aquí que los europeos conocieron por primera vez el tabaco. Hoy en día el puro que “tuercen” los gibareños se exporta hacia España, Francia, Turquía e Italia. En el siglo XVIII aparecieron los piratas. Los pobladores aseguran que en el fondo de una poza llamada Charco del Pirata yace un barco inglés, aunque ningún documento lo acredite. También se dice que un cañonazo anunciaba el cierre de la muralla. El túnel del antiguo ferrocarril fue cavado a mano por jornaleros en las entrañas de la tierra, este detalle enorgullece a los habitantes de la villa tanto como la novelesca historia de amor de Ygnacia Nates y Adolfo Ferrín, cuyo secreto se guarda en una tumba de mármol en forma de copa, conocida como la Copa del Amor, en el cementerio local. Ya en el siglo XX, durante la II Guerra Mundial, frente a las costas gibareñas un submarino alemán hundió al vapor español El Federal. El fallecido director Humberto Solás escogió la Villa Blanca como locación para dos de sus películas, Lucía y Miel para Ochún, y en abril de 2001 convirtió a Gibara en sede del Festival Internacional del Cine Pobre, de frecuencia bienal y notable espíritu comunitario».
Precisa Ribail Reyes más adelante:
«La construcción de la muralla y sus siete fortines se inició alrededor de 1870. El muro tenía más de 2 000 metros de longitud. A principios del siglo XX se ordenó demolerla para rellenar las calles. Hoy quedan restos del muro y algunos fortines como testigos de aquella época».
De la cocina de la ciudad da fe, con júbilo, el escribidor. Estando aún en Holguín le hablaron sobre la excelencia de La Cueva Taína, el restaurante de Jorge L. Rodríguez Salgado y «Fefi» Medina Mayo, que son asimismo los encargados de la elaboración de los platos. La visita al lugar no lo defraudó. Pudo degustar muestras de la cocina criolla tradicional, con referencia imprescindible en la tradición culinaria gibareña. Con énfasis en la cocina marinera y que se asienta en el uso de condimentos naturales y frutos del entorno. Un sitio para volver en cuando exista la menor oportunidad.
Digamos, de paso, que Gibara cuenta con dos hoteles pertenecientes a la marca E, muy confortables, Orduño y Arsenita, mientras que en el sector no estatal abren allí sus puertas 50 hostales y 20 restaurantes.
El pasado 26 de octubre cumplió 70 años de inaugurado el Estadio Latinoamericano, llamado en su momento el Gran Estadio del Cerro, el Latino, como se le dice con cariño.
Su juego inaugural, el 26 de octubre de 1946, enfrentó a los clubes Almendares y Cienfuegos, con victoria para el primero, de nueve carreras por una. Obra del prestigioso arquitecto Max Borges, se construyó en cinco meses a partir de mayo de ese año y contó con 1 512 asientos de palco, 5 376 asientos de preferencia, 20 000 de glorieta y 3 200 de sol. En ese momento solo lo superaban en capacidad, cinco instalaciones deportivas norteamericanas: el Yankee Stadium (75 000 personas), el de Detroit (58 000), el Polo Grounds, de Nueva York (56 000), el Wrigley Field, de Chicago (50 000), y el Fenway Park, de Boston (40 000). Después de su última remodelación en 1971, el parque cuenta con más de 55 000 capacidades. El 7 de febrero de 1961 se celebró allí el último juego del béisbol profesional en Cuba, y al año siguiente, el 14 de enero, se efectuaba la inauguración de la primera Serie Nacional.
Una jornada memorable fue la del 6 de agosto de 1960 cuando, en la clausura del Congreso Latinoamericano de Juventudes, Fidel anunció la nacionalización de las empresas estadounidenses radicadas en la Isla. También tuvo lugar en el Latino, el 28 de julio de 1978, la inauguración del 11no. Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes, con la presencia de casi 19 000 jóvenes de 2 000 organizaciones, pertenecientes a 145 países.