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La información ronda en lo increíble, el senador demócrata por California, Howard Berman, amenazó con aplicar sanciones a Tuvalu, la pequeñita isla Estado de la Polinesia, en el Pacífico Sur, por reabanderar barcos petroleros iraníes, y también arremetió contra Tanzania por igual motivo.
Lo abusivo de la advertencia del senador imperial torna la arbitrariedad a tamaño gigantesco y pone de ese mismo tamaño la estupidez del señor, cuando se conoce que Tuvalu ni siquiera tiene comercio con Estados Unidos y apenas su economía —decía el sitio antiwar.com— es una colección de botes de pesca y un puñado de matas de coco.
Esa mínima expresión de la economía de este país de 10 544 habitantes, se complementa con la venta de estampillas de correo y monedas, la renta de su dominio TLD (tv Top Level Domain), de las licencias para pescar bajo el Tratado del Atún del Pacífico Sur, y de donativos internacionales mediante el Banco de Desarrollo Asiático y el Tuvalu Trust Fund, establecido en 1987 por el Reino Unido, Australia y Nueva Zelandia.
Es también fuente de empleo para el 15 por ciento de los adultos mayores su contratación como marinos en barcos mercantes de banderas extranjeras.
Visto así, es audaz y valiente la actitud del señor Berman, y antiwar.com hace este comentario: «EE.UU. puede imponer un embargo completo (léase bloqueo, palabra que parece le tienen prohibida hasta a los medios) al estilo del aplicado a Cuba al comercio con Tuvalu y nadie en ninguna de las dos partes lo notará».
Si no fuera tanta la crueldad de medida semejante desde el país más rico del mundo hacia uno de los más pequeños y pobres del planeta, sería esta una noticia con premio del ridículo.
Con sorna, el periodista de antiwar.com concluía así su información: «No pudimos acceder a la embajada de Tuvalu para que comentara sobre la amenaza, primariamente porque Tuvalu no tiene embajada»…
Probablemente tampoco se enteren los amigables habitantes en ninguna de las cuatro islas de arrecifes coralinos y los cinco atolones que conforman los 26 kilómetros cuadrados que descansan en los 900 000 kilómetros cuadrados de mares económicos de la bella y soberana Tuvalu.