Inter-nos
Cuando el periodista iraquí Muntazer al-Zaidi lanzó sus zapatos contra George W. Bush, el hijo, en aquella famosa conferencia de prensa en Bagdad, abrió las puertas a un sinnúmero de chismes, cuentos, caricaturas y burlas al mandatario estadounidense.
Esa fue la parte de la comedia. Pero Al-Zaidi, quien protestó de esa manera tan original —aunque apegada a las tradiciones de su país de mostrar los zapatos en señal de total desprecio— contra el baño de sangre en que el mandatario yanqui había sumergido a su país, pasó nueve meses en prisión, y allí fue torturado.
La denuncia la hizo cuando recién acababa de ser liberado, y de inmediato desapareció de la vista pública y, temeroso por su vida, abandonó o abandonará Iraq, dicen informaciones de prensa.
Un día después de la excarcelación de Muntazer al-Zaidi, tuvo un émulo en Fallujah, y esa fue la tragedia.
Ahmed Latif, de 32 años, un pobre perturbado mental —yo diría que no estaba tan loco—, insultó a los soldados de un convoy estadounidense que patrullaban el centro de esa ciudad-mártir y les lanzó sus zapatos. El resultado fue la tragedia: Latif murió de los disparos hechos por la tropa ocupante.
La justificación del nuevo crimen de guerra no se hizo esperar. Una declaración oficial del mando militar dijo: «Fue hecha una identificación positiva del atacante, las fuerzas norteamericanas dispararon en defensa propia, y lo hirieron». Aseguran que Latif les lanzaba una granada… El hombre murió en el hospital de Faluya.
Un iraquí menos, un crimen más. EE.UU. prosigue su bien pavimentado camino de agresiones, intervenciones, y guerras en nombre de «la libertad y la democracia», bajo esa premisa maquiavélica de que «el fin justifica los medios».
Y los medios los multiplica por el mundo. En el hemisferio occidental disponen de nuevas bases para sus guerras preventivas: los siete enclaves de Colombia se unen a un dispositivo establecido, sobre todo en el Caribe, que dará cobertura logística y guerrera no solo al sur del continente, sino también al continente africano.
He ahí un esencial punto común para la próxima reunión en la venezolana Isla Margarita, donde se reunirán decenas de mandatarios de las naciones de uno y otro lados del Atlántico Sur, cuyas riquezas están en la mira del imperio.
Por petróleo y posicionamiento geoestratégico fueron hasta la nación mesopotámica batiendo los tambores de guerra que no calman su estruendo. Iguales propósitos están en la agenda para un traspatio puesto de pie, remiso a seguir el diktat imperial y dispuesto —si Washington se atreve— a lanzarle algo más que unos zapatos.