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Triquiñuelas y dinero son dos componentes básicos de campaña electoral que singularizan a la democracia estadounidense. Las advertencias sobre el uso de unas y del otro vienen por los cuatro costados de las urnas o de las máquinas automáticas de votar, y se acusan demócratas y republicanos, aunque estos últimos vienen precedidos de una mala fama muy bien ganada, sobre todo en las elecciones del año 2000, que llevaron a George W. Bush y su equipo a la Casa Blanca.
Por estos días, en el caudal de porrazos, que incluyen también los golpes bajos, de los republicanos se mencionan la avalancha de correos racistas que están llegando a las direcciones electrónicas de los votantes; las llamadas telefónicas robots, repetitivas de las imputaciones primarias lanzadas por la aspirante a vice, Sarah Palin, sobre supuestos vínculos del candidato Barack Obama con el «terrorismo», todo porque conoció en un programa comunitario a Bill Ayers, un ex miembro del Weather Underground (grupo de la izquierda radical que actuó con violencia contra la violencia de la guerra en Vietnam a finales de los 60 y principios de los años 70, cuando el demócrata apenas tenía 9 o 10 años de edad).
Y ahora suman al arsenal los clamores del impoluto héroe bélico John McCain, quien alega que ACORN está «destruyendo la fábrica de la democracia». ACORN es una organización que ha trabajado y logrado el registro electoral para 1,3 millones de estadounidenses, fundamentalmente de las minorías étnicas y grupos económicamente menos favorecidos, una espina para las aspiraciones republicanas, porque son sectores que favorecerían al demócrata. Dicen que ACORN ha hecho trampas con esos empadronamientos, pero ahora hasta le achacan ser la responsable de la crisis financiera, porque propiciaba las hipotecas y préstamos para los de escasos recursos, y como estos no pudieron pagar...
Las sinuosas insinuaciones arremeten contra la operación de pequeños donativos estimuladas por el equipo de Obama durante toda la campaña, que le han permitido tener a la mano 150 millones de dólares en septiembre y 605 millones en total, por lo que McCain arguye que es «peligroso» porque «la represa se ha roto» para futuras carreras hacia la silla presidencial.
El senador republicano dijo: «La historia nos muestra que cuando cantidades ilimitadas de dinero están en las campañas políticas, eso lleva al escándalo».
A la desesperada, los del partido del elefante se agarran de cualquier mancha o luz para dejar caer la pata y aplastar al contrario que, por cierto, este martes se enfocaba también en la Florida, el «estado del sol», donde muchas cosas andan oscuras y huelen a queso rancio, y que ya empezó a votar por adelantado, como algún que otro estado.
Los del burro sacaron a relucir allí la insegura y precaria economía, y —dicen— la torpe respuesta de su rival republicano a la crisis financiera. Un punto neurálgico, pues la más reciente encuesta de la cadena CNN recoge que el 61 por ciento de los votantes estadounidenses considera la situación como «extremadamente importante» a la hora de decidir su voto un 4 de noviembre que ya está a la vuelta de la esquina, y cuando las encuestas dan ventaja de ocho puntos en todo el país al ticket Barack Obama-Joe Biden.
Esto es un mal augurio para McCain, porque a los ojos de los votantes, el republicano que ahora reside en la Casa Blanca, tiene la culpa de la crisis, y por carácter transitivo, el senador de Arizona hace de totí.
Buscando dinero y sin mirar dónde Pero al mismo tiempo, la gente de McCain no se deja amedrentar por los poderíos monetarios demócratas y hace lo suyo en busca del ansiado capital. La Palin ha tenido reuniones bien exclusivas y selectas en barrios residenciales de millonarios cuando en septiembre se gastaron en campaña 37 millones de dólares y disponían de otros 47 millones para este octubre. Según la Comisión Federal Electoral, dos tercios de ese dinero se gastaría en anuncios pagados para tratar de derrotar a Obama en los estados considerados verdaderos campos de batalla porque todavía presentan un voto indeciso o muy apretado.Según Rick Davis, administrador de la campaña, el Comité Nacional Republicano tiene una operación independiente de anuncios y en los dos últimos meses del proceso, hasta el mismísimo 4 de noviembre, emplearán 400 millones de dólares en esos menesteres, un asombroso despilfarro de dinero que todavía se queda por debajo del rival.
Y aquí nos encontramos un hecho prácticamente insólito. En esa búsqueda de plata, resulta que la campaña de John McCain solicitó una contribución financiera nada menos que a Vitaly Churkin, representante de Rusia ante Naciones Unidas.
En una carta, McCain instó al embajador ruso a que contribuyera con una suma entre 35 y 5 000 dólares para ayudarlo a asegurar su victoria ante Obama: «Si tengo el honor de continuar sirviéndole, le hago esta promesa: Siempre pondremos a Estados Unidos, su fuerza, sus ideales, su futuro, antes de cualquier otra consideración», le escribió McCain a Churkin. En respuesta, un escueto y seco comunicado de la misión rusa en la ONU confirmaba que el gobierno ruso y sus funcionarios «no financian actividades políticas en otros países».
Un portavoz de McCain ponía, al parecer, punto final al entuerto: la simple carta de solicitud de donativo electoral «fue un error en la lista de correos»...