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Financien a las personas, no a los bancos, demandan los manifestantes. Foto: Reuters La Cámara de Representantes rechazó el plan de 110 páginas de George W. Bush y su secretario del Tesoro, Henry Paulson, que entregaría 700 000 millones de dólares a los consorcios financieros en crisis, en la pretensión del gobierno de Estados Unidos de estabilizar una situación económica que se les va como el agua en la arena. El nerviosismo cunde y el Dow Jones de la Bolsa de Valores de Nueva York cerró el lunes con la peor baja de puntos en su historia, y seguía cayendo..., pero el martes repuntó algo. Los mercados latinoamericanos se fueron en picada, y nada bueno ocurría al otro lado del Atlántico y del Pacífico.
El susto mayor lo provocó la votación por el proyecto Bush-Paulson: recibió un No de 228 representantes, frente a 205 a favor, y no habrá otro sufragio hasta mañana jueves, porque los congresistas tendrían su receso por el Rosh Hashaná, el año nuevo judío. Y eso que el candidato republicano a la presidencia, John McCain, estableció un punto en su campaña electoral pregonando que permanecería en Washington y daba pausa a su carrera por la Casa Blanca, para ocuparse de tan importante asunto, es decir inyectarle millones a los millonarios.
El republicano no perdió tiempo y culpó a Barack Obama de esta inactividad (¿?), pero el caso es que los mayores opositores en el Congreso al Plan Bush-Paulson salieron de las filas de sus correligionarios republicanos, por el que votó el 60 por ciento de los demócratas, pero solo lo aprobó el 33 por ciento de los republicanos.
Ya el martes, ambos contendientes hacían una propuesta similar cada uno por su lado para intentar la aprobación del Plan Bush-Paulson: que se aseguraran los depósitos bancarios de hasta 250 000 dólares, el límite actual es de cien mil, a fin de que volviera la confianza en el sistema bancario. Pero también se culparon el uno al otro del descalabro congresional de la propuesta, en una mirada puramente electoral y nada abarcadora de un problema que pica y se extiende.
Por supuesto, no son pocos los analistas que ya consideran el peor escenario posible, cuando hablan de esta crisis de liquidez, donde los bancos no se prestan entre sí, y ven con temor que pudiera paralizarse el sistema financiero del imperio y mucho más allá. Sin embargo, una buena cantidad de economistas, incluidos varios Premio Nobel, ven con recelo una propuesta única, sin alternativa y puesta en la cabeza de los contribuyentes como si fuera una pistola cargada y a punto de disparar.
El más reciente banco estadounidense en «sucumbir» ante la crisis de crédito, no será ni el único, ni el último, es el Wachovia Corp WB.N, que acordó vender la mayoría de sus activos a Citigroup Inc. Y se me ocurre una pregunta tonta: ¿Para qué hacen falta los 700 000 millones si cada consorcio financiero que está en pérdidas es casi de inmediato comprado por otro más grande y poderoso? Humm, está oscuro y huele a queso...
Este martes, políticos y la gran prensa sembraban las semillas del miedo si no se aprueba el Plan, pero al mismo tiempo dejaban caer con esperanza la posibilidad de que en cualquier día de esta semana, unos pocos legisladores estadounidenses cambien su voto y acepten que el Estado meta las manos en los asuntos de la banca privada y la «rescate» de este desastre financiero, que solo tiene un culpable, esas mismas instituciones financieras, nacidas de la irracionalidad, de la avaricia, de la insostenible situación de jugar a la ruleta con acciones de papel, de comprar-vender futuros sin ver a fondo qué pasa en la economía real, la productiva, mientras el Tesoro y el Banco Federal acuden en su ayuda imprimiendo una y otra vez más dólares de papel... Pero nada de reconocer que todo el sistema capitalista está en crisis.
Y tenemos unas preguntas ingenuas: ¿Acaso hay alguien ocupándose de los problemas tangibles y perentorios de las personas de Main Street (de la calle mayor)? ¿Por qué no prestarle a los que hipotecaron sus casas y ahora las están perdiendo, en lugar de a los multimillonarios ejecutivos de Wall Street? ¿Alguien puede explicar si tiene alguna relación estos 700 000 millones de dólares que supuestamente necesitarían los financieros con los 752 000 millones de dólares que ha gastado la administración Bush en las guerras de Iraq y Afganistán, o la similitud de la cantidad es pura coincidencia?
El norteamericano común no quiere el salvataje financiero que los margina y solo tiene ojos-dinero para los multimillonarios. Para colmo, cada contribuyente estadounidense deberá desembolsar 4 780 dólares para la transferencia monetaria a favor de los ricos, pillos y fraudulentos.
Por supuesto, el nuevo endeudamiento dejará al próximo presidente, ya se llame Obama o McCain, con las arcas vacías para los gastos sociales, cuidados de salud, seguridad social, educación, infraestructura, etc., y obligados a subir los impuestos para pagar la fianza financiera.
El cineasta Michael Moore, en una carta que envió a sus millones de lectores, les alertó: «El mayor robo en la historia de este país está teniendo lugar mientras usted lee esto. No están utilizando ningún arma, pero 300 millones de personas están siendo secuestradas». Esa es la verdad.
No pocos recuerdan ahora el discurso que pronunciara el presidente Franklin Delano Roosevelt, el que lidió con el maremoto bancario en el que habían colapsado 10 000 bancos, un cuarto de los trabajadores estadounidenses estaban sin empleo, los granjeros no encontraban mercado para sus productos y los ahorros de muchos años de cientos de miles de familias habían desaparecido. Era el 4 de marzo de 1933 y tomaba posesión de la Casa Blanca criticando las inescrupulosas prácticas de los financieros: «Debe haber una estricta supervisión de todos los bancos, créditos e inversiones. Debe haber un final para la especulación con el dinero de otras personas».
Nada de eso hay en los Estados Unidos del siglo XXI.