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Más allá de los puntos políticos que puedan estar en la agenda de los aspirantes a candidatos para las presidenciales de 2008 en Estados Unidos, ya sean republicanos ansiosos de perpetuarse, o demócratas en busca de revertir totalmente los poderes gubernamentales, lo que se mueve a velocidades vertiginosas son los fondos de las campañas.
Plata, mucha plata, tiene que ponerse a rodar, y una agencia especializada en el tema, la TNS, asegura que solo en publicidad televisiva probablemente se gastarán entre 2 500 y 3 000 millones de dólares, el doble que lo utilizado en los comicios de 2004.
Estamos apenas a un año de noviembre, y ya la cuenta que beneficia a las empresas de televisión va por unos 529 millones de dólares gastados y deben cerrar el 2007 con 700 millones en cuentas cobradas por ese concepto. En los años recientes cada vez ese monto se incrementa, tal y como lo hace el de la campaña en general.
Según Michael Toner, presidente de la Comisión Electoral Federal, la carrera de 2008 será una «elección de mil millones de dólares» —un billón, como cuentan ellos—, y si un candidato «se lo toma muy en serio» debe conseguirse 100 millones de dólares cuando finalice 2007 y asomen ya las elecciones primarias internas en 2008, las que desbrozan el camino para determinar en las convenciones nacionales de cada partido quién competirá de verdad el 4 de noviembre de 2008.
Multipliquen para saber cuánto se malgastará en ese ejercicio de seudodemocracia si en las listas de aspirantes hay por lo menos ocho demócratas y diez republicanos. Y no son los únicos. Por ejemplo, el dinero hará posible que —si al final lo intenta— el multimillonario alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, pueda presentarse como candidato independiente, porque con cien millones de dólares de su propia fortuna financiaría el intento. Dicen que gastaría menos, porque se ahorra todo el costo de las contiendas primarias.
Algunos afirman que el aumento del presupuesto destinado a la televisión está propiciado por ese gran número de aspirantes y lo reñida de la contienda entre ellos. Cierto, pero es que la tele es todavía el gran medio para influir en los votantes, tal y como lo hacen fabricantes de autos, marcas cerveceras o de refrescos, o vendedores de hamburguesas.
Por ahora, «bombardean» a los estados de Lowa, New Hampshire y Carolina del Sur, donde tendrán lugar las primeras elecciones en busca del candidato o la candidata, pero cuando abra el 2008 ya toda la Unión sufrirá el impacto. Y el cañoneo es duro de verdad. Tomemos el caso del ex gobernador de Massachussets, Mitt Romney (republicano), cuyos anuncios ya se han visto 11 000 veces en la llamada pantalla chiquita, disponiendo para ello de 8,6 millones dólares —según EFE todo un récord en una etapa tan temprana en la campaña electoral—, poniendo en juego no solo lo recaudado, sino también echando al ruedo parte de su fortuna personal.
Esa es una realidad, la inmensa mayoría de los contendientes son ellos mismos millonarios, porque la democracia made in USA son elecciones para el mejor... postor.