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Tengo una amiga en Nueva York que me cuenta, se queja más bien, que cuando va al supermercado todos los alimentos le cuestan mucho más que hace un año. El asunto preocupa a los estadounidenses, y ya la prensa va al tema en busca de una explicación. En general, muestran varios ingredientes provocadores, pero tratan de restar importancia al problema, comparando la situación actual con la gran subida de los años 70, solo que ahora apenas empieza y casi de una semana a otra se aprecia cómo el dólar se les encoge y cada vez pueden comprar un poco menos con él.
Una de las causas que aducen es la debilidad del dólar, la cual es evidente. Este martes, en los mercados cambiarios, se cotizaba a 1.4079 frente al euro, y las agencias noticiosas indicaban que la Reserva Federal estadounidense tiene algunas preocupaciones por la inflación.
Sube el costo de los alimentos en Estados Unidos y el etanol tiene buena parte de culpa. Foto:AP Por su parte, el Fondo Monetario Internacional (FMI), que se dispone a rebajar sus previsiones de crecimiento mundial para 2008, piensa principalmente en Estados Unidos, donde la revisión es radical, apenas 1,9 por ciento de crecimiento, contra 2,8 por ciento que pronosticaba antes.
En el análisis del Fondo un solo país entre los poderosos del mundo tiene un pronóstico de crecimiento notable, China, con el diez por ciento de incremento en el Producto Interno Bruto. Casualmente, algunos de los análisis de la prensa y de sus especialistas afirman que el boom económico de China perjudica los precios en los grocerys estadounidenses ¿?. También mencionan a Brasil, Rusia, India y otras naciones en desarrollo que demandan materias primas y energía para sus fábricas y transporte, así como granos y otros alimentos para sus poblaciones.
Sin embargo, el FMI consideraba como causal de los problemas económicos que perjudican a Estados Unidos las llamadas turbulencias en el mercado financiero, exactamente la profunda crisis de confianza ante las dificultades del sector de préstamos inmobiliarios en ese país.
Al hablar del tema, a nivel planetario, el director gerente saliente del FMI, el español Rodrigo Rato, le decía al Financial Times que los riesgos de la actual crisis financiera son más importantes hoy que hace seis meses y advertía: «Los responsables de gobierno no deben imaginar que los problemas se mantendrán solamente sobre los escritorios de los banqueros... Los problemas se extenderán a la economía real...».
Y la economía más real es esa, la de la mesa del comedor. Un reportaje de AP citaba a una ama de casa, quien refería que ahora mira bien la parte de atrás de los recipientes, donde está el precio, porque tiene que ahorrar meticulosamente en la comida para su esposo y tres hijos. Andrea Williams —así se llama y vive en Savoy, Illinois, pero va hasta donde sea en busca de los precios más baratos—, dice que hace dos años gastaba 250 dólares al mes en una sola gran compra, y ahora debe hacer un viaje quincenal y en cada uno gasta 250 dólares.
En tercer lugar han mencionado, por fin, a la gran piedra en el zapato: los agrocombustibles —biocombustibles le llaman ellos, pero concuerdo con Frei Betto que así no pueden nominarse porque nada tienen que ver con la vida.
El mundo, y en especial Estados Unidos, está utilizando alimentos para convertirlos en gasolina. En EE.UU. el maíz se convierte en etanol, un aditivo a la gasolina, eso ha hecho subir el precio del grano, y detrás vino la caída de las fichas de dominó en la cadena de alimentación: aumentó el precio de las carnes porque el ganado de todo tipo tiene el pienso de maíz como sustento, por supuesto también cuesta muchísimo más la leche y otros derivados, y así sucesivamente. Un bushel de maíz costaba hace un par de años dos dólares, hoy en día 3.50. Se siembra más maíz para beneficiarse de esos precios, disminuyen las hectáreas dedicadas a otros cultivos y se inicia de nuevo la cadena, esos productos alimenticios suben también de precio.
Supongo que la señora Williams estará rezando para no tener que hacer cuatro viajes al mes, en el mejor de los casos, o lo que es peor, ahorrar reduciendo las proteínas en los platos de sus hijos...