Frente al espejo
«Excelente tu trabajo (Seguir abrazando montañas, Yailín Orta Rivera, 20 de abril), una interpretación clara del momento y de los días por escalar, sin mirar hacia atrás, con la mente en la necesidad de transformar la economía y salvaguardar nuestro proceso social. Seguiremos asomados al hoy y al mañana de la Patria, tras esas mismas claves, con las armas del trabajo para seguir edificando el socialismo...». (Karla López Bermúdez)
«Me leí la historia y sentí la necesidad de leer la Elegía de los zapaticos blancos (Nemesia, la flor carbonera, Hugo García Fernández, 21 de abril). Imaginé el dolor de Nemesia y sus hermanos. Ellos perdieron a su madre y vieron sufrir a otros familiares por las heridas que les causaron esos monstruos, a quienes no les importó que fueran civiles. De veras me ha conmovido la historia de la elegía como si la hubiera leído por primera vez». (Rosana, Camagüey)
«Muy atinado el material El placer del silencio (José Alejandro Rodríguez, La Crónica, 16 de abril). ¡Cuántos sentimos y nos identificamos con su artículo! Realmente es como buscar un tesoro o ser extraordinariamente privilegiado si se posee, pues ya casi nadie escapa a ese “monstruo sin cabeza” (que es la agresión a través del ruido).
«Pero, además, se ha vuelto tan aplastante que ya no escapan a él ni siquiera los moribundos ¿A quién le importa que en un edificio o en una cuadra haya un enfermo grave o terminal…? Es como si hubiéramos llegado al extremo de no tener el derecho de morir en paz». (María Antonia León)
«Desde que el 3 de febrero leí su artículo titulado Ampollas (Enrique Milanés), no pude sustraerme a la decisión de enviarle este mensaje… Su texto es bellísimo, y no pude evitar que unas lágrimas corrieran por mis mejillas. Lo leí a varios compañeros, ese día, y también lo encontraron lindo. Ello nos dio un pie forzado para hablar de la vida de Martí, y entonces me percaté de que tenía mis lagunas y busqué información y las llené.
«En mi mente se reproducían las imágenes de esos hechos y me imaginaba esas ampollas y la grandeza de nuestro héroe, visiones alimentadas por mis recuerdos de cuando estuve en Playitas de Cajobabo haciéndole honor a quien honor merece… De allí traje varias piedras, de esas que llaman “chinas pelonas” y hay momentos en que pienso que quizá estaban en ese lugar cuando Martí pisó suelo cubano. Entonces las aprieto y creo que nunca las abandonaría. Gracias, Enrique». (María Victoria)