Frente al espejo
«Ante todo felicito al colectivo que pone en línea esta columna. Los artículos que he leído me han gustado mucho y todos tienen algo que dejarnos como seres humanos. Refiriéndome a ¿Mentiras que valen la pena? (Mileyda Menéndez Dávila, página temática Sexo Sentido, 24 de octubre), opino que las relaciones estables en la juventud —no necesariamente el matrimonio— no tienen por qué ser algo traumático, o una especie de camisa de fuerza de nuestros deseos o aspiraciones.
«Una relación de ´, basada en el amor y el respeto puede proporcionar la felicidad, las posibilidades de experimentación, las aventuras y las emociones que la “libertad” podría ofrecer, pero dicha relación posibilita algo que la tan llevada y traída “libertad” nunca podrá proporcionar, el hecho de conocer el placer profundo, inmenso e infinito que concede satisfacer al ser amado, el conocerse bien mutuamente y jugar a explorar en el otro, sentirse en total confianza para dar rienda suelta a la más atrevida imaginación y entablar una amistad que perdure.
«Este tipo de relaciones se pueden establecer en edades un poco más maduras, pero por lo general es en la juventud cuando podemos desatar esas energías, esos deseos de experimentar y ese torbellino de emociones que asalta hasta al más comedido de los jóvenes. Pienso, además, que este tipo de relaciones provee a la pareja de más seguridad emocional y física, siempre y cuando ambos miembros se protejan, practiquen sexo seguro y tengan responsabilidad para afrontarla. Tengo 19 años y mi novio 20, y ya llevamos tres años de una bonita relación, y aunque como seres humanos que somos no estamos exentos de caer en las tentaciones de la vida, cada oportunidad en que hemos tambaleado la hemos utilizado luego para enriquecer nuestra relación y nuestra amistad, basada en la sinceridad». (Darielys Hernández Saura)