Acuse de recibo
La entusiasta María Julia García Caso (3ra., No. 365, apto. 8, entre Bellavista y San Leonardo, Víbora Park, municipio habanero de Arroyo Naranjo) lidera el hermoso proyecto vindicativo de adultos mayores Las Mariposas. Y como tal, plasma en su carta el desacuerdo que tiene con la visión que a veces se refleja oficialmente y en los medios de comunicación sobre los adultos mayores.
No le complace un spot de Cubavisión que dice: ¿Qué es un adulto mayor?, e ipso facto responde: es aquella persona de más de 60 años que va perdiendo capacidades… Mientras pasan imágenes de ancianos todos en fila, sentados en sillones (casas de abuelos y hogares), o con bastones, y haciendo ejercicios en un parque… Ellos son mucho más que eso, y tienen muchas reservas de sabiduría y lecciones de vida.
El mensaje que queda, para María Julia, es que, si usted tiene 60 años o más, vaya para una casa de abuelos, deje la iniciativa que tenga, desmovilícese. Es el efecto en lo individual.
«Desde el punto de vista de los responsables de nuestros viejos, señala que al parecer son Salud Pública, Trabajo y Seguridad Social, Comercio Interior (en parte) y Ministerio de Justicia, ¿que proponen?: Protección, protección y más protección, porque somos los enfermos y vulnerables de la sociedad.
«Usted dirá: ¿María Julia está en contra de la protección? No, para nada. Creo que hay que proteger, pero no a todos por igual». Y sitúa ejemplos de cubanos con altas responsabilidades y empeños laborales que superan los 60 y hasta los 70 años. Porque no envejecemos todos por igual.
Ella considera que Cuba, ahora más que nunca y cada día más, necesita alargar la existencia de sus veteranos, que tengan mejor calidad de vida y la vayan adquiriendo en el decursar de los días y los años.
«Necesitamos protección, por ejemplo, como que para cruzar las calles tengamos más tiempo, porque esa rapidez del cruce solo conlleva a que los adultos mayores, que tienen un tiempo más lento, no salgan a la calle.
«Necesitamos protegernos de la música ensordecedora en cualquier sitio o transporte público con sus consabidas palabras obscenas. Que en las colas de los bancos, el que cuida la puerta no espere a que se vacíen los asientos allá adentro para hacernos pasar, y nos tengan afuera de pie y al sol.
«Necesitamos que a quienes peinamos canas se nos reconozca con más respeto, sensibilidad y veneración por nuestra obra en la cuadra donde vivimos. El reconocimiento a instancias nacionales es muy merecido, pero en la base hay también un pueblo envejecido que ha contribuido a que llegáramos hasta aquí.
«No estamos en condiciones, y nunca lo estaremos, de educar desmovilizando la fuerza creadora que todavía existe en los mayores de 60 años. Ellos no se pueden confundir en que su lugar está apenas en una casa de abuelos. Hay mucho que hacer. Y sobre todo, cubrir lugares que han ido dejando los jóvenes, quienes por diversos motivos los han abandonado.