Acuse de recibo
Sigo reflejando historias sobre el fenómeno creciente de coleros revendedores, que están agravando aún más el ya de por sí proceso inflacionario que vive la sociedad cubana. Historias como la de Miguel Alfonso Álvarez Fornaris, quien reside en San Francisco de Asís no. 4, entre Lacret y Centurión, Santos Suárez, municipio de 10 de Octubre.
Cuenta Miguel que, enterado de que en la ferretería en MLC de Infanta y Desagüe había válvulas de salida de tanques de inodoro, llegó a esa unidad comercial el pasado 18 de octubre a las 7:30 a.m. y marcó en la cola.
Unas cortinas plegables metálicas cubrían los cristales. No había información alguna, ni de la hora de apertura. Ni a quién preguntar. Unos metros más alejadas, había varias personas. Llegó alguien preguntando por el último para las tazas de baño y se dirigió hacia ese grupo. Por lo que Miguel conocía antes, esa ferretería era una sola unidad comercial y se accedía a ella por una sola puerta. Ahora donde venden las tazas de baño, los comprobantes dicen Corona, y donde venden los tubos y otras mercancías, La Especial.
Cuando preguntó en el segundo grupo, ya habían llegado más personas. Y le informaron que estaban para las tazas de baño. Como le dijeron que allí también vendían herrajes, marcó en esa cola, junto a varios de los que estaban para la ferretería.
El primero de esa cola, dice, vendió uno de sus turnos en 200 pesos. Casi todos habían marcado para varios. Empezaron a aparecer personas que, obviamente, compraron los turnos o habían pagado para que les hicieran la cola. Y todo habría fluido más rápido si no fuera por las frecuentes «caídas de conexión».
Preguntando, un empleado le dijo que esas interrupciones eran muy frecuentes. Además, asombrosamente, allí, en una ferretería, vendían cigarros. En la cola comentaban que una cajetilla la vendían a 300 pesos en la calle… Las tazas, a 8 000. A las 11:35 a.m. apareció una mujer diciendo que iba a ordenar la cola, y recogió los carnés de quienes estaban en la «cola-molote».
Aunque manifiesta que no lo puede afirmar porque carece de pruebas, Miguel tiene la sospecha de que esas irregularidades en la cola se producen ante los ojos de los empleados del establecimiento.
«¿Hasta cuándo va a seguir medrando un grupo de individuos impunemente a costa de la necesidad y el desabastecimiento? ¿Qué hacen las administraciones para enfrentar estas deplorables situaciones? Como ciudadano, cada día me siento más desamparado y maltratado», concluye Miguel.
Yandira Fuentes (calle 122, entre 33 y 35, Marianao, La Habana) relata que en el vecino quiosco de Photo Service de calle 124, esquina a 33, «el descontrol, la falta de respeto hacia el prójimo y el desparpajo burlesco hacia los vecinos que compramos allí no tiene calificativo alguno».
Para Yandira, es agobiante y chocante enterarse que las personas llevan haciendo cola con una semana de antelación para el producto que llegue. O sea, marcan desde un jueves hasta el próximo jueves «para lo que sea que entre». Y como por lo general son personas que ni trabajan ni estudian, siempre son los beneficiados con lo que llegue allí.
«Los que no nos dedicamos a ese “negocio”, expresa, jamás logramos alcanzar cualquier producto. No quiero quejarme ni nada por el estilo, pero se necesita una solución urgente para ese quiosco. Si llegan a publicar esta queja lo
voy a agradecer», concluye.
Agregaría a lo dicho por Yandira que, mientras subsista esta situación tan crítica de una oferta tan pobre para una demanda tan tensa, se necesita una solución urgente para que lo escaso que haya se distribuya de manera que no termine en manos de esa confabulación del desparpajo revendedor, que vive de la escasez y la carestía.