Acuse de recibo
El pasado 2 de febrero, desde Palma Soriano, Santiago de Cuba, Rolando Carrazana Isaac narró sus avatares con el servicio social como Licenciado en Microbiología de la Universidad de La Habana:
Fue ubicado en el Instituto Finlay de Vacunas, en la capital. En julio de 2020, visitó su hogar en Palma Soriano por vacaciones, se dificultó el retorno a La Habana por la COVID-19. Solicitó licencia sin sueldo e inició gestiones de traslado al Centro de Estudios de Biotecnología Industrial, en Santiago de Cuba. El trámite para la aprobación y cambio de boleta estaba en el Ministerio de Educación Superior (MES). Como el centro al que quería integrarse es adjunto a la Universidad de Oriente, llamaba casi a diario a Recursos Humanos de esa entidad; y los especialistas le decían que la solicitud fue enviada a La Habana en octubre de 2020.
Localizó telefónicamente al encargado de los trámites en el MES, y a quien cambia las boletas de graduado en el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (MTSS). Le dijeron que la solicitud de traslado aún no la tenían, pues debía estar en la oficina de la viceministra de Educación Superior que autoriza el trámite en primera instancia. «¿Hasta cuándo esperar para que las personas que tienen una obligación laboral la cumplan?», preguntaba Rolando.
Responde Mario Ares Sánchez, director de Recursos Humanos del MES, que el 14 de octubre de 2020, la Rectora de la Universidad de Oriente envió a ese Ministerio la carta de aceptación; y varias veces la especialista de Recursos Humanos explicó por teléfono a la madre del joven el procedimiento, según Resolución 8/2013 del MTSS.
Esa norma jurídica, añade, permite autorizar excepcionalmente el cambio de ubicación laboral del recién graduado, previa conciliación de los organismos implicados y la aprobación de la Dirección de Empleo del MTSS.
«En el caso que nos ocupa, dice, asumimos con total responsabilidad el error cometido al no tramitar esta solicitud a la viceministra del MES que autoriza excepcionalmente esos procesos. Hicimos los análisis correspondientes para evitar que situaciones similares se repitan y tramitamos de inmediato la solicitud a la Universidad de Oriente. Nos ocuparemos personalmente de apoyar la conclusión del trámite para que el joven pueda incorporarse lo antes posible a su nuevo centro laboral».
Agradezco la ágil respuesta. Solo lamento que no precise el saldo de los análisis con los responsables del hecho. Esperemos que tal descuido no se repita.
Mónica García Menéndez (Hidalgo 602 apto. 8D, entre San Pedro y Colón, Nuevo Vedado, La Habana) cuenta lo sufrido por su mamá desde que en octubre de 2020 solicitó en las oficinas del Registro Civil de Calzada entre 8 y 10, Vedado, dos certificaciones de defunción del esposo fallecido y dos certificaciones de matrimonio.
Allí le dijeron que a los 15 días hábiles podía recoger los documentos. Y fue entonces: las certificaciones de defunción, ok. Y las de matrimonio no aparecían, porque según ellos, el matrimonio fue en 1975, y esos documentos están en el Registro Unificado de La Habana. Le aseguraron que harían una búsqueda más profunda. A los 15 días fue, y estaba la certificación de matrimonio, pero… con errores en el segundo apellido de ella. Se percató ya en su casa, pues por la Covid-19 la entrega de documentos fue desde el descanso de una escalera, sin condiciones para revisarlos.
Días después, la señora sufrió un infarto y estuvo hospitalizada hasta inicios de diciembre. En enero de 2021, el hijo de Mónica asumió los trámites. Fue al Registro y solicitó cuatro de defunción de su abuelo y cuatro del matrimonio. Solo confeccionaron dos de cada una, porque, según dijeron, ¡tienen problemas con el papel! Y al solicitar la certificación de matrimonio, pidió subsanar los apellidos de la señora. Al entregarlas, ¡tenían otra vez errores! Esa vez en el nombre del abuelo.
«Se volvió a pedir otra subsanación, dice Mónica, y solo nos van a entregar dos copias. Quiera Dios estén bien hechas. Si no, esto es un agujero negro producto de la ineficacia, ineficiencia y falta de control».
Agrega que su hijo observó allí que las empleadas se entretienen con mucha facilidad; atendiendo al público y pendientes a la vez de quien va a vender misceláneas, haciendo encargos. «Falta de buena atención y de seriedad en su trabajo», concluye.