Acuse de recibo
Julio Gervasio Dulzaide (Aguilera 23, entre Quintín Bandera y Aponte, Aguada de Pasajeros, Cienfuegos) refiere en su carta que es impedido físico, y en 2012 solicitó un subsidio para arreglar su casa, que presentaba malas condiciones en la cubierta y la carpintería.
Fue en 2018 que se presentó una funcionaria de Vivienda y le orientó volver a hacer la solicitud. La hizo y le asignaron 45 000 pesos, que incluía cocina, carpintería y baño: 29 000 para materiales, 12 000 para albañilería y 3 000 para la transportación.
El 30 de septiembre de 2019, dice, se echó la mitad de la placa, pues por mal cálculo de los técnicos, los materiales no dieron para más. Y Julio fue a ver a la Presidenta del Gobierno municipal, pues estaba peor que antes: entre la mitad de la placa y la otra cubierta de tejas viejas, una cascada cae dentro de la casa cuando llueve.
Ella mandó a buscar a los técnicos y al Director de Vivienda Municipal. Les exigió revisar lo que habían asignado para resolver el grave problema, y visitó la casa de Julio en octubre de 2019. Constató lo planteado. Y se determinó que el problema se resolvería al hacer la otra mitad de la placa.
En enero de 2020, Julio fue citado para comunicarle que entregara la solicitud de subsidio de nuevo: se le iba a asignar lo que faltaba. En abril, viendo que ya habían otorgado otros subsidios y no le avisaban, volvió, esta vez frente a la Intendente municipal, quien le informó que averiguaría, pues ese caso nadie se lo había comunicado. Y lo citaría, cuestión que no ocurrió.
El 17 de abril pasado él volvió a reclamar. Y le comunicó que estudiarían para ver qué se hacía, pero que otro subsidio no le podían dar. Julio volvió el 25 de mayo y le informó que todavía estaban estudiando el expediente, que lo visitaría para darle respuesta.
«Aún la estoy esperando, afirma, y mientras tanto las paredes cogiendo moho, pues los daños van aumentando. Estamos a un año de la primera reclamación; y aún con 94 años, inválido, y con una niña pequeña en la casa, de siete años, cada vez que llueve nos mojamos, con el consiguiente deterioro de camas y muebles que se han echado a perder».
Tania de la Caridad Rodríguez Reina escribe preocupada porque la cuadra donde vive, en San Fernando entre General Rabí y Callejón Santiago, en la ciudad de Santiago de Cuba, se ha convertido en un problema.
«Hay una total indisciplina social, afirma. La música estridente comienza a las nueve de la mañana, de cualquier día de la semana, y son las tres de la madrugada y aún no la han quitado. Y se forman peleas, porque tantas horas de música vienen acompañadas de sus respectivas botellas de ron. Y no es solo en una casa, si no en varias.
«En estos tiempos de pandemia allí se forman fiestas populares en la calle, de adultos y niños, sin camisa y sin zapatos, en su mayoría, todos sin nasobuco. Existe la venta ilegal de todo tipo de mercancía comestible. Es un antro que nadie puede controlar.
«En ese lugar donde vivo hay personas que por la incomodidad que cogen no pueden dormir, y han debutado con cardiopatía, diabetes e hipertensión. Yo, por ejemplo, como no puedo dormir, vengo para mi trabajo con un terrible dolor de cabeza casi todos los días. Realmente no hay nadie que le ponga el cascabel al gato», asegura.
Merleis Proenza Rodríguez (calle Yara, No. 45, Yaguajay, Sancti Spíritus) cuenta que el 26 de junio pasado su papá, Saturnino Proenza Barbastro, fue internado en el hospital Guillermo Luis, del municipio holguinero de Moa. Y allí encontró algo muy especial.
En la sala donde estuvo hospitalizado encontró uno de esos seres especiales, nacido para curar las penas y dolores ajenos: la enfermera Yudelis Castañeda.
«La quiero felicitar, porque su atención ha sido muy buena. Diría que especial para resaltar lo excelente de su trato para con los pacientes. Si a veces encontramos personas desconsideradas y de mal proceder y nos quejamos; ¿por qué no resaltar lo bueno de aquellos que luchan con amor para que las cosas funcionen?», señala.