Acuse de recibo
En el empeño de «forrajear» el alimento familiar por estos días, Aminael Rodríguez Castillo descubrió el pasado 24 de marzo, en el centro comercial de 23 y 10 (antiguo Ten Cent), en El Vedado capitalino, la oferta de pomos de pasta de tomate, a 40 CUP.
Y como dicen que vista hace fe, le sedujo el color y la textura del producto. La etiqueta rezaba la marca: La Chiquita, Lote 7, 1900 gramos. Elaborado en marzo de 2020. Fecha de vencimiento: Seis meses después. Ingredientes: tomate fresco, agua, azúcar refino y aceite vegetal. Grasa: 0,2 por ciento, proteínas: 21,5 por ciento y vitamina C: 12,7 por ciento Para una valor calórico de 71 Kilocalorías. Con garantía de calidad en un sello dorado, a un extremo de la etiqueta.
Al llegar a su casa, Aminael decidió prepararse unos espaguetis, con un paquete adquirido a un CUC, y queso Gouda, a ocho CUC el kilogramo. Pero cuando se sentó a la mesa y agregó la pasta de tomate, esta sabía ácida y tenía un color rosado fucha. Resultado: perdió la porción de queso, el paquete de espagueti y los 40 CUP invertidos en aquel pomo de tomate.
«¿Ante quién puedo establecer reclamación y demanda por los perjuicios causados?, pregunta Aminael. ¿A cuántas personas más van a engañar con ese producto, si está a la venta y viene en pomos cerrados y sellados? ¿Cuándo los productores, las empresas estatales o mini industrias y los comercializadores se van a tomar en serio el tema de la calidad de las producciones, las ofertas de productos con calidad y la protección al consumidor, con tantos llamados que hacen nuestro Presidente y nuestro Gobierno día a día?».
Lo otro que experimentó Aminael ese día: los llamados POS o puntos de terminales de venta para pagar mediante tarjetas magnéticas, estaban ubicados en cada una de las cajas registradoras. Sin embargo, los dependientes decían a los clientes que no había conexión. «O pagas en efectivo, o te vas sin nada», enfatiza finalmente Aminael, quien espera por una respuesta en su hogar, en O’ Reilly 360, entre Habana y Compostela, Habana Vieja.
Imbuido de la orientación del Gobierno cubano de evitar las aglomeraciones ante esta pandemia del coronavirus, Ricardo Lacaba Abalo (Calle C no. 453, apto. 19, entre 19 y 21, Vedado, La Habana), una persona de la tercera edad con serios problemas respiratorios, está muy preocupado con los tumultos que se forman en las farmacias los días en que venden los medicamentos controlados por los tarjetones.
Lo más preocupante, según Ricardo, es que son los ancianos, los más vulnerables de salud, quienes en su gran mayoría hacen esas colas. «¿Qué hará la Empresa de Farmacias para evitar las aglomeraciones los días de venta de medicamento?, pregunta Ricardo. ¿Cómo se evitarán las colas y aglomeraciones?».
Por estos días difíciles, ante la amenaza de la COVID-19, muchos cubanos se han «contagiado» con el antídoto de la solidaridad. Mientras nuestro personal de la Salud echa pie en tierra por salvar vidas aquí y en otros rincones del mundo, también muchos compatriotas protagonizan en el barrio, silenciosamente, hermosas historias de desprendimiento y generosidad.
Este redactor convoca a los lectores a enviar, con sus nombres y apellidos y direcciones particulares, historias con las experiencias de ese tipo que hayan tenido o presenciado, para que no se extravíen con el tiempo, y podamos contárselas a los que sobrevendrán.
Los cubanos nos crecemos en situaciones límites y riesgosas como esta, con el desbordamiento que nos falta muchas veces para las rutinas de los días normales y rutinarios. Envíenme, por favor, no solo sus quejas y criterios, si no también esa luz que nos reafirma la fe en esta Cuba querida.