Acuse de recibo
El veterano villaclareño Rolando Alemán González (Villuendas No. 41, Esperanza, Ranchuelo) sintió cómo perdía irremediablemente la partida contra el absurdo y el olvido. Por eso compartió en Acuse, el 13 de abril pasado, su angustia al quedar excluido, junto a los demás jubilados del Círculo Social Amistad, que ellos mismos ayudaran a reactivar un tiempo antes.
La decisión que puso el tope a la injusticia llegó cuando se le informó a este grupo de mayores, por parte de la administración del local, que por orientación superior ya ellos no podían ni siquiera jugar dominó en el sitio. Esto ocurrió el 7 de marzo.
A propósito llega la misiva de Guillermo Cabezas Prende, director de la Empresa de Comercio y Gastronomía del municipio de Ranchuelo. Afirma Guillermo que el asunto de la prohibición está solucionado, que se visitó al remitente y se le dio respuesta «sobre la procedencia de la determinación de la Administradora; al día siguiente se reanudó dicho juego por parte de los trabajadores jubilados».
En cuanto a «la insatisfacción que sienten por las condiciones del mobiliario para esta actividad, la Empresa se proyecta en adquirir mesas adecuadas para este fin, ya que el Círculo se va a remozar, estando en proyecto para el próximo año.
«Los lectores sí fueron contactados y estuvieron de acuerdo con la investigación que se realizó. Por favor, disculpen nuevamente las molestias ocasionadas», culmina su breve contestación el directivo.
Agradezco la misiva y felicito el hecho de que, de inmediato, se restituyera a los ancianos su derecho a disfrutar de una buena data en el Círculo Social. Pero me queda el sabor de lo inexplicado. ¿Qué hubo detrás de «la determinación de la Administradora»? ¿De qué instancia superior (o lateral) le venía la orientación para retirar del espacio a los mayores?
Si de inmediato se repuso el derecho vulnerado es porque se había cometido una injusticia. ¿Quién se asume responsable? No se trata de buscar, como en una vil cacería, culpables para cada error, sino de que las actitudes erróneas, en instancias públicas, tengan el rostro y el análisis público que llevan, una manera de procurar que no se repitan y que el ejercicio de estas funciones sea más equilibrado y consciente desde todos los puntos de vista.
Un balcón en franco peligro de derrumbe, en La Habana Vieja y un niño con hiperactividad. Tal era la conjunción que mostraba en esta columna la capitalina Daylén Hernández Vega (Villegas No. 216, Apto. 19 e/ Obispo y Obrapía), el 25 de abril último.
Luego de haber «elevado» el problema, narraba la remitente, del Departamento de Demoliciones le habían dicho que su balcón estaba en el plan, que este estaba atrasado y que si caía (el balcón) llamaran al técnico de guardia y emergencia. Y eso era lo que precisamente trataba de evitar ella, una emergencia.
Al respecto contesta William M. Porro Rodríguez, director de la Unidad Provincial Inversionista de la Vivienda (UPIV). «El caso en cuestión —argumenta el funcionario— fue analizado puntualmente y con un nivel de solución con el Director de la Unidad Municipal Inversionista de la Vivienda de La Habana Vieja, cuyo nivel de solución (sic) consiste en hacer las coordinaciones pertinentes entre el Departamento de Diagnóstico y Emergencias de la UMIV, y la UEB (unidad empresarial de base) Demoliciones de la Empresa de Servicios Especializados de la Construcción para llevar a cabo las acciones correspondientes a la demolición de dicho balcón.
«Ya por la fecha de confección de este documento (8 de julio), las coordinaciones que quedaban pendientes están realizadas y la demolición se ha de ejecutar a la menor brevedad posible, con previo aviso a la compañera Daylén Hernández Vega», apunta William.
Y cierra su misiva recordando la compleja situación que afronta el municipio de marras, por el mal estado predominante en sus inmuebles, el elevado peligro de derrumbe que presentan y la imposibilidad de acometer estas acciones con la debida rapidez.
Gracias al Director de la UPIV por su carta. Sabemos cuán duras son las condiciones en que labora esta entidad. Pero a más de dos meses de publicada la queja, podría haberse esperado una respuesta más clara, con menos embrollo de nivel de gestión y coordinación y amarres y desamarres. Hablamos de un balcón, un niño y un posible accidente.