Acuse de recibo
Siempre hay un vil ladronzuelo. A Jorge Luis Toranzo, allá en la localidad camagüeyana de Guáimaro, le sustrajeron la billetera un día de diciembre de 2010 al anochecer, con efectivo, documentos y su tarjeta magnética de una cuenta bancaria en divisas.
Al siguiente día, temprano en la mañana, hizo la denuncia del robo a la Policía, y se dirigió al Banco de Crédito y Comercio (BANDEC) de Guáimaro con el objetivo de bloquear su tarjeta y adquirir una nueva. Le explicaron que ese trámite podría demorar 15 días; y, mientras tanto, la cuenta permanecería inoperante: ni depositar ni extraer dinero.
Ese mismo día, al menos el «ratero» tuvo la «deferencia» de dejar en la emisora radial del municipio los documentos.
A los 15 días Jorge Luis volvió al Banco y otra empleada le informó que el trámite en ocasiones demoraba hasta tres meses.
Desde entonces, hizo no menos de diez visitas al Banco, con pérdida de tiempo que fluctuaba entre los 30 minutos y las dos horas. Ya un día, cansado de tanta espera, abordó al Director del Banco, quien lo atendió y llamó telefónicamente a las instancias provincial y nacional de su entidad; para luego prometerle que lo llamaría cuando se resolviera el problema.
Por fin, en junio o julio —no recuerda con precisión— llegó su nueva tarjeta magnética. Qué sorpresa, cuando fue a utilizarla en el mismo Banco, se la denegaba. Volvió a ver al Director, quien hizo unas pruebas con la misma y le dijo que estaba dañada. Debía gestionar otra.
Antes, en una tienda en divisas, al pagar la cuenta, le dijeron que no podía usar la tarjeta. Entonces Jorge Luis hizo sus propias investigaciones con FINCIMEX, donde le aseguraron que la nueva tarjeta no tenía desperfectos, y el problema estaba en el Banco.
Vuelve al Banco el 4 de agosto de 2011, y allí le informan que debe sacar otra tarjeta, y que si necesita extraer dinero le pueden hacer un boleto provisional para ello. «Algo que no me informaron antes, en ocho meses de venturas y desventuras», subraya.
Y desde calle 3ra. entre B y C, Edificio 16, apto. 7, en Microdistrito de Guáimaro, Jorge Luis cuestiona: «¿Quién me repone la pérdida de tiempo en las incontables veces que visité dicho Banco? ¿Quién repara la vergüenza sufrida al ir a pagar en la tienda y no poder hacerlo? ¿Cómo es posible que esa entidad bancaria, tan rígida en cobrar mora crediticia, no se ocupe en darle solución a una simple pérdida de tarjeta de un cliente? Quedaron el 3 de agosto en llamarme, pero yo no vuelvo a ese Banco por mi propia voluntad. Aún espero la llamada».
Desde el humilde barrio Las Cañas, en el municipio capitalino de Cerro, una madre lanza un mensaje de amor y gratitud.
Marilín Martínez, quien reside en Primelles 402, apto. 1, esquina a Daoiz, cuenta que su hija Mónica, de 25 años, es una de los pacientes que reciben esmerada atención en el hogar La Edad de Oro, para niños y jóvenes con trastornos físicos y mentales, sito en Calzada del Cerro y Saravia, en la capital.
La madre exalta al colectivo de trabajadores encabezado por su director, el doctor Jorge Luis Pérez Fleitas; y destaca que son personas muy sensibles y consagradas. Resalta con especial devoción a las Hermanas de la Orden de la Caridad que se entregan incondicionalmente a empeño tan humano.
No olvida tampoco a la trabajadora social Neida, a las niñeras y el personal médico. Y a la paciente Tania, «que acompaña y guía siempre a mi niña».
Bienaventurados los cubanos de oro en el corazón, que están en los sitios difíciles y complejos, tratando con amor y comprensión a esos seres tan vulnerables. Bienaventurados los agradecidos como Marilín, que saben ver la luz por encima de las sombras.