Acuse de recibo
Jorge Santana Pérez (Calle 23 No. 5009, apto. 3, entre 50 y 52, Playa, La Habana) es un diabético insulinodependiente que debe renovar anualmente su dieta de leche descremada y pollo.
He ahí el problema: el modelo oficial para el refuerzo dietético no lo hay en estos momentos. Jorge fue al consultorio médico que le corresponde en su barrio. La doctora lo atendió amablemente, pero le dijo las tres palabritas fatales: No lo hay.
Jorge hizo un recorrido por varios consultorios médicos y por el policlínico. En todas partes fueron muy atentos y preocupados, pero ante su pregunta dijeron lo mismo: No lo hay. Y le explicaron que tampoco puede fotocopiarse el modelo porque la Oficoda no lo acepta.
En algunos casos, tampoco tenían el modelo oficial para extender certificados médicos.
«Esto no es nuevo —refiere—, porque el pasado año tuve que conseguir un “modelito” para obtener mi dieta, pero esa vez la gestión fue positiva». Claro que no es nuevo, confirma este redactor. El 7 de julio de 2009 revelé aquí la historia de una anciana diabética que perdió un mes de su dieta porque, además de otras inconsecuencias en su atención por el consultorio, también se interponía la falta de modelos oficiales impresos al respecto.
Después, una respuesta de la Dirección Provincial de Salud de la capital confirmó el mal tratamiento a la anciana, tomó medidas, pero también reconoció que había por esos meses dificultades en la distribución de los modelos para dietas «por dificultades de impresión».
Iluso de este periodista, que pensó no lidiar más con el asunto, dada la repercusión que tuvo. Pues mire: otra vez un modelo oficial, papel y tinta apenas, se interpone en la consecución de vaya a saber cuántas dietas. Como si ese papel fuera un valioso pergamino de la antigüedad, o los caracteres, en vez de tinta, estuvieran grabados en oro.
Jorge llega hasta a comprender que muchos de nuestros sistemas de atención a la población están montados sobre la base de papeles. Y va más allá: entiende el porqué la Oficoda no acepta otro modelo que no sea el oficial, pero no está de acuerdo «con que la ineficiencia de alguna institución recaiga sobre el eslabón más débil».
Jorge tampoco concibe que si Comercio Interior y el MINSAP son los dos organismos estatales implicados en facilitar y mantener una dieta para diabéticos, por demás subsidiada, no se hayan puesto de acuerdo para que no falle un simple papel o modelo oficial, y no salgan afectados los pacientes.
De paso, Jorge quiere conocer el porqué del sabor dulzón de la leche descremada que adquieren los diabéticos. Y la otra inquietud es sobre unas «cascaritas» que están viniendo en las bolsas, al extremo de que ha tenido que colar esa leche en polvo.
Esperamos que no llegue una respuesta muy «edulcorada», no apta para diabéticos que aguardan por su dieta.
Si en todo fuésemos a vivir mecánicamente de papeles y modelos oficiales, y no se buscaran alternativas, los seres humanos no tendrían márgenes para ayudar y atender al prójimo.
¿Qué le hubiera sucedido a Aymlis González y los suyos si el pasado 30 de marzo, a las dos de la madrugada, en la terminal de ómnibus interprovinciales de la ciudad de Pinar del Río, se hubiesen «cuadrado» al punto de exigirle una constancia oficial del fallecimiento de varios familiares en un accidente automovilístico en La Habana?
Afortunadamente, ese no fue el desenlace. Aymlis quiere agradecer públicamente a Osmany, el jefe de turno con que se topó esa madrugada, lo sensible y solidario que fue con ellos, la ayuda incondicional que les prestó para que pudieran llegar lo antes posible. Y sin ningún interés, ese sucio interés que algunos ponen por medio, incluso hasta con la desgracia ajena.
Envuelta en el dolor y el aturdimiento, Aymlis no le transmitió todo lo que sentía a ese jefe de turno. Lo escribe ahora, desde su casa, en Osmani Arenado 185, entre Frank País y Ceferino Fernández, en la ciudad de Pinar del Río.
Las buenas acciones no necesitan de una «lista de espera» de los sentimientos. Las noblezas son así, expeditas.