Acuse de recibo
Yanetsi Herrera (Calle 80 No. 4307, entre 43 y 45, Marianao, Ciudad de La Habana), denuncia en su carta «la situación caótica» que están viviendo las niñas de Gimnasia rítmica provincial, de entre 8 y 14 años, a pesar de que son escogidas desde la base por sus condiciones para representar a la capital en competencias nacionales.
Procedentes de diversos municipios habaneros, las muchachitas fueron extraídas de su beca, que se encontraba en Cojímar, para la supuesta Academia de Gimnasia, en Belascoaín, que iba a estar preparada entre 7 y 15 días después del inicio del actual curso escolar. Pero el 5 de noviembre, cuando me escribiera Yanetsi, aún no se había solucionado el asunto.
Por ello, las niñas, que deben madrugar cada día, están diseminadas en escuelas no deportivas de Centro Habana. Y deben ir a almorzar, caminando, a Belascoaín, para después, con 2 o 3 profesoras de Gimnasia, ir hacia un local que se gestionó en el Instituto Preuniversitario José Martí, de La Habana Vieja. Todo ese trayecto caminando o en guagua, porque no pueden entrenar en la Academia, ya que allí está la Gimnasia Artística de base del municipio de Centro Habana.
Después de un intensivo entrenamiento hasta las 5:00 o las 6:00 p.m., es que entonces sus padres, luego de salir de sus respectivos trabajos en diferentes municipios de la capital, las recogen para trasladarlas a sus hogares, donde deben realizar sus tareas y prepararse para un nuevo día lleno de similares tribulaciones.
«¿Qué rendimiento académico y deportivo vamos a obtener de ellas?, pregunta la lectora.
«Y todavía tenemos que oír que esta situación no tiene solución por este año, y que si no nos montábamos en este tren, nos bajáramos, expresado por la Subdirección del Deportes de Centro Habana. Eso es lo que se les dice a esas niñas, padres y entrenadoras, que están respondiendo, y a pesar de todas las dificultades continúan trabajando para el desarrollo del deporte revolucionario».
Sucedió el 4 de noviembre pasado en un ómnibus P-15, que iba de Alamar al Vedado, en la capital. Irrumpió un grupo de escolares, en edades de entre 9 y 12 años, que al parecer iban de paseo en la semana de receso escolar. Gritaban, entre risas y empujones. Se proferían nombretes ofensivos unos a otros.
Idalmis Rodríguez (Edificio 974, apto. 56, Zona 6, Alamar), creyó de momento que los niños andaban solos. Pero no, descubrió más tarde que los acompañaba una «profe» —como le decían ellos—, y no joven, por cierto. La docente permanecía ajena a tanta indisciplina.
Dos de los más creciditos se subieron en la plataforma que tienen los asientos que están de espaldas, y daban golpes en las paredes del ómnibus, ante la mirada estupefacta de varios pasajeros.
Pero «la profe» ni se inmutaba. Y cuando lo hizo, en dos ocasiones, fue también con groserías y hasta manotazos. Así, durante todo el viaje, hasta que se apearon en el Parque de la Fraternidad.
Idalmis le preguntó a uno de ellos de qué escuela eran. Y le respondió: La Briones Montoto.
«Le confieso que me ha costado mucho trabajo escribir sobre esto, confiesa. Estuve muy mortificada todo el viaje, pues trabajé más de 20 años con niños y adolescentes. Pero no puedo permanecer callada ante algo que denota un deficiente trabajo educativo.
«Si esos niños se comportan así en público, ¿cómo será en el aula? Dudo que puedan aprender. Nada de mi entorno me es ajeno, menos aún si son las nuevas generaciones.
«Gracias por este espacio que nos estimula a confiar aún en que lo negativo puede ser transformado».