Acuse de recibo
Cuadres de cajas, inventarios de mercancías, limpieza y abastecimiento de almacenes, y hasta alguna reunioncilla o mítin relámpago que nada tiene de relámpago, son operaciones que, en no pocas unidades del comercio y los servicios, se efectúan en horario de atención al público.
Esa subordinación del cliente a quien debe servirle, ha sido muy fustigada en esta columna. La última vez fue Julián Rodríguez, desde el municipio capitalino de Arroyo Naranjo, quien desempolvó el asunto, el pasado 26 de julio.
Entre el silencio de quienes parece andan «cuadrando la caja» para responder, al menos la honrosa excepción ha sido la carta de José Hugo González, vicepresidente Comercial de CUBALSE, quien reconoce esas manifestaciones como «indisciplinas».
Explica el funcionario que en CUBALSE «tenemos establecido que los cuadres de caja, matutinos, inventarios, limpieza y abastecimiento de las unidades, y otras actividades similares, se realicen fuera del horario de servicio, sin afectación a los clientes».
En el caso del reabastecimiento de los servicentros con combustible, son precisas ciertas medidas de seguridad, apunta. Y aunque el programa de distribución se establece en horario nocturno y de madrugada, la flota de camiones cisternas de CUPET no es suficiente. Además, precisa, en los servicentros establecieron el cambio de turno a primera hora de la mañana, en el horario de menor demanda.
Manifiesta que entre las prioridades de CUBALSE hoy están la extensión de los horarios de servicio de sus unidades para facilitar la compra de los clientes, el mejoramiento de su servicio de garantía y postventa, las visitas sorpresivas a unidades para evaluar la calidad del servicio y la aplicación de medidas disciplinarias cuando se incumplen las normas establecidas.
Sobre la queja de la cardenense Mercedes Ayllón, en cuanto al desabastecimiento de calzado femenino talla extra en la red comercial, asevera que «a pesar de las múltiples gestiones realizadas con los distintos proveedores y fabricantes, en la realidad ha sido muy difícil materializarlo, por lo costoso y poco beneficio que les resulta montar las hormas e invertir en la producción, dado el bajo volumen que se demanda».
Abunda en que «en las ocasiones en que se ha logrado comercializar, su precio de venta resultó ser superior a los 40 CUC, convirtiéndose en mercancía de lento movimiento afectando los costos». Y acto seguido proclama que «estamos obligados a seguir trabajando en ese sentido para su solución».
Agradezco la respuesta. Nos complacería que alguna vez nos escriba para brindarnos pormenores de cómo se hacen cumplir las normas y los resultados de sus inspecciones al respecto. En cuanto a la respuesta del calzado talla extra, coincido en que hay que trabajar para una solución, pero en un plano más inmediato, porque es una urgencia de las personas que exceden los parámetros promedio. Los criterios de factibilidad económica no pueden primar por sobre las necesidades humanas, aún cuando sean las de un grupo minoritario en la población. Mucho menos en Cuba.
La segunda carta la envía desde la ciudad de Santiago de Cuba Juan Leandro González, residente en Barnada 314, entre San Jerónimo y Sagarra. Él narra algo que considera insólito:
Al lado de su casa, en el corazón del casco histórico de esa ciudad y a solo dos cuadras de la calle Enramada, la Plaza de Marte y el Museo Abel Santamaría, hay un solar abandonado que se ha convertido en un floreciente, más bien maloliente vertedero de basura.
Santiaguero al fin, amante de su ciudad, Juan Leandro está avergonzado con esa inmundicia. Confiesa que ha hecho múltiples gestiones en organismos, instituciones y direcciones administrativas. Y todo sigue igual.
Lo peligroso, en La Habana, Santiago o hasta en el mismísimo pueblito de Güira de Macurijes, es que las personas van acostumbrándose a convivir con las miasmas. Y así van degradándose.
Hay cierto destape de vertederos, y generalmente nada tiene que ver con recursos ni limitaciones, y sí con la conducta y el descuido humanos. Hasta con carretones halados por caballos, como en tiempos de la colonia, se puede mantener limpia una ciudad. Pero la higiene y la limpieza comienzan en la contención y urbanismo del ciudadano.