Acuse de recibo
Sí, se destraban nudos con la revelación de los problemas en esta columna. Pero eso no me hace sentir en el mejor de los mundos posibles, ni sonar trompetas triunfales; mucho menos creerme cosas. Soy solo un servidor inconforme.
Hoy responde Hilda Arias, directora comercial y de Mercadotecnia de ETECSA, sobre el caso de Sandra Cadalso, reflejado aquí el pasado 25 de mayo. Sandra, vecina de calle C número 103, Caonao, Cienfuegos, firmó contrato con ETECSA en junio de 2002, para el teléfono otorgado. Y aún no se lo habían instalado cuando escribió. Todo un récord.
Arias informa que fue el 6 de abril de 2007 que Sandra presentó una reclamación escrita a nivel de gerencia en su territorio. Pero también aclara que cuando Sandra hizo el contrato, le informaron que no existían entonces facilidades técnicas.
Después Sandra se presentó en dos ocasiones en la oficina comercial y le reiteraron la ausencia de facilidades técnicas, que debía esperar. Hilda manifiesta que eso fue un error de la ejecutiva comercial, «al no informar al nivel superior que existía un cliente con contrato firmado y no existían facilidades para su instalación».
Luego de la reclamación escrita, Sandra fue atendida el 10 de abril y se comenzaron a crear las condiciones técnicas para la instalación del servicio; pero fue después de revelarse aquí la carta, que el servicio telefónico quedó instalado el 29 de mayo pasado.
El gerente de ETECSA en el territorio se disculpó, y le aseguró a Sandra que se tomarían medidas disciplinarias con la ejecutiva comercial. Hilda ahora precisa que la misma ya no labora específicamente en esa oficina de ETECSA, pero aun así se le aplicó la sanción, «teniendo en cuenta que hace alrededor de cinco años incurrió en un caso similar». Pero, lamentablemente, no especifica cuál fue esa medida para quien desconoció durante cinco años a un cliente.
La otra respuesta la envía Pedro Julio González, presidente del Gobierno municipal de Santo Domingo, Villa Clara, sobre la queja de Damaisy González, vecina de Fructuoso Rodríguez número 14-A, en esa localidad, aparecida aquí el 17 de diciembre de 2006.
Entonces, Damaisy denunciaba que frente a su casa hacía tres años había una parada de carretones halados por caballos que abarcaba casi toda la cuadra, e infectaban de orines, excrementos y hedores a los vecinos. Habían hecho gestiones a todas las instancias en la localidad, y nada: sufrían sencillamente aquella imposición.
Ahora responde González que se decidió ubicar la piquera a cien metros de esa cuadra, en un área donde no hay viviendas ni centros de servicios. En la cuadra solo podrá permanecer un coche a la espera momentánea de los pasajeros. Y Comunales tiene la obligación de mantener higiénico el sitio.
Agradezco hoy la solución de ambos casos. Pero situándome en el lugar de los implicados, más que venir atrás a deshacer el entuerto por la revelación del caso, yo analizaría qué falla en la gestión institucional para que, a contrapelo de la razón y de la demanda ciudadana, se dilate una solución que ahora aparece ágilmente. Da que pensar.