Acuse de recibo
Dos inquietudes me llegan desde Regla, esa ultramarina villa que, aun cuando pertenece a la gran ciudad que es La Habana, sigue conservando esa personalidad tan propia en costumbres, tradiciones, creencias e idiosincrasia.
Remberto Pila Rodríguez, vecino de Valdés Dapena número 1, entre Tercera y Coyula, reparto Lídice de ese municipio, se queja sobremanera de lo que denomina «irregularidades» en el funcionamiento de la Terminal de Ómnibus Metropolitanos de esa localidad, donde tienen su base de operaciones las rutas 6, 106 y 126.
El lector conoce los problemas materiales y objetivos de esa Terminal, los mismos de todo el transporte urbano de la capital; con más razón explica las molestias que sufren los atribulados pasajeros que intentan cada día salir de ese paradero.
Explica Remberto que los expedidores con su proceder fomentan la indisciplina y la desesperación en los pasajeros que aguardan en las colas. Atrasan excesivamente la salida de los ómnibus, se extreman y esperan que entre la ruta 16 (Palatino-Regla) para entonces darle salida a la 106. Es cuando se forma lo que se forma. En ese desorden, hay choferes de la ruta 106 que salen y «se pasan con ficha» con la cola de salida. Sencillamente la obvian.
Tal proceder nada tiene que ver con las carencias. Aunque sí, son otras carencias: de rigor y respeto para con los pasajeros. Y ello se agrava en una localidad que solo tiene, además de ese ya de por sí deficitario transporte, la socorrida lancha para comunicarse con el centro de la gran ciudad.
Otro reglano preocupado, más bien indignado, es Antonio Sosa, residente en Calixto García 411, en esa localidad. Y el motivo es el abandono y deterioro que experimenta el que tradicionalmente se llamó El Parque del Obrero, y luego se denominara Julio Antonio Mella, comprendido entre las calles Ortiz, Perdomo, Alburquerque y Benito Anido.
Sosa, conocedor de la historia de su terruño, refiere que ese parque fue construido en los años 20 del siglo pasado a instancias del alcalde progresista de Regla Antonio Bosch, el mismo que sembró el olivo en la Colina Lenin y pidió un minuto de silencio cuando enterraban en Rusia al gran líder revolucionario.
Ese parque, escenario de combativos actos proletarios antes de la Revolución, tiene en su centro la estatua de bronce de un obrero con su mandarria. Y es tal la indiferencia en que permanece, asegura Sosa, que en una de sus esquinas, Ortiz y Perdomo, hay un basurero donde se arroja normalmente todo tipo de desechos y desperdicios. El pavimento del mismo está destruido, los canteros no existen, solo quedan tres o cuatro bancos, los postes exhiben sus faroles destruidos. Y ha llegado a tal extremo la desidia, que camiones y tractores lo atraviesan.
A Sosa le han informado que el problema fundamental es que por debajo del parque pasa un arroyo que ha ido debilitando su centro. Pero el veterano no se conforma con esa excusa, pues considera que, ese reservorio de la memoria histórica en un sitio de tanta tradición obrera como Regla merece una atención urgente. Sería imperdonable legar ese sitio sagrado a la amnesia y el olvido.