Acuse de recibo
Esta columna nunca escatima espacio para reflejar los elogios de nuestros lectores acerca de la salud pública cubana. Pero así como difundimos el agradecimiento de muchas personas a quienes con amor y profesionalidad salvaron su vida o la de un familiar, así también debemos incluir sus criterios sobre manchas en instituciones médicas que se producen a pesar de los esfuerzos del Estado para que estas brinden un servicio de excelencia.
Me escribe Manuel Martínez, vecino de Loynaz del Castillo 444, entre Pocito y Luz, en el barrio capitalino de Lawton. Cuenta que hace dos semanas trata infructuosamente de resolver una neuralgia en sus piezas dentales, en la clínica estomatológica de Tejar, entre Lawton y San Anastasio, en esa localidad.
El problema es que se encuentran rotos los equipos autoclaves, y la administración de la clínica ha hecho todas las gestiones posibles, sin que se haya resuelto nada. Resultado: son los pacientes quienes sufren.
La segunda carta la envía Renso Yohandy Miranda, de Andrés Berro Macías 162-A, entre José Mendoza y Rubén Batista, en la ciudad de Trinidad, provincia de Sancti Spíritus: él es cajero de un banco, y padece una enfermedad progresiva denominada keratoconus, que le ocasiona visión doble. Ya hace ocho meses que está trabajando con serias dificultades. Los lentes para él son imprescindibles.
El 12 de abril pasado entregó la receta en la óptica de 19, entre 22 y 24, en el Vedado, Ciudad de La Habana, con número de orden 5229. Y desde entonces no ha dejado de comunicarse telefónicamente, pero aducen atrasos.
Andrés solo tiene 28 años, y está muy preocupado, pues ha perdido bastante visión. ¿Tendré que dejar el trabajo por ese motivo?, se pregunta angustiado.
Tamara González, vecina de calle Cuarta número 75, altos, entre Santa María y Central, reparto Nalón, Guanabacoa, en la capital, permaneció ingresada nueve días en el Hospital Joaquín Albarrán (Clínico Quirúrgico de 26), y atestigua que la atención médica fue inmejorable.
Pero frente a tantos esfuerzos por la vida humana, contrastaba un salidero persistente en los baños y enfermería de la sala Q de piel.
Tanto pacientes como acompañantes indagaron con los trabajadores de mantenimiento, y estos dijeron que lo que podía hacerse en ese momento era clausurar la única llave de agua que existía; «solución con la que, como es lógico, nadie estuvo de acuerdo; por lo cual el salidero continúa. ¿No habrá por ahí, en algún almacén olvidado, una simple zapatilla que elimine ese cruel despilfarro?», señala Tamara.
Caridad Ramos, de Factoría 215, entre Misión y Arsenal, en La Habana Vieja, señala que tuvo un familiar ingresado en la Sala Fortún del Hospital Calixto García, institución famosa por la calidad y consagración de sus médicos.
En sus visitas a esa sala, se ha percatado de que no hay agua en los baños, y hay falta de higiene en los pisos. Además, los alimentos de los pacientes son transportados en condiciones sanitarias inadecuadas, en depósitos de cualquier índole, con jarros que se introducen en cubos plásticos. «Situaciones como estas hay que combatirlas», afirma la lectora.