Si imaginamos una computadora, el hardware es el genoma mientras que el software, toda la programación, es el epigenoma, y este es más flexible de lo que jamás se imaginó en el pasado, lo que podría tener enormes implicaciones en el campo de la salud en el futuro. Autor: Tomado de Internet Publicado: 05/05/2019 | 12:47 pm
La humanidad siempre se ha hecho grandes y poderosas interrogantes acerca de la creación y la herencia, más aún cuando se trata de enfermedades y traumas, es por ello que la epigenética— el estudio de modificaciones en la expresión de genes que no obedecen a una alteración de la secuencia del ADN y que son heredables—, nos ofrece una panorámica de cómo eventos caóticos en nuestras vidas pudieran afectar a las siguientes generaciones.
Para ilustrar esta información, en 1864, cerca del final de la Guerra Civil de Estados Unidos, las condiciones en los campos de prisioneros de guerra de la Confederación estaban en su peor momento, y hubo tal hacinamiento en algunos campamentos que los prisioneros, soldados del Ejército de la Unión del norte, tenían el espacio en metros cuadrados equivalente a una tumba, por lo que la cifra de muertes de los presos se disparó.
Para muchos sobrevivientes, la desgarradora experiencia los marcó de por vida y una vez finalizada la guerra, volvieron con problemas de salud, peores perspectivas laborales y menor esperanza de vida.
El impacto de estos problemas no se limitó únicamente a quienes los sufrieron en primera persona, sino que los efectos pasaron a hijos y nietos, en una herencia que parecían pasar mediante la línea masculina de las familias.
Si bien los hijos y nietos no estuvieron en ningún campo de prisioneros de guerra, y pese a que no les faltó de nada durante su infancia, sufrieron tasas de mortalidad más altas que el resto de la población en general, y la conclusión fue que al parecer, los prisioneros transmitieron parte de su trauma a sus descendientes.
A diferencia de la mayoría de las enfermedades hereditarias, esto no se produjo como consecuencia de mutaciones en el código genético.
Una herencia difícil
Los investigadores analizaron un tipo de herencia mucho más oscura, y es cómo sucesos que le pasan a alguien a lo largo de su vida, pueden cambiar la forma en que se expresa su ADN, y cómo ese cambio puede expresarse en los descendientes.
La epigenética plantea que existen pequeñas etiquetas químicas que se agregan o eliminan de nuestro ADN en respuesta a los cambios en el entorno en el que vivimos, y estas etiquetas activan o desactivan los genes, posibilitando la adaptación a las condiciones del entorno sin causar un cambio más permanente en nuestros genomas.
Existe un número creciente de estudios que apoyan la idea de que los efectos de un trauma pueden transmitirse a las siguientes generaciones a través de la epigenética.
En los campamentos de la Confederación, estos cambios epigenéticos fueron el resultado del hacinamiento extremo, el deficiente saneamiento y la desnutrición.
Los hombres tuvieron que sobrevivir con pequeñas raciones de maíz, y muchos murieron de diarrea y escorbuto.
«En este período de inanición intensa, los hombres se volvieron esqueletos andantes», dice la autora de uno de los estudios, Dora Costa, economista de la Universidad de California, en Los Ángeles. Costa y sus colegas estudiaron los expedientes médicos de casi 4.600 niños cuyos padres habían sido prisioneros de guerra y los compararon con los de más de 15.300 niños de veteranos de guerra que no habían sido capturados. Los hijos de los primeros tenían una tasa de mortalidad un 11% más alta que los hijos de veteranos que no fueron prisioneros.
Los investigadores hallaron que otros factores, como el estado socioeconómico del padre, el trabajo y el estado civil del hijo, no podrían explicar esa mayor tasa de mortalidad.
Los niños nacidos antes y después de la guerra debían tener la misma probabilidad de reducción en la esperanza de vida. Pero «si miras dentro de las familias, solo hay efectos entre los hijos nacidos después, pero no antes de la guerra», dice la experta.
Así que una vez descartadas las causas genéticas, la explicación más plausible que quedaba era un efecto epigenético.
Muchas de las veces en las que se cree que el trauma se ha transmitido a través de la epigenética están vinculadas a los momentos más oscuros de la historia. Se cree que las guerras, las hambrunas y los genocidios han dejado una marca epigenética en los descendientes de quienes los sufrieron.
Un análisis de 2015 descubrió que los hijos de los sobrevivientes del Holocausto tuvieron cambios epigenéticos en un gen que estaba vinculado a sus niveles de cortisol, una de las hormonas involucradas en la respuesta al estrés.
Los investigadores han criticado las conclusiones del estudio, manifestando que sin mirar varias generaciones y ahondar en el genoma, no se puede tener seguridad que sea herencia epigenética.
También se reconoce que los resultados fueron exagerados en algunos informes, y se necesitarían análisis más amplios que evalúen varias generaciones para sacar conclusiones firmes.
Sin embargo se plantea, que curar los efectos de traumas vividos puede detener el proceso epigenético para que sus efectos no lo hereden las generaciones siguientes.