Un número elevado de aves anidan reservas cubanas. Autor: Cortesía de la fuente Publicado: 21/09/2017 | 05:11 pm
Ser pesado no siempre implica una recompensa. Según un estudio del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), esta máxima es aplicable a las crías de ave que exigen comida con mayor insistencia, indica El Mundo.es.
El estudio publicado en la revista Journal of Evolutionary Biology ha demostrado que las crías que demandan alimentos más insistentemente crecen menos y tienen menos defensas.
Para alcanzar este hallazgo, los investigadores analizaron el comportamiento de varios pollos de alcaudón meridional (Lanius meridionalis), un ave muy común en la Península Ibérica. Su conclusión: las crías más insistentes acaban «pagando» su comportamiento, al menos en términos de energía. Es una forma de evitar que las crías manipulen las pautas de alimentación de los padres.
«Las crías de aves altriciales, aquellas que nacen ciegas, sin plumaje y casi sin movilidad, piden comida mediante un comportamiento extravagante y llamativo. Sin embargo, ese comportamiento tiene un coste, ya que las exigencias insistentes repercuten de forma negativa en la capacidad de crecimiento y en la respuesta inmune de los pollos», explica el investigador del CSIC Gregorio Moreno‐Rueda, de la Estación Experimental de Zonas Áridas.
Un coste energético
«Para que las señales sean honestas y reflejen fielmente la necesidad de los pollos, hambre en este caso, deben ser costosas de producir», explica Moreno-Rueda.
Durante el experimento, el equipo de investigación separó a los pollos en dos grupos. Ambos recibieron la misma cantidad de alimento y convivieron bajo las mismas condiciones ambientales. Sin embargo, uno de los grupos fue estimulado para solicitar comida durante casi 30 segundos por hora, mientras que el otro sólo lo hizo durante dos segundos.
Tras comparar los resultados, los investigadores constataron que la tasa de crecimiento del grupo que solicitó alimento durante menos tiempo y su respuesta inmune eran superiores a las de las aves del otro grupo.
Moreno-Rueda confiesa que esperan que los resultados ayuden a «comprender la psicología infantil de los humanos, ya que el llanto de los bebés es análogo al comportamiento de petición de los pollos». Además, «si los resultados son extrapolables a la psicología infantil, el llanto supondría un gasto de energía que se traduciría en una reducción de la tasa de crecimiento y de la inmunocompetencia», concluye el investigador.