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Un virtuoso y el jaque mate que nadie vio

El desaparecido ajedrecista villaclareño Guillermo García González fue el segundo Gran Maestro cubano titulado después de 1959, al conseguirlo en 1976, un año después que el habanero Silvino García

Autor:

Javier Rodríguez Perera

Siempre le he guardado mucho respeto y admiración a Osmani Pedraza Ledón, uno de los tipos más conocedores de ajedrez que tengo en mi círculo. Entrenador, árbitro internacional y estadístico empedernido, toda una enciclopedia al que he citado en numerosas ocasiones en materiales de mi autoría. Unas veces obtengo sus datos o informaciones en sus espacios en diferentes redes sociales y otras a través de consultas realizadas por WhatsApp. Nunca el villaclareño ha dejado de responder y siempre lo ha hecho con premura y exactitud envidiable.

Un día, conversando de ajedrez, naturalmente, no sé cómo salió el nombre de Guillermo García González, coterráneo suyo nacido en Santa Clara, segundo Gran Maestro cubano titulado después de 1959 y considerado entre los trebejistas más talentosos que ha parido este Archipiélago. Lo admito, lo que comenzó como un simple diálogo, acabó como una especie de miniconferencia de varios minutos sobre el Guille —de la cual solo yo disfruté—, fallecido el 26 de octubre de 1990 cerca de La Habana, víctima de un accidente automovilístico a pocos días de participar en la Olimpiada Mundial de Novi Sad.

Tantos momentos interesantes de la vida deportiva y personal del desaparecido jugador resultaron de aquel intercambio, de ahí que consulté con Pinky, como es conocido Pedraza, mi afán de publicar una parte de lo hablado. Él accedió al instante y lo que leerán a continuación permitirá adentrarse un poco más en algunos aspectos no tan conocidos del ajedrecista fallecido con 36 primaveras y que hoy tuviera 70 años.

«Más allá de su talento ajedrecístico y sus resultados, Guillermito fue una persona muy querida por casi todos, tanto jugadores nacionales como internacionales. Recuerdo que cuando él murió, en 1990, una de las publicaciones más bonitas y sentidas que se hicieron fue de un español, en la revista Jaque. Realmente hablaba de él con un cariño tremendo y una admiración enorme, agradeciendo el tiempo que estuvo por España, donde intervino en varios torneos.

«La única vez que lo vi jugar, presencialmente, fue en un torneo en el teatro La Caridad, de Santa Clara, y me impresionó. Tenía un vaso casi lleno de café y dos cajetillas de cigarro Popular encima de la mesa. Cuando aquello se permitía fumar en el salón de juego. También lo vi muy fugazmente en la academia. Pero sí puedo decirte que fue un ajedrecista de mucho talento. El talento es una cosa rara, no se puede medir como la temperatura o la fuerza de una persona. El talento es innato y es algo que la gente considera que alguien tiene o no. En su caso, casi todos coinciden en que es el trebejista más talentoso de los nacidos en Cuba, después de Capablanca.

«Eso lo demuestran sus partidas, creaba mucho en sus partidas, en posiciones, tenía bastante iniciativa en las aperturas. Jugaba líneas bastante raras en determinados momentos; sin embargo, creo que sobresalió más en los finales. Se hizo especialista en finales, porque le fue mal en sus comienzos en un Campeonato Nacional en el que era juvenil, y a partir de ahí, según me han contado, potenció ese momento del juego».

—Me contabas que en la recta final de su carrera hizo muchas tablas, resultado de la desmotivación…

—Sus partidas son un modelo casi todas, lo que pasa es que, luego de que él llega al estrellato, a ser el mejor de Cuba, perdió un poco esa ansia por el ajedrez. Guille decía que el coeficiente
Elo era una cosa matemática y que a veces ganabas una lid y no sumabas puntos al Elo. Lo veía como algo frío que no reflejaba la calidad de un trebejista. Según me corroboró el propio Gran Maestro villaclareño Jesús Nogueiras, que lo conoció más y trabajó con él mucho tiempo, perdió ese amor por su deporte por dicho motivo.

«Lamentablemente, en los últimos torneos hizo muchas tablas. Hay anécdotas que narran que él pedía el empate a todos en el evento antes de empezar, y a los que no aceptaban entonces les jugaba. Si se revisan las estadísticas de sus últimos certámenes, se comprobará. De hecho, en el Campeonato de Cuba de 1990 en Santiago de Cuba, días antes del accidente, jugó once partidas y en todas acordó la igualada. La última fue ante el holguinero Walter Arencibia, que le sirvió a Walter para completar el título de Gran Maestro.

«Pero eso no quita que haya sido un ajedrecista muy talentoso, con ideas geniales que pusieron “contra las cuerdas” a jugadores de primer nivel en el mundo. Te repito, fue un virtuoso de los finales y de la forma en que veía jugadas naturales sin consumir mucho tiempo.

«Hay una anécdota famosa en el Memorial Internacional Capablanca, en una de las versiones en las que se sellaban las partidas y se continuaban al otro día o en la jornada prevista para las partidas selladas. Varios jugadores cubanos estaban analizando una posición y el Guille entró a la habitación a buscar algo que se le quedó. Alguien le preguntó por la posición y él, que estaba muy apurado, miró dos minutos y respondió que la jugada era poner el caballo en e5. Se fue y al cabo de las dos horas, aproximadamente, llegaron a la conclusión de que, efectivamente, la mejor jugada que había en esa posición fue la que dijo García.

«Desafortunadamente, perdió la motivación para continuar compitiendo al más alto nivel. Fue un rival temido en nuestro país, en América y en naciones como España».

—Hoy, en el escenario competitivo nacional, el Memorial Guillermo García es, me atrevo a decir, el segundo torneo de más nivel.

«Sí, es un evento muy importante. De hecho, desde hace varios años es el segundo certamen en importancia en nuestro país, detrás del Memorial Internacional Capablanca. El Guillermo García prendió de una manera increíble desde que surgió, pues los maestros de otros países venían por la amistad y el respeto que sentían hacia él. Así ha perdurado y se ha efectuado, indistintamente, antes o después del Capablanca y eso ha ayudado mucho a que todavía exista, porque los atletas foráneos se programan y pueden jugar dos justas internacionales en poco tiempo. Entre un evento y el otro apenas hay un día, el del traslado.

«Otro punto favorable para que se mantenga y guste es que se aseguran todas las condiciones a los concursantes, nacionales y extranjeros. El hospedaje queda muy cerca de la sede de competencia, se puede ir caminando y eso agrada bastante a los ajedrecistas, pues no tienen que coger ningún transporte.

«Ahora Santa Clara, el municipio, adonde se está organizando, se ha tomado muy en serio las últimas ediciones, que han sido realmente geniales. La Dirección Municipal de Deportes entiende muy bien lo que significa la figura de Guillermo García para nuestra ciudad y le ha puesto mucho interés al torneo. Para beneplácito de nosotros, los santaclareños, creo que el evento perdurará por mucho más tiempo y ojalá que suba más la calidad de los Grandes Maestros que intervienen».

El villaclareño en un fortísimo torneo en Moscú, en 1982. Foto: Ajedrezpinal.com

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