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Sucesiones del tiempo ajedrecístico

A diferencia de los deportes en los que el «tiempo de posesión» evidencia el dominio de un equipo sobre la cancha, la alternancia de jugadas es la norma en el ajedrez

Autor:

Amado René Del Pino Estenoz

Quienes se hayan cautivado por el juego ciencia luego de seguir las peripecias de Beth Harmon —la heroína imaginada por el narrador Walter Trevis en la novela Gambito de Dama, que posteriormente inspiró la serie homónima de Netflix—, recordarán una escena en la que la formidable jugadora corría desenfrenadamente hasta ocupar su lugar frente al tablero justo antes que comenzara la ronda competitiva. Visiblemente azorada, Harmon no temía desplantes ni descortesías, sino más bien que el reloj que regula el tiempo de reflexión de cada trebejista fuera puesto en marcha durante su ausencia.

Dotado de un ámbito espacial en el que confluyen coordenadas, columnas y diagonales, donde se conciben planes estratégicos como el bloqueo de casillas, los enroques opuestos, el sacrificio de piezas y las jugadas intermedias; el ajedrez no es privativo del factor tiempo.

A tono con la reglamentación deportiva vigente en ámbitos atléticos tan dispares como el tenis, el fútbol o los deportes de combate, el juego ciencia posee una dimensión temporal presente en las cadencias de juego, la duración de los torneos, y en prácticas competitivas como el incremento o bonificación, el aplazamiento de partidas y los controles de tiempo.

A diferencia de los deportes en los que el «tiempo de posesión» evidencia el dominio de un equipo sobre la cancha, la alternancia de jugadas es la norma en el ajedrez. A causa de la regla conocida como zugzwang —es decir la «obligación» de jugar cuando corresponde—, los jugadores procuran mejorar con cada movimiento la posición de sus piezas en el tablero hasta materializar las opciones de victoria. 

Junto a las piezas de juego, el mobiliario y las planillas de anotaciones, los relojes son elementos imprescindibles para organizar una competencia de ajedrez. Así como los árbitros supervisan elementos como la colocación correcta de los trebejos sobre el tablero, el registro anotado de la partida o el tránsito de los jugadores por el recinto de juego; los jueces velan por el consumo excesivo de tiempo y atienden la manipulación correcta de los relojes.

Por su importancia cada vez más recalcada por jueces, entrenadores e historiadores del deporte, Jaque perpetuo penetrará los entresijos relacionados con el tiempo en el ámbito de los trebejos. Implementado hace más de siglo y medio en la alta competencia, el registro temporal le insufla a los trebejos componentes de equidad, optimización y agilidad que hoy resultan indisociables de las buenas prácticas ajedrecísticas. 

Entre prisa y genialidad

Por su condición de juego de reflexión, los practicantes del ajedrez se han interesado por pautar el tiempo que consume cada jugador para ejecutar la integridad de sus movimientos legales. Si bien el mundo de las 64 casillas nunca ha estado desprovisto de cualidades como la concentración, el poder de cálculo y la resistencia física, hoy resulta insólita la extensión del match sostenido en 1834 por la supremacía europea entre el británico Alexander McDonell y el francés La Bourdonnais, cuyas partidas duraban 14 horas como promedio.

Desde que el maestro alemán Adolf Andersen y el mecenas húngaro Ignatz Kolisch disputaron un match en la capital británica en 1861, se comenzó a computar el tiempo consumido por cada jugador con el empleo de relojes de arena. Se utilizó en esa ocasión un control de tiempo —cantidad de tiempo asignado para un número específico de jugadas— harto displicente para la época actual: dos horas per cápita por cada 24 jugadas. 

De la mano del emprendedor Thomas Bright Wilson y el maestro británico Joseph Henry Blackburne se implementó en el torneo Londres 1883 —ganado por el futuro retador a la corona mundial Johannes Zukertort— el primer reloj mecánico doble, manipulado por los propios jugadores y comercializado por la empresa Fattorini & Sons.

Estos artefactos patentados por Wilson admitieron en años sucesivos una mejora en términos de legibilidad al incorporársele en la parte superior de la esfera una pestaña conocida como «bandera» que caía en el momento que el minutero arribaba a la hora en punto. Implementada de manera sistemática en los relojes analógicos desde el Congreso Ajedrecístico de Düsseldorf 1908; la expresión «bandera caída» se convirtió en sinónimo de derrota para un ajedrecista.

De acuerdo con las convenciones competitivas de la época, si una partida excedía las seis horas de duración, la práctica habitual era aplazar los cotejos con vistas a prevenir la fatiga mental de los jugadores. Para proceder al ajournement (aplazamiento) el trebejista en turno colocaba su movida en un sobre lacrado cuyo acceso se restringía al árbitro, quien procedía a develar la jugada «sellada» una vez que se reanudara el encuentro.

La práctica del ajournement se volvió obsoleta hacia la década de 1990, con la aplicación del incremento de tiempo —bonificación por cada movimiento realizado—, y la exigencia de los organizadores de completar cada partida durante la jornada de competencia ante la perspectiva de que los jugadores analizaran las partidas selladas con el empleo de las cada vez más potentes computadoras.

Epopeyas trascendentes    

Si nos atenemos al éxito editorial de El método Zugzwang —escrito en coautoría por el neurolingüista Daniel Muñoz Sánchez y el Gran Maestro Herminio Herráiz—, detectaremos cómo han cambiado los métodos de entrenamiento en el ajedrez, en el que la gestión del tiempo juega un papel cada vez más determinante en los éxitos deportivos. Dada la cohabitación acentuada en el escenario competitivo de los ritmos rápido y blitz —dotado cada uno de su respectivo ranking mundial—, y decrecimiento temporal de la modalidad estándar; la preparación teórica de los trebejistas contribuye a garantizar admirables performances competitivos.

Tanto como los elementos posicionales del juego, los trebejistas se muestran particularmente atentos durante las partidas al tiempo consumido por cada jugada que ejecuten. Gracias a las oportunidades de aprendizaje que ofrecen las computadoras y las aplicaciones móviles, los futuros grandes maestros ejercitan de manera constante las diversas situaciones de juego —novedades teóricas en las aperturas, ejercicios tácticos, métodos ganadores de finales básicos—, enfrentadas en la mayoría de los casos bajo los rigores del zeitnot, el apuro de tiempo que padecen los jugadores ante una posición compleja.

Según la tendencia actual, los escenarios competitivos en el ámbito ajedrecístico resultan cada vez más exigentes e impredecibles, como el célebre Torneo de Candidatos Ekaterimburgo 2020-2021 que alcanzó los 400 días de duración luego de la interrupción forzada durante 13 meses por la cuarentena vigente durante la pandemia. En este certamen —considerado como el torneo presencial más largo de la historia—, el maestro ruso Ian Nepomniachtchi tuvo que sobreponerse a la incertidumbre anímica, la fatiga mental y la rigurosa preparación para convertirse en el retador del vigente campeón Magnus Carlsen.

En el propio año 2021, Carlsen revalidó su título ante Nepomniachtchi, satisfaciendo las expectativas de triunfo de la mayor parte de la comunidad ajedrecística. En extremo exigido durante los primeros cotejos del match, Carlsen inclinó la balanza a su favor desde que materializó el triunfo en la 6ta. ronda luego de una pugna épica que alcanzó las 136 jugadas —récord para estas lides centenarias— y sobrepasó las ocho horas de duración. Entronizado durante la Olimpiada Mundial Budapest 2024 como el mejor jugador de la historia durante el ámbito de celebración del centenario de la Federación Internacional de Ajedrez, el fenomenal noruego ha obtenido éxitos no menos resonantes en la modalidad rápida y en la blitz, lo que le ha permitido ostentar en determinados períodos la «triple corona».

Aunque la permanencia de Carlsen como primera figura del ajedrez mundial parece amenazada ante el empuje de una cohorte de nativos digitales de meteórica progresión en diversos ámbitos competitivos (Dommaraju Gukesh, Arjun Erigaisi, Nodirbek Abdussatorov); el trebejista escandinavo continuará siendo referente por su esmerada preparación precompetitiva, tanto en la dimensión estratégica como en los aspectos físico y sicológico.

Cada vez más imbuidos de cierta espectacularidad que persigue atraer mejores patrocinios y mayores audiencias de internautas, los trebejos contemporáneos no han dejado de evolucionar. Aunque la maestría ajedrecística siempre ha sido percibida como una «batalla contra el tiempo», el actual contexto competitivo exige un entrenamiento minucioso y cronometrado, en el que se contemplan elementos tan específicos como las cargas físicas, la calidad del sueño y la alimentación. Siempre que se compense la comprensión estratégica del juego con un desenvolvimiento coherente en la vida pública y profesional, contaremos figuras emergentes dignas de ser admiradas por quienes reconocemos el poder de la inteligencia.

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