Tras el ippon victorioso, la primera reacción instintiva de los judocas cubanos es señalar a los suyos. Allí, en un sector de la grada del Coliseo de la Universidad de El Salvador, están sus compañeros de disciplina, pero también hay boxeadores, pesistas, entrenadores, médicos y muchos locales que animan a la Mayor de las Antillas sobre los tatamis.
Iván Silva, campeón de los 90 kilos, sonríe y apunta con el dedo a su gente después de vencer por segunda vez en estas lides. El pasado ciclo fue exitoso para él, con títulos en los centrocaribes de Barranquilla y los panamericanos de Lima. Sin embargo, el cierre de la ruta en Tokio 2020 no resultó del todo agradable, de ahí que esta victoria signifique tanto.
El subcampeón del orbe de 2018 se ve calmado. Es líder junto a su coterráneo, el matancero Andy Granda (+100 kg), del plantel masculino, y a nivel general representa una de las grandes figuras del deporte cubano actual. Pero los premios no los envanecen. Su humildad para valorar el nivel de la competencia y el nuevo logro en esta justa regional demuestran que para él no hay victoria más grande que poder dar el máximo y tener la mente tranquila.
Poco después de la esperada sonrisa de Silva, le toca el turno a Kaliema Antomarchi en los 78 kg. También monarca hace cinco años en tierra colombiana, la imponente morena hace gala de su nivel técnico y con una proyección demoledora elimina a su rival para llevarse a casa otra medalla dorada. Tras la confirmación oficial de su alirón, la bronce mundial de 2017 y vigente reina centrocaribeña y continental, sonríe y saluda.
Para muchos que miran el espectáculo desde fuera, el show de Kaliema sobre el tatami pudiera parecer un fenómeno natural, nada nuevo bajo el sol. Y sí, tendrían razón en pensar que esta mujer santiaguera ha sido inobjetablemente la mejor de su división, pero a la vez cometerían el error de pensar que ha sido un trayecto despejado.
Antes de esta justa en tierra salvadoreña, Antomarchi no competía oficialmente desde finales de 2022. Lesiones constantes la habían alejado del deporte que ama y para ella llegar en forma a estos juegos ha sido toda una odisea. Aún sin estar al ciento por ciento se enfundó el judogui y salió a revalidar su primer lugar de hace cinco años.
Una tras otra cayeron las rivales hasta que se cruzó en su camino la dominicana Eiraima Silvestre, último obstáculo antes del oro. En un intento de técnica que Kaliema conocía perfectamente, la quisqueyana falló y fue víctima de un contragolpe letal. Contado así uno pudiera pensar que es cosa de coser y cantar, pero no, ser campeón, por mucho que algunos elegidos lo hagan ver como algo fácil, nunca lo es.