Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Permanece invicto

Lo que comenzó como un esparcimiento, le sirvió al Comandante en Jefe Fidel Castro para guiar el ataque al Moncada y la lucha guerrillera. Casi no le quedaron disciplinas por ejercitar al máximo impulsor del deporte cubano

Autores:

Nelson Rodríguez Roque
María Julia Guerra

 

«Cuba ha desarrollado una verdadera y

sana cultura deportiva…»

Fidel Castro

«Yo tenía el hábito del deporte y de escalar montañas, dos aficiones espontáneas», confesó el Comandante en Jefe Fidel Castro a Ignacio Ramonet en el libro Cien horas con Fidel. Esa y otras precisiones que aparecen en el mismo texto, además de algunos testimonios recogidos entre sus amiguitos de la infancia y del rastreo por la prensa, nos confirman su vocación por el deporte,  como  practicante  y admirador.

El haber disfrutado de la natación, la escalada de montañas, el tiro… en más de una ocasión le sirvieron para preservar la vida. Y, por qué no, ese cuerpo y mente forjados en el deporte que le valieron para sortear avatares.

Aprendió a nadar en los ríos de su natal Birán, con la misma gente que participaba de sus aventuras, muchachos humildes de la zona. Esos que cuentan cómo hicieron un trampolín en el charco El Jobo, donde también jugaban al «gárgaro», suerte de competencia que inventó para ver quién nadaba más; al que tocaban perdía y «nunca fue fácil de coger, nadaba duro».

En Santiago de Cuba, cuando estudiaba en el colegio La Salle, siguió practicando natación. En la península donde hoy existe la termoeléctrica Renté, el colegio tenía una finca con un balneario, en el que había tres trampolines: «Yo debí haber sido clavadista, porque recuerdo que cuando llegué la primera vez me lancé desde el trampolín más alto, en una especie de desafío entre adolescentes: ¿quién se tira?, pam, me tiré, de pie menos mal que no me tiré de cabeza; estaba bastante alto el trampolín, pero me lancé sin pensarlo mucho».

No existen dudas de que ese dominio del nado y su entrenamiento, le sirvieron para salvar la vida en julio de 1947, cuando, viendo fracasada la expedición antitrujillista de Cayo Confite, se lanza al mar en la bahía de Nipe.

«Yo era buen tirador –aseguró el Comandante en Jefe–. Mi experiencia se debía al hecho de haber nacido en el campo y haber utilizado muchas veces los fusiles de mi casa sin permiso de nadie, un Winchester, una escopeta Browning de cacería, los revólveres, todas las armas posibles.

«Cuando estudiaba el Bachillerato era, sobre todo, deportista y escalador de montañas. Mi actividad principal eran el deporte y la exploración. ¡Me encantaban! No había subido el Pico Turquino y me habría hecho falta…

«Me habían nombrado uno de los jefes de los exploradores desde la primera expedición al valle de Yumurí, porque era el jefe el que pasaba en vela toda la noche, como un centinela… Yo le añadía algunas actividades por mi cuenta, como escalar montañas. Y finalmente me nombran general y jefe de los exploradores del colegio…

«Pero también participaba en todos los deportes y terminé designado, el último año –la escuela tenía mil y tantos alumnos–, como el mejor deportista del colegio. Destacaba en el baloncesto, el fútbol, el béisbol, campo y pista, en casi todos los deportes».

Al venir de vacaciones a Oriente, además de cazar y nadar en el río, jugaba pelota en el campito de Hevia, boxeaba en la valla y organizaba excursiones. Para enfrentar las gestas del Moncada y la Sierra Maestra, su capacidad atlética y la puntería de nuevo lo denotaron entre moncadistas y combatientes rebeldes.

En otra dimensión

El 24 de julio de 1959, en el Grand Estadium del Cerro –actualmente Latinoamericano–, dos equipos, Barbudos y la Policía Nacional, desarrollaban un duelo de béisbol, con el objetivo de recaudar fondos para consolidar la Reforma Agraria. Por el primer seleccionado abriría en la lomita el Comandante en Jefe y en el otro bando estaba anunciado Camilo Cienfuegos.

Aquel partido de béisbol de julio del '59 forma parte de los capítulos perdurables de los años iniciales de la Revolución. Foto: Tomada del sitio web Fidel soldado de las ideas

De pronto, apareció sobre el césped el Señor de la Vanguardia, enfundado en el traje de los Barbudos y con la indumentaria de receptor. Los periodistas se le acercaron y Camilo respondió: «Yo no estoy contra Fidel ni en la pelota». La afición ovacionó la entrada del Comandante en Jefe al terreno y la batería (monticulista y cátcher) se comunicó perfectamente; aunque los tiradores relevistas fallaron y la Policía ganó, 3-0. Fidel roleteó por el cuadro en su única comparecencia al cajón de bateo.

En Birán, recuerdan que también era bueno en el pasatiempo nacional: «Eso era lo que le gustaba, él era el pítcher».

«El deporte es fuente de voluntad, constancia, vigor (…) y agilidad mental», reflexionó el líder de la Revolución, tres semanas después del arribo a la capital con la Caravana de la Victoria. Además, significaba a la cultura física como impulsora de la formación de valores.

Presente en múltiples momentos: la inauguración de los Juegos Escolares en 1963, en su edición inicial; el cierre del relevo 4x400, cuando Juantorena descontó más de 20 metros y relegó a un corredor jamaicano, en los Juegos Centroamericanos y del Caribe del ‘82; la primera medalla de oro panamericana en la natación, al cuello de Mario «Mayito» González en los 200 metros estilo pecho; sus aplausos a la delegación nuestra que desfiló en la ceremonia inaugural, hace 30 años, en la Olimpiada de Barcelona; los recibimientos al plantel de boxeo dirigido por el profesor Alcides Sagarra, que fue despojado por los jueces de varios éxitos en el Campeonato Mundial en Houston (1999), y a los subtitulares del Clásico Mundial de Béisbol en 2006…

Célebre fue su participación en desafíos de pelota como el de 1999, junto al presidente venezolano Hugo Chávez. El exmandatario estadounidense James Carter compartió con Fidel en otro partido sucedido en mayo de 2002, en el Latinoamericano.

Para los holguineros tienen particular relevancia el encuentro que sostuvieron en 1944 los campeones nacionales (menores de 18 años) del Colegio de Belén, con el hijo de Lina y Don Ángel en su plantilla, y el quinteto del Instituto de Segunda Enseñanza de la Ciudad de los Parques, o los dos choques de voleibol que disputó en la Secundaria Básica en el Campo (rústica) de Velasco, ante estudiantes de ese centro, el 12 de febrero de 1975, donde salió airoso por partida doble.

Ideó las Olimpiadas del Deporte Cubano, pues las autoridades salvadoreñas no garantizaron la seguridad de los nuestros en la lid centrocaribeña de 2002. Una fecunda amistad lo unió al Pibe de Oro, Diego Armando Maradona. Intercambió y bromeó con el pugilista norteamericano Mohamed Alí, y el genio de los trebejos Anatoli Karpov le obsequió un juego de ajedrez.

«No estamos más que empezando; el día de mañana obtendremos grandes triunfos, triunfos tal vez mayores», anunció y viajó al futuro, como acostumbraba. La vida le hizo justicia, porque la embajada antillana lideró el medallero de los Juegos Panamericanos Habana ‘91 y en Barcelona ‘92 ancló en el quinto puesto estival. Los entretenimientos veraniegos y las caminatas colegiales sembraron masividad, cosechada en miles de preseas, y salud física y mental.

Después de culminado el Primer Clásico Mundial, manifestó: «Podemos decirle al poderosísimo Imperio que ya se jugó el noveno inning, tenemos unas cuantas carreras de ventaja y somos homeclub».

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