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Un Búfalo cuenta sus verdades

Yasser Rodríguez Alfonso ha estado en todos los cetros de los Búfalos avileños. Juega como defensa y perteneció a la selección nacional durante 11 años. Él fue uno de los más dolidos por el fiasco de octubre de 2018 de su equipo. Sobre ese y otros temas dialogó con JR

 

Autor:

Javier Rodríguez Perera

Puede ser contraproducente, pero he decidido iniciar esta historia por lo sucedido en octubre de 2018. En ese entonces, tras nueve coronas y tres subtítulos, el equipo más dominante en los anales de la Liga Superior de Baloncesto (LSB) de Cuba, Ciego de Ávila, no logró clasificar a ese torneo y el desenlace, la verdad, sorprendió poco. Un cuarto puesto en el Torneo Nacional de Ascenso (TNA), Zona Central, le quitó el boleto. En abril de ese año quedaron en el segundo lugar de la LSB.

Yasser Rodríguez Alfonso ha estado en todos los cetros de los Búfalos avileños. Juega como defensa y perteneció a la selección nacional durante 11 años. Él fue uno de los más dolidos por el fiasco de octubre de 2018.

Cuenta a Juventud Rebelde que, primeramente, el conjunto no tuvo una buena pretemporada rumbo a ese TNA, desarrollado en Camagüey. Sin embargo, asegura que lo que más afectó fueron los problemas internos. Él y sus compañeros no estaban de acuerdo con la atención que les ofrecía la provincia y tampoco con el director que estaba. En franca desaprobación con decisiones del técnico, varios atletas experimentados no se entregaron al máximo. Entre ellos, Yasser.

Poco tiempo después, pidió disculpas en las redes sociales y en una entrevista realizada en la televisión. Asumió una parte de la culpa por la no clasificación. Aunque no se sentía a gusto jugando para el entrenador, reconoce que cometió una indisciplina. Ni el equipo ni la afición merecían ese final.

Pasaron los meses y los Búfalos cumplieron el primero de sus deberes. En agosto de 2019 intervinieron en el TNA y sacaron el cupo para la siguiente edición de la LSB, que a causa de la pandemia, se terminaría celebrando este año.

Rodríguez, William Granda, Vanier Reyes y Yoan Luis Haití, los atletas más curtidos, conversaron con Jorge García Quintero, quien fuera un activo de elencos avileños y luego coach de formaciones femeninas de la provincia, y le plantearon la propuesta de dirigir a los multicampeones de la Isla. Ellos le hablaron con diafanidad, el propósito no era otro que luchar y conseguir la décima corona para la tierra de la piña. Consciente de lo que había en juego, García aceptó.

«Depositamos esa confianza en él porque sabíamos de sus buenos resultados en las categorías menores y con los equipos femeninos. También cumplió misión en Venezuela y venía con ideas muy ambiciosas. Pero lo más importante es que fue compañero de varios de nosotros, nos conocía a la perfección, sabía del carácter de cada uno. Este equipo tiene un peso muy grande en la provincia y pienso yo que en el país, por ello ningún entrenador se atrevía a cogerlo, y para él eso fue un reto», dice el número siete.

Haciendo caso omiso a criterios que lo mostraban como un plantel de «viejos», empezaron sus entrenamientos enfocados única y exclusivamente en lo pactado con Jorge, quien en plena pandemia hizo una suerte de gimnasio en su casa y organizó por turnos a los jugadores para mantener el físico.

La liga comenzó en abril y las cosas mejor no le pudieron salir a los Búfalos. Finalizaron la primera vuelta como el único plantel invicto y su racha de victorias quedó en 16, hasta que Santiago de Cuba los rindió. Bajo la máxima de centrarse en avanzar y llegar en buena forma deportiva a los play- offs, cumplieron el segmento regular como líderes y apenas perdieron cinco veces.

Fue precisamente el conjunto indómito su adversario en semifinales. En la etapa previa los avileños debieron remontarle en dos partidos una ventaja superior a 20 puntos. La batalla por avanzar a la discusión de la corona fue disputada, tal y como se esperaba, pero los del centro se impusieron 3-1. Ya en la final no dejaron ni un pequeño margen a las dudas y barrieron en tres choques a un plantel espirituano que tan buen sabor de boca dejó durante toda la liga.

Rodríguez estuvo inmenso frente al elenco yayabero y su reconocimiento como jugador más valioso (MVP) de la final lo confirma. Por ese premio agradece muchísimo a sus entrenadores, familiares y compañeros, pero aclara que nunca jugó en función de sus estadísticas sino por el acicate de poder obsequiarle a su pueblo el décimo trofeo. El amor por la historia de los Búfalos, la deuda con sus seguidores y la convicción de ganar son tres elementos inspirativos que marcaron a Yasser y a sus colegas.

El néctar del éxito, no obstante, se mezcló con la acidez de diversas cuestiones que opacaron el espectáculo deportivo. «Los directivos del deporte en el país y en cada provincia deben hacer una revisión, porque no puede ser que la segunda disciplina más seguida en Cuba apenas haya tenido difusión. Ni un solo partido contó con transmisión televisiva, sino es por contadas personas que le dieron seguimiento, la LSB pasa desapercibida. El béisbol lo vimos por varios canales, entonces por qué ni diferido se pudo poner el baloncesto. También existieron problemas con las estadísticas —desactualizadas e inestables».

Más de diez años con las cuatro letras

El avileño no encuentra palabras para agradecerle a Daniel Scott, el entrenador que le permitió ingresar a la selección nacional cubana en 2010 y después mantuvo su respaldo para que el jugador pudiera establecerse. Otros como Miguelito Calderón, Pepe Ramírez y Rainel Panfet trabajaron de cerca con él en el conjunto patrio, especialmente Panfet, quien en el poco tiempo de sus funciones en la selección le ofreció mucha confianza y reforzó varios aspectos de su juego.

De 2010 a 2020 perteneció a las filas cubanas y sus aptitudes se notaron en unos Juegos Centroamericanos y del Caribe, en dos Premundiales, en ventanas clasificatorias y en numerosos torneos en el área. Pero el Centrobásquet de Panamá 2016 descansa en un sitio especial entre sus recuerdos, pues él registró un muy buen desempeño, a pesar de ser una pieza de cambio.

Poco tiempo después de comenzar la pandemia en Cuba, en 2020, el defensa organizador recibió una llamada telefónica en su casa. Desde la Comisión Nacional le informaron que ya no pertenecía al elenco cubano, por tener una edad —32 años— que no correspondía con los intereses de armar un plantel joven. Afectado con esa noticia, se resistió a creerla. Igual su madre y su tía, dos de sus admiradoras más fieles.

«Mis resultados y mi forma física no habían disminuido. Me dijeron que no me tenían en cuenta en este ciclo olímpico. Todo eso mediante una simple llamada telefónica, no por otra vía. Yo no he firmado ninguna baja, no he sabido más nada. Por supuesto que no acepté eso, digo que si estás en forma deportiva y rindiendo, la edad no puede ser un problema.

«No soy un atleta de presumir, pero lo diré. Callé bocas con mi desempeño en la pasada LSB, después de más de dos años sin jugar torneos, con 34 años me incluyeron en el quinteto ideal y fui el MVP de la final. Hoy en el deporte cubano se apuesta mucho por la juventud, y no me opongo, pero sí considero que la experiencia se gana luego de los 30 y eso hay que respetarlo.

«Otros jugadores cubanos también han pasado por esta situación. Pienso en Michael Guerra, William Granda, Haití, Andy Bofill o Esteban Martínez. 

En años anteriores el técnico Panfet, Haití y el alero habanero Lisván Valdés trataron de resolverle oportunidades de contrato para insertarse en el campeonato de El Salvador, pero ninguna se consumó. En cambio, por estos días espera concluir el proceso que le garantice participar en la próxima versión de la Liga Superior de Nicaragua, con el club Indígenas de Matagalpa, gracias, en gran medida, a las gestiones de su compañero Yordanis Jaca.

 

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