En el terreno cultural se conectó un jonrón patrimonial, pero en el de juego siguen las mismas deudas. Autor: Martirena Publicado: 25/12/2021 | 10:00 pm
A la hora de recoger los bates cayó una medallita cubana en la temporada internacional de béisbol, que tampoco fue muy pródiga en eventos, pero hay uno que no se va a olvidar nunca, pues nuestro país vio partir a la delegación olímpica sin un equipo de pelota.
Sin embargo, el 2021 va a pasar a la historia cubana por una presea que corona un largo juego empezado en el milenio pasado: la declaración del béisbol como patrimonio cultural de la nación.
El año empezó con una Serie Nacional atípica, jugada a puertas cerradas, con un protocolo sanitario ajustado a la COVID-19 y cuyos play off se estiraron más de lo previsto debido al impacto de la pandemia. Al final, los Alazanes de Granma se alzaron con la corona al dejar al campo a los hasta entonces monarcas, Cocodrilos de Matanzas.
Concluido el dilatado torneo doméstico, los ojos se enfocaron en el boleto olímpico. Había dos opciones, una dependiente de la otra, por lo que, si no se jugaba bien en el certamen continental, era poco probable llegar al clasificatorio mundial.
Cuba aterrizó en Estados Unidos después de una gran incertidumbre con el otorgamiento del visado. Vencido ese reto extradeportivo, el elenco dirigido por Armando Ferrer cayó en sus dos primeras presentaciones, ante Venezuela y Canadá, en ambos casos por 5-6. Con esas derrotas dijo adiós a Tokio temprano.
Fue un equipo que exhibió mejor cara y ofensiva que en torneos anteriores, pero, competitivamente, volvió a mostrar serios problemas en la ejecución de los fundamentos del juego, y, políticamente, se vio acosado por grupos extremistas radicados en el sur de la Florida.
Cuba se despidió del torneo con un triunfo sobre Colombia, cuando ya ambos elencos estaban descartados de la posibilidad de conquistar el pasaje directo a la cita bajo los cinco aros y también de viajar a México,
donde estaba previsto el último clasificatorio olímpico.
En el verano un elenco asistió a la Copa del Caribe, que terminó siendo un torneo de bajísimo nivel por la ausencia de varios de los principales animadores. No obstante, nuestro equipo, bajo las riendas de Pablo Civil, tampoco logró triunfar en el juego por el oro.
Entre septiembre y octubre tuvo lugar la Copa del Mundo para menores de 23 años. Fue un certamen al que no acudió la mayoría de los talentos mundiales de esa categoría, casi todos firmados ya en las principales ligas profesionales del mundo.
El mentor Eriel Sánchez armó un elenco competitivo, pero poco a poco se fue desangrando con el abandono de atletas, en una reprochable actitud por su nulo compromiso con sus compañeros, la afición y la Patria.
Un bambinazo de Yuddiel González salvó al equipo del segundo fracaso seguido, tras caer ante el anfitrión México, y fue ese batazo ante Taipéi de China el que le abrió las puertas
de la superronda, pues lo demás fue asegurar el cupo ante Alemania, República Checa y República Dominicana.
Sin casi hombres en el banco para hacer cambios, y luego de par de reveses, lograron doblegar a Panamá en extrainning para llegar al choque por el bronce, cotejo en el que Colombia los volvió a vencer en la justa, por 5-3.
Granma sorprendió a Matanzas en la final de la Serie 60. Foto: Ismael Francisco.
Poco después, Barranquilla fue sede del béisbol de los primeros Juegos Panamericanos Júnior. Era la última competencia oficial del año, con un pasaje a los Panamericanos de Lima para el ganador.
Eriel Sánchez juntó lo que pudo, pero tampoco fue posible llegar a la final. El bronce fue el consuelo, aunque resultó esperanzador ver las herramientas de algunos muchachos que tendrán que asumir protagonismo antes de tiempo en sus respectivos equipos
provinciales y hasta en selecciones mayores.
El año termina con Cuba ubicada en el puesto 11 del ranking de la Confederación Mundial de Béisbol y Softbol (WBSC, por sus siglas en inglés), un lugar impensado hace algunos años y que de seguir el curso
descendiente pondría en riesgo
la participación en los torneos Premier 12, que convocan a los 12 mejores del escalafón cada cuatro años.
Fuera del campo
La mejor noticia para el béisbol cubano tuvo su colofón el 19 de octubre pasado, en celebración efectuada en un terreno simbólico, el Palmar de Junco, el más antiguo del mundo en activo.
Allí, a plena luz del sol y sin cámaras de televisión que transmitieran la ceremonia, se oficializó como patrimonio cultural inmaterial de la nación a la dimensión cultural del béisbol: el juego de pelota, saberes y prácticas asociadas.
Semejante conquista para la identidad debe servir para impulsar otros proyectos culturales de nuestro deporte nacional, como la creación de un museo y salón de la fama, tanto tiempo postergado, a pesar de la riquísima historia de la pelota insular.
Fichajes por los laterales
Aún sin acceso directo al sistema de Grandes Ligas, por razones más políticas que deportivas; Cuba sigue teniendo en la liga profesional japonesa su principal mercado para el fichaje de peloteros.
La más reciente temporada fue consagratoria para el espigado lanzador pinareño Raidel Martínez, mejor latino en WHIP de la Liga Central (0.75) y segundo en efectividad (2.06), con 23 juegos salvados y 11.06 de K/9.
Para la venidera temporada, además de los fichajes en curso
o renovados en la NPB (por sus siglas en inglés), se suman dos talentos: el bateador Guillermo García y el pícher Frank Abel Álvarez.
La Federación Cubana también pudo colocar un jugador en la liga invernal de República Dominicana (Lidom), el espirituano Yuén Socarrás.
El caribeño es un circuito en el que cada vez se consagran más peloteros nacidos en esta Isla y en el que podrían aumentar las contrataciones, al tiempo que se exploren otros mercados asiáticos e incluso el de Australia.
Lo que viene en camino
La temporada 61 de la pelota cubana tendrá una serie nacional semejante a la anterior en cuanto a formato, solo que todos los play off serán a siete juegos.
Se habla de un torneo élite para la segunda parte del año, pero no hay muchos detalles al respecto. Si solo se piensa en lo competitivo y no en el espectáculo, es poco probable que fructifique; a la inversa, se corre el mismo riesgo.
Lo ideal es pensar en un proyecto que aúne calidad en el juego y diversión para todos. Las transformaciones en las formas de gestionar económicamente los proyectos en Cuba deben contribuir al empeño de dotar a nuestro país de una liga invernal como la que se merece la afición.
Aún hay tiempo para estudiar, valorar, dialogar y presentar iniciativas auténticamente aportadoras.