Una joya de la literatura deportiva Autor: Juventud Rebelde Publicado: 14/06/2020 | 01:03 pm
Aunque la muerte ocurre cotidianamente, cuando te quita un pedazo importante del alma, la lógica no cabe ni quieres entenderla. Me he quedado sin mi hermano Elio Menéndez. Y tengo que vencer la tristeza para contar al pueblo aquella relación de casi 60 años, sin quedarme en lo profesional ni soslayarlo.
Para mí, lo he declarado desde hace bastante tiempo, es el mejor periodista deportivo de la etapa revolucionaria y uno de los más destacados de todas las etapas. Como ser humano era superior. En él se enlazaba la virtud con el talento en la cima. Y el talento alejado de la virtud merece la profunda cueva y la labor del hierro candente que le recetó José Martí. Tampoco es plenamente útil la virtud desprovista del saber. Elio lo dominaba y para lograr sus sueños, se preparó en medio de una sociedad terrible que golpeaba hasta el nocaut a los de abajo.
Y él era de ese nivel. Más bien, de ese sufrir. Del territorio proletario de San Miguel del Padrón, supo de miserias materiales y espirituales acusándolos a él y a su familia. Fue marino, constructor, gastronómico..., un luchador de verdad por la vida: nunca rozó siquiera lo ilegal. Jamás olvidó de dónde venía ni opacó lo valioso heredado allí, enriquecido por él. Inteligente, lector apasionado se forjó a hachazos y no a pincel. Salamanca y él en la ensoñación de ser narradores practicaban cuando la bodega donde trabajaban estaba más tranquila, un cucharón cual micrófono.
Su combatividad nos unió mucho más en cuanto arribó a Juventud Rebelde. Lo conocía desde mis inicios en la revista Mella en 1963. Lo admiraba por sus escritos, hondos, apasionados sin dañar la objetividad, respetuosos, humanísimos, críticos pero no para lucir cualidades como hacen algunos sino para que la edificación resultara como debe ser.
No ignoraba -y por ello me impresionaba todavía más- su conexión con la izquierda ya en tiempos juveniles, su amor y comprensión a Antonio Guiteras y su censura al dogmatismo que hirió a este revolucionario pleno. Crecida en Elio su militancia en acción y voz en la radio -Boby y él haciendo realidad de aquel sueño tras el mostrador- y como dirigente sindical en el Inder, donde trabajaba en la divulgación del deporte nuevo, brillante su labor en las zafras, machete en mano, al frente de brigadas, destacado también en su apoyo a Fidel en el combate a la microfracción en aquel centro.
No falló en JR.Su labor en el diario a la juventud cubana fructificó. La página bajo su mando no solo mantuvo su primer puesto, sino que obtuvo mayor calidad. Su apoyo a los jóvenes resultó decisivo; buen grupo con Bayolo a la vanguardia. Sus consejos me ayudaron a crecer. Noble y exigente, no era fácil. Partía del ejemplo como hijo, esposo, padre, abuelo, amigo. La misma actitud en la profesión. Algunos me preguntaron a raíz del libro Kid Chocolate. El boxeo soy yo, ¿cómo dos narizones como ustedes pudieron escribirlo juntos? La respuesta no tardó: Por el respeto mutuo y, sobre todo, porque somos hermanos.
En lo personal recuerdo que pese a estar disgustado por una discusión sobre un aspecto donde no estábamos de acuerdo, ante un revés amoroso, estuvo a mi lado y me levantó el ánimo. Tampoco olvido la única ocasión en que no fue periodista destacado. Yo estaba en baja por un error cometido y algunos me negaron ese galardón. En aquella reunión pidió la palabra y dijo: «Si él no lo es ,yo no lo soy tampoco, así que renuncio a esa elección».
Ahora que su muerte me fustiga, he hecho un gran esfuerzo para escribir estas líneas. Tenía que hacerlo, pero cada palabra me ha dolido demasiado a sabiendas que las frases son demasiado débiles para poder dar a un hombre tan sensible, de espíritu y bregar tan hermosos. No puedo seguir, perdónenme... el dolor me lo impide.