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Victoria

La portadora de buenos augurios se pasea por la capital peruana, buscando felicitar a aquellos que alcanzan la gloria en los Juegos Panamericanos

Autor:

Enio Echezábal Acosta

Lima.— La victoria ha sido históricamente un símbolo de la humanidad para representar el éxito. Los propios griegos, padres de la democracia y de todo lo demás que hoy constituye la base de la civilización occidental, tenían hasta una diosa para eso. La pequeña Niké alada acompañaba a los reyes y emperadores triunfantes. Hoy, cuando ya el panteón helénico no impera con tanta fuerza, Niké sigue teniendo su lugar como deidad de los atletas que sonríen junto a una presea.

Ahora mismo, como parte de su intenso itinerario, la portadora de buenos augurios se pasea por la capital peruana, buscando felicitar a aquellos que alcanzan la gloria en los Juegos Panamericanos.

Hace un par de días tuvo que dar al menos un par de giros inesperados en su vuelo, pues en diferentes puntos de la geografía limeña los sucesos terminaron por romper su plan de trabajo.

Una de esas veces sucedió en el estadio de atletismo de La Videna algo que nadie, ni las mismísimas moiras, conocedoras del destino, vieron venir. Una mínima isla del Caribe anglosajón vio cómo su historia deportiva cambió para siempre con un solo salto.

Chantal Malone, estudiante de pre-med de kinesiología en la Universidad de Texas, se dejó el alma en su primer estirón, y con marca de 6,68 metros le robó la arrancada y el oro al resto de las competidoras.

No se asustó la nacida en Puerto Rico y criada en Road Town, Islas Vírgenes Británicas, con la presencia de Caterine Ibargüen, una mujer colombiana que bien pudiera ser dueña de su propia constelación. Chantal, reina centrocaribeña de 2014, sólo se encomendó a la fuerza de sus piernas y voló más que nadie en la fría noche limeña.

Imagino que la diosa habrá roto la planilla que había rellenado horas antes, segura de que otra sería la monarca. Pero como ella no es nada rencorosa, debe haberle regalado una enorme sonrisa a la chica antillana. Al fin y al cabo, no todos los días alguien baña de oro la primera medalla en la historia de su país.

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