Luego de concluir un evento de tanta magnitud como es el Mundial de fútbol, y consecuentemente calmados los ánimos en buena parte del planeta, surge una pregunta en la mente de los amantes de este deporte. Desde un analista especializado hasta el más ruidoso y furibundo de los fanáticos, plantean la misma interrogante: ¿qué debe tener una selección para convertirse en campeona?
Mientras que un pragmático diría que se necesita una generación de atletas con gran talento, otros, optando por una visión más emocional del asunto, dirían que no basta con tener una plantilla llena de puros cracks si el equipo no está bendecido por un factor indescriptible, a medio camino entre lo místico y lo sicológico, conocido en el argot futbolero como «la suerte del campeón».
El consenso entre estos puntos de vista resulta casi imposible de encontrar, pues, teorías aparte, la realidad ha demostrado que para llegar a la gloria existen demasiadas —y muy diferentes— rutas. De ello tendremos algunos ejemplos en el grupo E del próximo mundial, que se celebrará en Rusia.
Para un histórico como Brasil pudiera ser la oportunidad de retomar la senda triunfal, luego de la debacle sufrida cuatro años atrás, y de dos decepcionantes incursiones previas en Alemania ’06 y Sudáfrica ’10. Superado el único reto que les faltaba al ganar en 2016 los Juegos Olímpicos, es momento para que los muchachos de la canarinha prueben una vez y por todas que han pasado la página y superado la mala racha.
Todo ello será en parte responsabilidad de Adenor Leonardo Bacchi, conocido por todos como Tite, quien desde su llegada al banquillo y posterior conquista olímpica, ha contribuido a recuperar aquel maravilloso jogo bonito que caracterizó a generaciones anteriores. Ya sobre el campo, todo dependerá de lo que sean capaces de lograr su estrella Neymar junto a Coutinho, Gabriel Jesús, Willian, Firmino, Marcelo, Thiago Silva y Casemiro.
Otro conjunto que llegará con bastantes papeletas para avanzar será Suiza, un grupo de jugadores que hace demasiado tiempo viene dando de qué hablar, pero que hasta ahora no ha logrado demostrar todo su potencial en torneos de relevancia.
Los helvéticos organizarán su juego alrededor del explosivo atacante Xherdan Shaquiri, quien estará acompañado por la mesura en la medular de Granit Xhaka y Blerim Dzemaili, además de la capacidad de desdoble del lateral Ricardo Rodríguez, todos ellos pilares en el esquema del bosnio Vladimir Petkovi.
Si quisiéramos hablar de regresos mundialistas, habría que referirse a una Serbia que luego de quedarse fuera de la pasada edición, llega a esta aventura tras una profunda renovación generacional. Claro está que la «sangre nueva» deberá mezclarse con la de aquellos de mayor recorrido, en aras de generar un rendimiento balanceado.
Así, la juventud de hombres como Aleksandar Mitrovic, Adem Ljajic y Lazar Markovic, junto a la experiencia de los incombustibles carrileros Branislav Ivanovic y Aleksandar Kolarov, el mediocentro Nemanja Matic y el volante Ljubomir Fejsa, pudieran generar para los discípulos de Mladen Krstajic, alguna que otra sorpresa a lo largo de la competencia.
Cierra la llave Costa Rica, potencia de nuestro continente y animador habitual de las Copas del Mundo que en la pasada ocasión logró trascender el rol de actor de reparto para convertirse en protagonista, al colocarse por vez primera entre los ocho mejores del planeta.
Frecuentemente visto como un elenco poco más que modesto, sería bueno aclarar a sus rivales que a pesar de no lucir intimidantes, los ticos están acostumbrados a competir a este nivel, y podrían darle un susto terrible a cualquiera que se atreva a subestimarlos.
Entre los principales referentes de la escuadra que dirige Óscar Ramírez está su capitán, el «10» Bryan Ruiz, los zagueros Michael Umaña y Cristian Gamboa, el stopper Celso Borges, y los wingers Joel Campbell y Cristian Bolaños, sin olvidar a Keylor Navas, quien con sus voladas espectaculares ha «salvado los muebles» muchas veces bajo los palos.