Mijaín disfruta sus éxitos junto a su familia. Autor: Dorelys Canivell Canal Publicado: 21/09/2017 | 06:37 pm
HERRADURA, Pinar del Río.— «Ni la pared de ébano» ni «el ídolo de Herradura» hacen justicia al nombre de Mijaín López. Bien debiera tener uno que muestre al hombre humilde y noble que es.
En su pueblo de Herradura, ese que lo ha visto crecerse dentro del deporte cubano y levantar la bandera en las tres ediciones más recientes de los Juegos Olímpicos accedió a conversar con JR el tres veces campeón olímpico y cinco veces mundial, ahora en la división de los 130 kilogramos de la lucha grecorromana.
Su esposa me había alertado que dormía hasta tarde. Más de media hora transcurrió desde que lo despertó hasta que pudo Mijaín dar el sí, y ponerse en forma.
En la terraza de su casa, esa a la que vuelve cada fin de semana para ver a sus viejos y a los hermanos, recordó cómo se inició en los caminos del deporte, cuando solo tenía ocho años.
«Después vino la EIDE y la ESPA Nacional, las primeras competencias… Yo nunca he tenido rivales con quien entrenar», dice jocoso. «Lo hago con los pesos más chiquitos, así gano en rapidez, ellos me obligan a levantarme más rápido. Y, además, es algo que disfrutamos, porque me agarra uno por el cuello, otro fajado por delante y otro más, hasta que me cansan, eso es lo bueno, que me cansen. Antes levantaba pesas para obtener fuerza y esas cosas las conservo, ahora hago mucho trabajo individual y corro bastante.
«Detrás de cada logro hay mucha abnegación. Desde que estoy en la élite, llevo 12 años que no paso unas vacaciones con mi familia. Ahora estoy aquí, pero ya alrededor del día 20 tengo que irme para Alemania unos cuatro meses. Es una vida muy sacrificada, y extraño cuando estoy lejos; uno se pone a pensar muchas cosas. Gracias a las comunicaciones me relajo un poco, pero con la niña no puedo hablar, por ejemplo. Solo tiene siete meses y la mamá me envía las fotos, me cuenta las maldades, y así pasa el tiempo», comenta Mijaín con la naturalidad más grande del mundo.
—¿Qué es lo que más trabajo te ha costado lograr como atleta?
—Mi carrera no siempre fue perfecta, empezó a irme bien después del 2005 más o menos. Entre el 2000 y el 2004 no podía lograr las medallas mundiales, y ese último año también perdí en los Juegos Olímpicos, ya después todo fue «fiesta». Creo que ya lo tengo todo.
—¿Cómo ves a tus rivales?
—Los rivales todos son buenos, lo que muy jóvenes. Yo soy de los más experimentados, ya tengo 34 años y muchos apenas pasan de los 20, pero mi forma de entrenar, de luchar y mis requisitos como atleta hacen que los vea como rivales a los que puedo ganarles. Siempre dije que para yo perder con el turco (Riza Kayaalp), o perder con otro atleta, tenía que ser que no me preparara y no hiciera las cosas como tienen que ser. Cuando yo entreno no me gana nadie.
—Te vimos inamovible sobre el tatami…
-Este es un año que me entregué, me entregué a entrenar; no me podían empujar, ese fue el plan táctico que hicimos con el colectivo de entrenadores. Había que llegar bien a la final y sin cansancio.
—¿Estudias mucho a los contrarios?
—No soy de mucho estudiar, porque este año peleamos y vienes con una proyección, pero después traes otra variante; yo solo los miro. Veo el tiempo en el que pelean. El entrenador me había dicho: «El turco sube el nivel de posiciones, está bien físicamente, pero solo los dos primeros minutos, después se cansa». Yo sabía que él en esos dos minutos iba a volarme para arriba y salió la proyección en 15 segundos. Y ya. Se acabó la pelea.
—¿Qué pasa cuándo pierdes?
—Me desmotivo mucho, porque uno se pasa todo el año entrenando. Y también incide la forma en la que se pierde, a veces es por los árbitros, pero al mes eso se supera. Uno tiene que llevar las dos jabas, porque todo el mundo entrena y se prepara, y hasta con mejores condiciones que nosotros.
«Cuando estoy en una pelea mi pensamiento está puesto en ella, en no tener un error, en hacer las cosas como me ha indicado el colectivo de entrenadores.
«Antes de empezar no presto mucha atención a los que compiten. A veces soy un poco arrogante en ese sentido, no me gusta ni calentar, y los entrenadores van detrás de mí, pero yo soy así: Lo mío es salir, ni siquiera estoy muy atento a los que estén sobre el colchón. No me gusta ver la lucha, ni el deporte tampoco, soy un poco apático a ver deportes, porque sé todo lo que se sufre para poder llegar ahí».
—¿Ni en la casa?
—¡En la casa menos todavía!, solo alguna pelea mía para verla con mi mamá y mi papá, ahora la gente grabó mi competencia por las cajitas. Anda regada por ahí. Yo prefiero ver muñecos con los muchachos, jugar con ellos…
—Mijaín, pero la gente te habla todo el tiempo de Kayaalp…
—«Siempre nos saludamos, no hablamos porque ni él me entiende a mí, ni yo a él. Esta vez nos vimos al terminar y me pidió disculpas; la pelea se había puesto muy caliente.
El gladiador vueltabajero demostró su superioridad en todo el torneo. Foto: Juan Moreno
—Todos disfrutamos ese oro en Río, bailaste y además de cargar a Kayaalp lanzaste por los aires al entrenador…
—Mira, —ríe a carcajadas—, ahora la gente quiere que les enseñe el bailecito y yo no sé ni lo que hice allí. Por el entrenador no se preocupen, esa es una proyección muy fácil, y él sabe caer porque también fue luchador, aunque su familia se asustó porque en la entrevista dije que lo había mandado para el hospital. Él estaba más contento que yo. Con los entrenadores paso más tiempo que con la familia y prima el respeto. Es mi segundo padre.
—¿Qué significa para ti la familia?
—Mis resultados son gracias a ella. Si me concentro en una competencia es porque sé que en la casa me están apoyando, que ayudan a mi esposa con los niños, que sufren más que yo una derrota. Ahora todo el mundo está contento porque gané, pero cuando pierdo esto es un «velorio».
—Vienes de una familia con aptitudes para el deporte…
—Mis hermanos pasaron primero por remo y lucha antes de llegar al boxeo. Pero ya está bueno, —ríe otra vez, ríe mucho Mijaín—, esta de siete meses tiene que ser periodista, doctora, yo no sé. ¡Oye, que en los López todos no pueden ser deportistas!
—Pinar y Herradura…
—Pinar es la cuna, donde nací, donde me formaron, donde se han enseñado a los mejores atletas de estos momentos del deporte cubano. Y me gusta estar aquí en Herradura por la tranquilidad, no me molestan mucho. Aquí salgo sin zapatos, sin camisa, a mí me gusta estar cómodo y la gente me dice «Oye, Mijaín, qué es eso», pero es que yo soy así.
«Mi mamá y mi papá están en la casa todo el tiempo, vienen cada dos segundos, yo veo lo que comen; en un momento se forma la fiesta y me gusta esa unión con la familia, con mis hermanos, los niños con los abuelos. Eso es importante; después cuando no los tengamos, lloramos y sufrimos porque no los disfrutamos, y no hago nada con irme para La Habana, hacer mi familia allá y ellos aquí».
—Este pueblo siente por ti…
—Nunca había visto tanta gente reunida aquí como el día que llegué. Unos lloraban, otros ya estaban contentos. Tengo que darme una vueltecita por el pueblo, pero no he ido porque sé que cuando salga es fiesta y me están esperando. Se los debo, pero iré en cuanto pase el cansancio de tanto ajetreo. Como dije ese día: yo estoy orgulloso, hice que Herradura apareciera en el mapa olímpico.
—A partir de ahora, ¿qué vas a hacer?
—Quieren que yo siga y lo estoy pensando. Este año me lo dieron libre para que descansara, pero hay que pensar, porque ya después una derrota no vendría bien. Este es un deporte en el que la juventud se impone. Me iba a ir en la otra Olimpiada y tuvieron una consideración por mi forma de entrenar. Esto lo hago tres días y ejercicios a diario. A eso le sumas la dieta y cuando estoy en la competencia es un mes sin tomarme ni una cerveza y trancado en un cuarto descansando.
«Cuando me retire vamos a ver dónde me ponen, qué tarea me dan. Yo soy licenciado y ahora voy a hacer la maestría. Mientras, seguiré fajado para ser integrante del Comité Olímpico».
—¿Por qué siempre llevas la bandera en una mano levantada durante la apertura de los Juegos?
—Esa es mi bandera, no pesa. Me es más cómodo llevarla así que en la funda con las dos manos. Bien alta se ve mejor. Y quisiera decirle a mi pueblo, a los que sé que me siguen, que confíen en mí. El hecho de que los años hayan pasado no quiere decir que esté viejo para el deporte, ese es mi trabajo y, además de pelear, es algo que disfruto mucho, porque le doy la alegría a Cuba y al mundo entero. Este año cumplí.