Melissa Vargas volvió a ser la referencia cubana. Autor: NORCECA Publicado: 21/09/2017 | 05:52 pm
Uno de los grandes secretos para mantener el éxito en los deportes colectivos es saber hacer los relevos. Y no me refiero solo a los cambios en medio de un partido, porque más importante aun, mirado el tema con luz larga, es acertar en el relevo generacional del grupo.
En el caso del voleibol femenino cubano, como en otras tantas disciplinas, esa transición ha tenido que hacerse, por las más disímiles circunstancias, a la carrera. Y aunque los frutos se vean en la copa del árbol, la falta de experiencia que hoy exhiben casi todas las figuras de la actual selección nacional suele tornarse en ventaja cuando las mismas jugadoras, por su juventud, asumen roles protagónicos en torneos de categorías menores.
Así acaba de suceder en la capital de Guatemala, donde la escuadra sub-20 cubana se alzó con el subtítulo del torneo de la Confederación Norte, Centroamericana y del Caribe (Norceca), luego de ceder en sets corridos ante la favorita representación de Estados Unidos.
Fue el único tropiezo de las dirigidas por Tomás Fernández en el certamen, pues dominaron invictas la fase de grupos, con triunfo sobre las vigentes campeonas dominicanas incluido, y luego barrieron con autoridad al elenco mexicano en las semifinales.
Como viene sucediendo en cuanto torneo participa —no importa la categoría que sea—, la jovencita de apenas 14 años Melissa Vargas fue la principal referencia del equipo cubano y se llevó los mayores elogios. También Dayessi Luis y Gretel Moreno, fueron otras de las que ya saben jugar entre «grandes», y que ahora aportaron a la causa.
Pero, más allá del necesario roce que a cualquier nivel necesita el voleibol cubano en general, el resultado de este torneo es agua en el desierto. Primero, porque se consiguió el propósito fundamental de lograr uno de los dos boletos que estaban disponibles para participar el próximo año en el Campeonato Mundial de la categoría. Ausentarse del mismo, como sucedió en la pasada versión, sería un bache complicado de tapar en los planes de crecimiento.
También, porque estas muchachitas que ahora emergen con un futuro prometedor, no están muy lejos —a lo sumo tres o cuatro años— de otras que comenzaron a asumir este año la ruta crítica de regreso a la élite. Fueron las que se impusieron en el premundial de La Habana, las que en la Copa Panamericana consiguieron la permanencia en el Grand Prix del año entrante, y que ahora se alistan para participar en la inminente edición de ese torneo. Y serán las mismas que en septiembre busquen una decorosa actuación en la cita universal que se disputará en varias ciudades italianas, porque aspirar a más sería irresponsable.
Como quiera que se miren, se comienza a gestar un amplio grupo de jugadoras con proyección, y esas son señales alentadoras. Queda la opción de cuidar la llama que se ha encendido, para que otros vendavales no vuelvan a apagarnos las lucecitas.