Domínguez ganó seis de los 11 cotejos que disputó. Foto: Sitio web del certamen. Autor: Sitio Web del torneo Publicado: 21/09/2017 | 04:56 pm
Pocas cosas apretujan el corazón como esas que frenan cada latido, lo mismo en sueños que en pesadillas, cosas que esperas y anhelas pero temes pronunciar, como si el simple hecho de nombrarlas o pensarlas fuese a estrangular la posibilidad latente, dejarte vacío, impedir el proyecto. Faltaban pocas horas para el epílogo de la cuarta parada del Grand Prix de ajedrez, y todos, expertos y oráculos de calle, se negaban a dar un pronóstico sobre la presunta coronación de Leinier Domínguez (2727 puntos Elo). Tal vez había algo de superstición en el ambiente, mas surtió efecto: ¡el cubano ganó el torneo en Salónica, Grecia, y ya aquí le quieren hacer una estatua!
No es para menos. La justa promediaba 2750 por la presencia de 12 monstruos del reino de Caissa, incluyéndolo, y ni el más osado de los entendidos hubiera imaginado tamaña reacción después de aquella derrota inicial a manos del estadounidense Gata Kamsky (2741).
Desconozco lo que tomó o comió después, pero algún brebaje de neuronas y «esto no se queda así» debió haberse inyectado. Seis victorias y cuatro empates dan fe de ello, 30 unidades de acumulado engordan su bíceps, 2757 rayas en el ranking «en vivo» meten miedo, y el puesto 11 en dicha lista eriza hasta a los osos polares.
Julio lo recibirá con nuevo récord latinoamericano y un diluvio de invitaciones para competencias de nivel, otra vez entre ogros, cenáculo en el que se pavonea —al menos eso demostró recientemente— como si visitara alguna dulcería. Les cuento lo sucedido en la oncena y definitiva ronda helénica.
Nuestro muchacho llevaba piezas blancas ante el incombustible búlgaro Veselin Topalov (2784) y a la mitad del encuentro ya sabía que un triunfo le garantizaría el cetro, pues Kamsky (puntero hasta entonces) había caído ante el bambino Fabiano Caruana (2774) en apenas 37 lances.
Ahí mismo se hartó de espinacas y comenzó a hilvanar la tortura del campeón mundial de 2005. El pulso fue intenso, 71 movimientos de una defensa Siciliana variante Paulsen, pero Leinier estaba decidido: «ser rey o morir en el intento». El resto no hay que contarlo.
Con la sonrisa sumó ocho puntos y plantó bandera. Caruana ancló el segundo peldaño (7,5 kilos) y Kamsky fue tercero con idéntico registro. Mientras, el ucraniano Ruslan Ponomariov (2743) concluyó cuarto, merced a seis suspiros. Detrás se ubicaron Alexander Grischuk (Rusia-2779-6); Rustam Kasimdzhanov (Uzbekistán-2699-5,5); Hikaru Nakamura (EUA-2784-5); Topalov (4,5); Peter Svidler (Rusia-2759-4,5); Etienne Bacrot (Francia-2725-4); Alexander Morozevich (Rusia-2760-4); y Vassily Ivanchuk (Ucrania-2753-3,5).
Tal vez sea muy arriesgado —incluso loco— siquiera insinuarlo, pero otra actuación similar pudiera meter al güinero en la lucha por una de las dos plazas rumbo al próximo Torneo de Candidatos. Claro, la remontada tendría que conjugarse con el total descalabro de los líderes en la tabla general del evento, pues como saben, Domínguez culminó penúltimo y antepenúltimo en las dos primeras fases.
Recuerden que la Serie exige cumplir cuatro de las seis paradas para optar por los tiques, y solo un par de trebejistas saldrán beneficiados después de la sumatoria.
¿Se imaginan, un cubano luchando para disputar el máximo galardón del juego ciencia? Yo mejor me callo y cruzo los dedos, quizá así llegue el milagro. A fin de cuentas, la fórmula resultó en Salónica.