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Cheíto ya no mira para atrás

Pedro José Rodríguez, bautizado en sus días de gloria como El Señor Jonrón de la pelota cubana, prefiere no pensar en las cosas que se le quedaron por hacer

Autor:

Juventud Rebelde

Llegamos a Cienfuegos cerca de las dos de la tarde y escapamos del aguacero que a esa hora se derramó sobre La Habana. Cheíto Rodríguez escuchaba la pelota por la radio y enseguida nos puso al tanto de cómo andaba la cosa.

— ¿Será este el año de Cienfuegos?, pregunté mientras nos acomodábamos en la salita y nuestro fotógrafo escogía el mejor lugar para retratarlo.

— Bueno, en estos momentos podemos discutir con cualquiera. El equipo tiene un buen director y los muchachos andan bien. Venimos trabajando con ellos desde las categorías inferiores. Ha mejorado el pitcheo y sobre todo la defensa, que era nuestro Talón de Aquiles.

— ¿El equipo podrá mantener el paso hasta los play off?

— Creo que aguantará. Todos corren el mismo riesgo, no solo Cienfuegos. También Pinar del Río y Granma pueden bajar el ritmo.

— ¿Qué me dice de «Pito» Abreu?

— Es un extraclase. Le hacía falta encajar en una posición y ya se afincó en primera base. A cada rato hablo con él y lo animo un poco. Felizmente, ahora vive en la ciudad de Cienfuegos, porque trasladarse desde los municipios a veces se hace engorroso.

Ahí hacemos un alto para el café y le pedimos a Cheíto desenterrar algunos recuerdos.

— Usted enseguida le cogió el ritmo a las series nacionales. ¿Fue fácil adaptarse?

— No tanto. Mi primera serie nacional fue con Azucareros en la temporada de 1973-1974. Me incorporé después de participar en el Campeonato Mundial juvenil. En aquel momento pasó como ahora, que no dejaron jugar a nadie con edad juvenil en las series nacionales. Fui Novato del Año, con 11 jonrones. Sin embargo, en la primera vuelta solo conecté uno. Abrí en el jardín derecho y quinto bate.

— ¿Cuándo se pasó para tercera base?

— Al final de la temporada me llamaron para la preselección del equipo Cuba, donde había cuatro o cinco jugadores por cada posición. En los juveniles yo jugaba tercera y short, así que pedí permiso para coger algunos roletazos y ajustar el tiro, porque desde los jardines los lanzamientos son más largos. En aquel momento el director general era Servio Borges. En definitiva, me incorporaron al equipo Cuba y entré ya como tercera base.

— ¿Tuvo problemas con el peso para jugar en tercera base?

— A veces estuve un poquito pasado, pero siempre jugué más o menos con 90 kilos. Así me sentía bien.

— Dicen que Cheíto nunca cayó en slump. ¿Cuál es el secreto?

— En realidad, siempre fui bastante estable. Pero a veces arrancaba mal al inicio de los campeonatos, porque jugábamos el año entero. Casi siempre los mundiales eran en noviembre y al regreso nos daban una semana o 15 días antes de comenzar la Serie Nacional. Ahí, aunque no quisieras, te descuidabas un poco.

— ¿Cómo se preparaba para batear?

— Nosotros entrenábamos mucho, sobre todo con el equipo Cuba. Pasábamos tres o cuatro meses en La Habana después de la Serie Nacional. Allí había más condiciones. No hacíamos pesas, pero sí muchos ejercicios para fortalecer las muñecas y los antebrazos. También trabajábamos la fuerza de piernas, con alguien arriba.

— ¿Cuál fue su mejor momento en el béisbol?

— Tuve varios. Fueron 12 años consecutivos en el equipo Cuba. Quedé como líder en jonrones en eventos internacionales de todo tipo: Juegos Centroamericanos y Panamericanos, Campeonatos Mundiales y Copas Intercontinentales. En la temporada de 1978-1979 conecté aquí 41 jonrones (13 en la Serie Nacional y 28 en la Selectiva). Después di 15 en los Juegos Centroamericanos. En total fueron más de 60 en 110 partidos más o menos.

— ¿Con cuál de esos jonrones se quedaría si tuviera que elegir uno?

— Conecté tres contra Estados Unidos en campeonatos mundiales que fueron muy especiales. Uno fue en Parma, Italia, y dos en La Habana. También me quedo con el que le di a Rogelio García en el Latino para decidir la Selectiva de 1978. Por cierto, en aquel play off pegué tres jonrones que están congelados en las estadísticas. Nunca han querido contármelos.

— Hábleme de su rivalidad fraternal con Muñoz. Para mucha gente ese ha sido el mejor uno-dos que ha pasado por Cuba.

— En casi toda mi carrera tuve a Muñoz delante. En Cuba él siempre fue tercer bate y yo cuarto. Todos los años discutíamos el liderazgo de jonrones. También el de carreras impulsadas. En 39 ocasiones él dio jonrón y atrás vine yo y di otro. Ese dato me lo dieron hace poco en Santa Clara. Pienso que en equipos diferentes hubiéramos rendido más.

— ¿Qué diferencias existen entre la pelota que usted jugaba y la de ahora?

— La diferencia más notable es el pitcheo. Cuando nosotros jugábamos había un pitcheo de altura. Ahora hay buenos lanzadores, pero quizá falta planificación. Antiguamente, Aquino, Macías, Huelga y otros estelares tiraban cada tres días sin problemas.

«A los bateadores les hace falta medirse todos los días con un pitcher bueno. Por ello se debe hacer otro torneo élite, llámese como se llame. Yo diría que seis equipos, más o menos divididos como las antiguas provincias del país. Porque si haces cuatro, entonces se mezclan demasiado los peloteros de un lugar con otro y la gente puede no identificarse con los equipos. Así llegaríamos mejor a los eventos internacionales que cada vez son más duros».

— ¿Cuántas cosas se le quedaron por hacer a Cheíto en el terreno?

— Muchas. En 12 series iba por 286 jonrones y tenía 28 años cuando me suspendieron. Podía llegar a 500 jonrones. No alcancé la bola viva, ni el aluminio verdadero, que vino después.

— ¿Qué pasó con su vida después de aquello?

— Desde mi suspensión me puse a trabajar como entrenador en distintos equipos. Estuve con los muchachos de 15-16 años y con los juveniles. Hasta dirigí dos años en la Serie Nacional. También he sido entrenador fuera de Cuba. Ahora estoy en la academia provincial de béisbol.

— ¿Todavía siente nostalgia?

— Ya no quiero hablar de eso. Han pasado muchos años y sigo luchando. Los revolucionarios luchan toda la vida.

Dígame su opinión sobre el nivel actual del béisbol cubano.

— El nivel es alto. Cuba es una tierra de peloteros. Pero los atletas deben darlo todo en el terreno. En mi época nadie traicionó y también nos querían contratar todos los años. Hablábamos bastante con los scout de Grandes Ligas, pero era una cosa normal. Imagínate, si ellos se quedaban en el mismo hotel que nosotros.

— A usted le daban bastantes pelotazos. ¿Le molestaba eso?

— Era normal. A los jonroneros siempre les tiran pelotazos. Al primer o segundo bate es difícil que se los den. Los árbitros deben tener eso claro. El año pasado trabajé en México con Las Águilas Rojas de Veracruz y ahí no se permiten muchos pelotazos. El pitcher que tire dos, se va. Hoy mismo, el lanzador de Granma ha dado cuatro bolazos en cuatro entradas. Es demasiado.

— ¿Lo expulsaron del terreno alguna vez?

— Nunca. Tampoco como director.

— ¿Es más difícil dirigir o jugar?

— Dirigir, sin dudas. Ahí tú no estás luchando solo contigo, sino con mentes diferentes. Te juzgan por todo y es peor si diriges a un equipo que no es muy ganador.

— Durante mucho tiempo, Cienfuegos no fue un equipo ganador. ¿Qué motivación tienen los atletas de esos conjuntos perdedores?

— La motivación no es la misma que si estás en un equipo fuerte. Eso es seguro. Ahí deben trabajar mucho los psicólogos. La autoestima es importante. Por suerte, en Cuba los peloteros luchan siempre. Es parte de su idiosincrasia.

Hasta aquí hablamos despacio, pero el pequeño Pedritín interrumpe el diálogo. Es uno de los cuatro nietos de Cheíto. A sus 55 años (nació el 26 de noviembre de 1955), la vida del jonronero tiene otro sentido.

El 15 de julio de 1985, una nota de la Comisión Nacional de Béisbol, publicada en el periódico Granma, informaba la suspensión por indisciplina de los peloteros Pedro José Rodríguez y Alberto Martínez. Inicialmente, ambos estaban en el equipo Cuba que asistiría a la Copa Intercontinental de Edmonton, Canadá.

La sanción resultó eterna, y Cheíto nunca más volvió a jugar. Mucho ha llovido desde entonces, pero él ya no mira para atrás.

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