Holanda celebra su triunfo ante el equipo celeste. Autor: FIFA Publicado: 21/09/2017 | 04:59 pm
Dicen que un solo palo no hace monte, pero tres, en Holanda, se han convertido en todo un matorral. No pudo Messi con Argentina, Rooney con Inglaterra, tampoco Cristiano Ronaldo con Portugal, ni Kaká con Brasil. El secreto está entonces en la asociación, en la capacidad coral de tres mosqueteros que ahora, 32 años después, trazaron el camino para el regreso de los «Tulipanes» a una final mundialista.
Sus nombres son Wesley, Arjen y Rafael, y comparten responsabilidades en hacer de esta «Naranja» la más mecánica, y a la vez, la más efectiva. Tal vez por separado ninguno venda millones de camisetas, pero juntos son la piedra angular del equipo de van Marwijk, merecedor de todas las críticas recibidas, pero también de no pocos elogios.
Ni las observaciones de un «santo» de este juego como Cruyff, ni el reclamo de una afición ya harta de equipos teloneros, hicieron variar el guión. La respuesta del técnico holandés fue de Zeeuw por el suspendido de Jong, pues Rafa van der Vaart no cuadra con su pragmático esquema. O no cuadraba hasta este martes, cuando le vio las orejas al lobo uruguayo y le abrió un hueco. Solo él sabe si para deshacer los entuertos, o por la patada al aire que minutos antes había dejado KO a su alternativa inicial.
Nadie cuestionaba la superioridad holandesa sobre el césped del Green Point, hasta que lo charrúas se sintieron parte del espectáculo. En esas estaban cuando los sorprendió el quirúrgico metrallazo de Gio van Bronkhorts con sabor a muerte.
Por fortuna, la «Celeste» no ha perdido ni un ápice de orgullo y convicción. No se hundió tras la sacudida. Apenas corrigió el buen maquillaje fabricado por el maestro Tabárez para disimular las limitaciones, y encontró el premio con otro impresionante zapatazo de Forlán festejado al unísono en toda América.
Pero llegaron esos tres minutos fatales, en los que Sneijder y Robben blandieron sus espadas, melladas hasta el rescate de van der Vaart. Un remate afortunado de Wesley, y un desacostumbrado testarazo de Arjen tal vez valgan un Mundial. ¿Qué dirían de esto en los despachos del Bernabéu?
No obstante, hubo tiempo para los simulacros de abordaje. Aun con Forlán de reposo, los holandeses probaron en sus carnes la garra de un adversario que se negó a capitular. Tras el descuento de Pereira se asomaron los ángeles del Maracanazo, pero los intensos minutos de suspense fueron insuficientes para cambiar una historia que reivindica a varias generaciones —tal vez más brillantes que la actual—, pero incapaces de, al menos, rozar la gloria.
Así, el primer Mundial jugado en el continente africano tendrá un monarca europeo. La eficiente maquinaria Naranja conocerá hoy si será España o Alemania su rival del próximo domingo en Johannesburgo.
Hasta ahora solo el pulpo Paul, un cefalópodo del acuario de la ciudad alemana de Oberhausen y fiable oráculo de la Mainchafts, se ha aventurado a predecir el triunfo español en la revancha de la final de la pasada Eurocopa ganada por los ibéricos. Entonces, el animal que suele elegir la ración de mariscos contenida en el recipiente marcado con la bandera del equipo vencedor, encajó su único error al decantarse por un triunfo de los germanos.
Más allá de lo anecdótico, lo cierto es que estarán sobre el césped dos equipos con similares filosofías, y recorridos diferentes desde su llegada a Sudáfrica. Además, será una oportunidad de ver funcionar a Alemania sin Müller, o de saber si el «Guaje» Villa puede deshacer su empate con Sneijder en el liderazgo de los máximos artilleros. Y no son pocos los que esperan ver salir airosos, a los futuros campeones del torneo.