Comenzó ya el 2009, año del II Clásico Mundial, y cada día hierven más los comentarios sobre la presente Serie Nacional y la futura integración del equipo Cuba. Pero en el béisbol todos somos apasionados y es difícil ponernos de acuerdo, así que les propongo echar mano a algunos numeritos, cuyas verdades son tan absolutas y tan relativas como las sentencias del refranero popular.
El tema de hoy lo remite Alden González Díaz, quien no da más señas que su correo electrónico (alden_gd@egremstg.co.cu). Él aboga primero por la revitalización de alguna publicación especializada en nuestro deporte nacional —como antaño eran LPV o El deporte—, «para orientar las discusiones y que el fanatismo no supere a la razón». Después, aplaude un trabajo del colega Daniel Palacios, publicado recientemente en el semanario Trabajadores, donde se analizaba el descontrol manifiesto de los lanzadores en la pelota cubana.
A los criterios expuestos por Palacios me gustaría agregar que existe un buen medidor para el control. Este se llama Factor Control y para calcularlo se suman los boletos y los pelotazos, se dividen entre la cantidad de innings y luego el resultado se multiplica por nueve. En una de las tablas adjuntas les detallo los mejores de Cuba en este acápite durante las dos últimas temporadas.
Las estadísticas validan la tesis planteada por Palacios en su excelente comentario: definitivamente, nuestro pitcheo tiene que mejorar su control y eso es urgente. Observen que entre los diez primeros solo hay cinco serpentineros con un Factor Control por debajo de tres y ninguno por debajo de dos.
Y entre nuestros relevistas, en las dos últimas temporadas solamente Alexander Digurnay (2,80) y Félix Rivera (1,96) tuvieron un Factor Control por debajo de tres. A propósito, considero que el guantanamero Digurnay ha sido maltratado por omisión. Estoy muy de acuerdo con los que defienden la presencia de Yolexis Ulacia en la preselección nacional, pero yo los incluiría a los dos. Se trata de lanzadores laterales y muy efectivos en situaciones límite. Pienso que Digurnay está pagando el precio de que Guantánamo no salga casi por televisión.
Volvamos al tema que nos ocupa: el control de los lanzadores como asignatura pendiente en el béisbol cubano. Y no solo entre los relevistas, sino en general. El hecho de que Aroldis Chapman, uno de nuestros estelares, tenga en esta temporada un Factor Control por encima de seis, es revelador.
Finalmente, quiero referirme también a un tema ofensivo. Se trata del promedio de embasado (OBP, siglas en inglés), una herramienta muy valorada en el béisbol contemporáneo. Su importancia se cae de la mata, pues en este deporte decide la cantidad de carreras y para que estas se anoten o impulsen, hacen falta hombres en bases. El jonrón solitario es la excepción de la regla.
El OBP es muy útil porque calcula todas las veces que se embasa un jugador, ya sea por hit, base o pelotazo. Es muy superior al average como variable estadística, pues mide certeramente la solvencia en el cajón de bateo (ver tabla). Sin embargo, usualmente nuestros análisis están muy concentrados en el average y en las cantidades, en detrimento de las frecuencias y algunas variables ofensivas como la productividad y el average plus, entre otras.
¿Por qué mencionamos tanto a los que más se ponchan y no hablamos de los que menos lo hacen? Los dejo también con esta relación. Felicidades a todos y éxitos en el nuevo año 2009».
¿Qué les parece? Me gustan estos criterios que ponen por delante la mente y no la gritería. Así ayudamos más al análisis. Vamos, están invitados a polemizar sobre lo expuesto por Alden. Y, de paso, convido a los estadísticos a sumarse a nuestra esquina. Pongámosla más caliente todavía.
Recuerden que estamos siempre en Internet (http://www.juventudrebelde.cu/especiales/serie-nacional-beisbol/esquina-caliente-snb/).