Los árbitros siempre están en el ojo del huracán. Foto: Alex Castro Están en el centro del colimador, nada menos que en el tramo final de la competencia: los árbitros, esos seres vestidos de luto, tradicionalmente vilipendiados por una parte de la afición, no deben ser considerados como reos del béisbol.
«El arbitraje no está a la altura de nuestra pelota», he oído más de una vez, y quienes sentencian, como fiscales, pueden tener algo de razón. Pero nadie se atreverá a pensar que nuestros oficiales actúan de mala fe.
Transcurridos dos tercios de los 90 juegos del calendario, la dirección de nuestro deporte había realizado algunos movimientos sobre el tablero de los «ampayas». No creo pertinente colocar los nombres de los sancionados en pasquines, a la vera de los estadios, pero ni los que trabajamos en este ámbito, como divulgadores de la noticia, hemos sido oportunamente informados.
Y eso que, gracias a la técnica —y sin técnica no hay técnica, como lo definió una vez algún Perogrullo— un simple clic sobre el correo electrónico puede ahorrarnos tiempo y saliva.
MEDIDASAlgunas previsiones añadió la cúpula de nuestro béisbol. Hace unos días, en lo que se insinuaba como una candente serie entre Pinar del Río e Industriales —y lo fue; según Radio Guamá, durante tres noches asistieron cerca de 45 000 aficionados— se tomó la desusada decisión de colocar como juez principal, durante todos los programas, a Nelson Díaz.
Cierto amago de juego violento fue prontamente conjurado por Nelson, y si Pinar del Río reinó fue porque está desarrollando el mejor béisbol del momento; si Industriales salvó la honrilla, en el último tren, es porque está igualmente integrado por peloteros de vergüenza.
Pero he aquí que, en la última semana, el arbitraje se colocó de súbito al alcance de la mirilla. Como soldaditos virtuales, aprisionados en la pantalla de un juego de ordenador.
Con el ojo escrutador de sus cámaras, la televisión mostró, durante el fin de semana, a cierto hombre decretando un out que nunca lo fue; y a ese mismo oficial —en una fecha subsiguiente—anulando un cuadrangular, quizá no tan obvio como el out de marras, pero cuadrangular al fin, según la mayoría de los testigos. ¿Verdugo o víctima de su error?
Unos días antes sucedió algo peor, el lamentable incidente entre dos figuras de prestigio: un jugador de la selección nacional y un árbitro de la joven hornada, en pleno desarrollo.
La chispa brotó a raíz de un conteo de strike y el bateador fue expulsado. No sé qué pasó entonces, pero se dice que 48 horas después la situación ganó categoría de incendio, y parece haber terminado en una agresión fuera del terreno de juego.
Menos de una semana nos separa hoy de la gran fiesta, dentro del espectáculo que es toda la Serie Nacional, que son los play off. Todo debe preverse, escoger a los mejores árbitros, como antídoto del error, pero no olvidar que ellos son igualmente seres humanos.
Jamás un pelotero fue azotado por perder una pelota, o después de completar un swing sin encontrar su objetivo. Tampoco la fuerza será la solución ante un error arbitral.