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El británico Christopher Gibson demostró ser un ladrón poco astuto cuando asaltó una tienda local de Bourmemouth.
Puso un cuchillo en la garganta del empleado Yildrim exigiéndole el efectivo, pero este se resistió y en el forcejeo, la máscara que cubría el rostro del caco se deslizó… y ya estaba reconocido.
De todas formas logró apoderarse de unas 600 libras esterlinas y salió a la desbandada, pero el dinero se le fue cayendo y dejó ese rastro hasta… bueno, su tercera pifia fue irse directico a su casa, a 300 metros de distancia, donde lo encontró la policía.
