A Central Contractors Supply, una ferretería de Johnstown, Pensilvania, llegó un sobre con dinero y una nota manuscrita que dejó perpleja a Lynne Gramling y su padre, los dueños del local. «Sabía que estaba mal, pero lo hice de todos modos. Adjunto 45 dólares para pagar el martillo y un poco más por los intereses.
Lamento haberlo robado, pero he cambiado mi forma de ser», así decía la carta anónima del desconocido ladrón , quien había sustraído la herramienta hacía unos 25 o 30 años. «Fue muy generoso», comentó Lynne.