Cuando Jackie DeVita vio que moriría a los 42 años solo tenía una preocupación: ¿qué sería de su marido y de sus hijos cuando ella no estuviera? La única solución para asegurarse de que iba a descansar en paz la encontró en su hermana Colleen, a quien le pidió que se casara con el viudo y ocupara el lugar de ella en la familia. Al principio, la petición le resultó rara a Colleen, pero un año después de cuidar a sus sobrinos descubrió que podría cumplir sin mucho esfuerzo, y sin remordimientos, el último deseo de Jackie. Se había enamorado profundamente de su cuñado.