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Estafa singular

Un asaltante fue asaltado por su presunta víctima. Campesino indio ha hecho 38 intentos por graduarse de Secundaria Básica

Autor:

Juventud Rebelde

Se disponía a asaltar un taxi, pero terminó acudiendo a la policía para denunciar lo insólito: el robo de su billetera a manos de su presunta víctima... el taxista. Ya lo dice un tango, «cualquiera es un señor, cualquiera es un ladrón», y ello lo constató el alemán Albert Hoffmueller, un atracador devenido presa que acudió a las autoridades para reclamar justicia, aunque terminó en la cárcel luego de que el taxista aclarara que la única intención de este «inocente» era robarle la recaudación del día. Así, los agentes no tuvieron reparos en devolverle la billetera al malandrín, junto a un par de esposas. ¡Sorpresa!

GRADUADO O SOLTERÓN

Un campesino indio que decidió contraer matrimonio tras graduarse de la Enseñanza Secundaria desaprobó su examen final por vez número 38, aunque aseguró que seguirá intentándolo y que cumplirá con su promesa. Desde 1969, cuando decidió que su boda sería como bachiller o no sería, Shiv Charan Yadav intentó convertirse en un digno aspirante al altar en 38 oportunidades, no buscando una novia, sino presentándose en vano a los exámenes de escolaridad. «Cuando pase me voy a casar con una chica de 30 años», manifestó Yadav, si bien luego de suspender Matemáticas, es poco probable que conozca la diferencia entre sus 73 años y los 30 de la hipotética compañera.

DUÉRMETE, NIÑO

En Alemania, un adolescente de 17 años desconectó el respirador artificial de su vecino en la unidad de cuidados intensivos de un hospital porque consideró que el ruido que producía el otro paciente era tan molesto que no lo dejaba dormir. Hermann Berghof, de 76 años, estuvo muy cerquita de abandonar su cama cubierto por una sábana, y no por causa natural, luego de que Frederik Moelner, decidió mitigar su insomnio desconectando la máquina que mantenía con vida al anciano. Afortunadamente el personal médico notó la intención y actuó con prontitud, devolviéndole un «respiro» de alivio al sofocado Hermann. Pero el tropelaje que ocasionó, supuso un malestar auditivo todavía mayor para el joven Moelner, del que no se sabe si irá a dormir ahora a la cárcel. ¡Por favor, inyéctenle un diazepán para que descanse!

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