Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Los objetos inanimados, los sonidos y la modernidad

La modernidad y todas las inventivas de seguridad y protección derivan en un complot que por momentos nos hace parecer poco cuerdos, o irremediablemente anormales

Autor:

JAPE

Siempre que queremos buscar un lápiz o bolígrafo para anotar un dato o recado urgente que nos quieren dar por teléfono o cualquier otra fuente, es el preciso momento en que no aparece nada, aunque tengamos en la mesita un vasito lleno de lapiceros, bolígrafos, lápices y marcadores. Es la hora exacta en que ninguno escribe. Parecemos locos buscando por todos lados algo que nos permita al menos rayar en la pared, pero no, no aparece nada. Terminamos diciendo. «¡Mira, mándame la nota en un sms o por WhatsApp!».

Hace un tiempo, la gente catalogaba de locos a quienes hablaban solos. Aquellos que iban por la calle, y mientras caminaban se entregaban a un profundo soliloquio, incluyendo movimientos de manos y gestos faciales para apoyar su conversación sin interlocutor visible, estaban «achicharrados del coco». Pues ahora no. Cualquiera va hablando solo, a viva voz, comiendo basura, entorpeciendo el tráfico y gestualizando a puro teatro, gracias a que lleva un minúsculo aditamento en el oído que le permite hacer una llamada telefónica a cualquier parte del mundo en manos libres, según llaman a esta modalidad.

Tampoco tenemos que estar locos para hablarles a nuestras mascotas en verdadero diálogo, con intenciones marcadas. La modernidad y todas las inventivas de seguridad y protección derivan en un complot que por momentos nos hace parecer poco cuerdos, o irremediablemente anormales.

Más de uno de ustedes, que ahora leen estas líneas, en algún momento le han respondido al microwave o microondas cuando se queda pitando, haciendo énfasis en que ya culminó el tiempo asignado para calentar o descongelar el alimento que usted ha introducido en sus «fauces». Como si fuera a tu suegra, que de manera impertinente te llama la atención, le gritas: «¡Ya va, ya te oí!» .

Igualmente sucede cuando queda abierto el refrigerador, suena la cafetera o el timbre que anuncia que el tanque de agua se ha llenado y debes apagar el motor.

Otro sonido que parece volvernos locos es el que, desde nuestro móvil, anuncia que ha entrado un mensaje o notificación: clim, clim…

Es muy simple, pero llega el momento en que se hace muy reiterativo y parece una lluvia de granizo lo que está desprendiendo tu teléfono a causa de los múltiples llamados: clim, clim, clim, clim…

Cuando revisas son mensajes que ni siquiera resultan de tu interés. Son los llamados spam, o promocionales que no resolverán nuestras vidas.

Tengo un amigo que decidió apagar esa alarma o sonido y, según me confesó, pasado un tiempo se quedó preocupado porque su teléfono ya no sonaba y entonces comenzó a preguntarse: «¡¿qué pasa, que nadie me escribe, se gastó la batería, no tengo cobertura, no habrá conexión!?».

Es muy complicado. Pongan atención a esto que les digo y verán que realmente hemos caído en un verdadero trauma. No obstante, les puedo decir que hay sonidos de la modernidad cubana que no tienen comparación con nada. Proceden de la más inexpresiva grabación, para remplazar al garboso y legendario pregón, y acaban por volvernos locos. ¿Ya adivinó? Esos mismos son: «¡La paletica de helado!», «¡El pie de coco y de guayaba!», por solo citar algunos.

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