Pachy Naranjo, el único fundador de la Original que permanece en la orquesta, es un referente para Cuba, merecedor del Premio Nacional de la música (2011) y de otros lauros, como el Maestro de Juventudes Autor: Roberto Mesa Matos Publicado: 21/12/2023 | 09:16 am
MANZANILLO, Granma.- Pachy Naranjo sorprende desde la primera oración: «Yo no me considero un pianista, soy un hombre que aprendió a tocar el piano hace mucho tiempo y que ya va perdiendo facultades».
A los 74 abriles, habla como si no fuera un maestro de la música, elude los elogios y embelesa con las anécdotas de la Original de Manzanillo, la orquesta fundada el 21 de diciembre de 1963 y de la que él ha sido más que alma.
Se nombra, en realidad, Wilfredo Naranjo Verdecia y comenzó su fecunda trayectoria musical antes de los 14, la edad a la que llegó a Los Traviesos, grupo del que nacería después la Original.
«La música me ha perseguido toda la vida, desde que era niño. He tenido la suerte de que mucha gente me ha ayudado, aconsejado o criticado para bien: Tony Taño, Adolfo Guzmán, Osmundo Calzado, Carlos Puig Premión, Salvador Alarcón, hasta el gran Rafael Lay Apesteguía, entre otros. No soy el único responsable de que nuestra orquesta haya hecho historia y llegado hasta aquí», expresa con total naturalidad el merecedor del Premio Nacional de la música (2011).
Sus padres, Wilvia y Wilfredo, tuvieron una influencia notable en su formación, porque ella era amante de la música popular, como la de Benny Moré, y él de los clásicos, incluyendo a Beethoven. «Mi padre estudió la secundaria básica en Jamaica, llegó a ser boy scout, fue profesor de inglés, maestro, periodista y terminó siendo el historiador de la ciudad. Mi madre era Doctora en Pedagogía, periodista, poetiza y declamadora. Fueron personas muy cultas, dedicadas al estudio. Me inculcaron el amor a Manzanillo, a su entorno, el amor a la historia de la localidad», cuenta con orgullo este virtuoso ser humano, nacido el 3 de junio de 1949.
Pachy, quien se considera un «autodidacta verdadero», también habló con JR —durante más de una hora— sobre la renovación de la Original, los momentos difíciles, las letras de las canciones y algunos asuntos menos divulgados.
Foto: Roberto Mesa Matos
— Cuando piensa en el nacimiento de la orquesta, seis décadas atrás, ¿qué recuerda? ¿No lo invade la nostalgia?
— Yo pienso poco en el pasado. Generalmente, pienso en el presente y el futuro porque el tiempo va hacia adelante.
Aquellos tiempos iniciales los recuerdo con alegría, no con tristeza. Comenzamos a ensayar en la casa de mis padres y en la de Jesús Armesto y poco a poco fuimos creando una orquesta que no se parece a ninguna, creamos un sello y un estilo. Hoy han surgido orquestas como La Charanga del Sur, en Colombia, que nos imitan.
«Debo decirte que lo mejor es haber tenido en todos estos años personas que han hecho sonar bien la orquesta. Asumí la dirección desde hace tiempo, pero no soy figura. Nuestra causa es colectiva, la defendemos a capa y espada, se llama Original de Manzanillo».
— ¿Cuántas veces le propusieron irse de la ciudad? ¿Llegaron a debatirlo en serio entre los músicos?
— Tuvimos unas cuantas propuestas. Una vez, antes de un ensayo, estaba recostado en el piano y alguien dijo que deberíamos irnos para La Habana, que allá teníamos más posibilidades y yo contesté: «Mira, desde aquí somos o no somos, pero desde aquí». Jamás volvió a hablarse del tema.
«Desde este rincón de Cuba hemos llegado muy lejos, creo que eso vale el triple. Verdad que tuvimos apoyo de muchos amigos en la radio, en la EGREM y eso nos ayudó a darnos a conocer, pero haber hecho música desde este pedacito, que no es nada fácil, nos llena de orgullo. Hemos ayudado a consolidar la identidad de una ciudad. Incluso, en Colombia nos dicen ‘La Manzanillo’. Somos de las pocas orquestas que tienen nombre y apellido, un apellido que llevamos con honor y que se ha hecho conocido en el mundo.
— Hace varios años, sufrió un tremendo accidente de tránsito. En ese momento, que pudo haber sido el final, ¿qué fue lo que pasó por su mente?
— Cuando estaba en peligro, de madrugada, sin que nadie me viera, solo me decía: «si llego al hospital me salvo» y así fue. Lo más impresionante es que en los cinco meses en que estuve convaleciente la orquesta estuvo parada, me esperó hasta que me incorporé. Recibí muestras de cariño y amor verdadero de muchas partes del país y más allá. Esas son las cosas que a uno le dan ánimo en medio de tantas dificultades.
— Si tuviera que mencionar una presentación inolvidable, ¿cuál sería?
— Sesenta años no se viven en un solo momento. Sería muy difícil escoger una sola. Imagina que somos una orquesta que suele dar más de 100 conciertos cada año, de las que más ha trabajado en este país; y no es fanfarronería, es una realidad. Todas las actividades son importantes, sin distinción.
— ¿El peor instante?
— Cada vez que he perdido un compañero. Me ha sucedido a mí y a toda la orquesta. Hemos querido formar una familia y cuando alguien deja de estar es lo mismo que perder un familiar.
- Usted es el único fundador que queda activo en la Original. Hay un cambio generacional, pero existen quienes dicen que la orquesta no suena como antes. ¿Qué les respondería?
Lo que podría decir: es una opinión contra cien. No suena a la Original vieja, por supuesto, porque estos son jóvenes, tienen deseos de hacerse sentir, pero tenemos un sello. Hace unos meses, en Contramaestre, un señor se me acercó y me dijo: «Usted le ha faltado el respeto al pueblo, trajo una pila de muchachos cantando el repertorio de la Original». Fue algo gracioso, aunque a la vez incómodo. El cambio ha sido beneficioso, tenemos una nueva hornada de músicos comprometidos que le van a dar larga vida a la orquesta. Claro, tenemos que trabajar mucho.
Foto: Roberto Mesa Matos
— Ya usted no es el director de la Original. ¿Es una formalidad o sucede así realmente?
— Ya yo le pasé oficialmente la dirección a mi hija Karelia, nadie mejor que ella, graduada de una escuela profesional en Camagüey, muy exigente y seria. No está ahí porque sea mi hija, sino por merecimiento propio. Eso fue lo que molestó a algunos que se fueron. De todos modos, por ahora tiene que haber una mano que lleve el caballo que estamos montando y esa mano es la mía, lo que no me gusta lo señalo. Más sabe el diablo por viejo que por diablo. El músico nunca se retira, solo cuando llega la muerte o la enfermedad, así que seguiré aportando mi granito de arena hasta que el destino quiera.
— Otra de sus hijas, Katia, sufrió una agresión insólita en un concierto. ¿Es que algunos han ido cambiando hasta llegar a esos extremos?
— Es un hecho que está en investigación. Fue la primera vez que en Morón se da un atentado de ese tipo, tradicionalmente el público allí ha sido muy respetuoso. Ese día la pasé muy mal, me preocupé mucho, fue una sorpresa total que me cambió la vida. Me hizo pensar en los peligros a los que está expuesto un artista cuando se sube en un escenario, en la posibilidad de que un borracho te lance una botella y pueda herirte en el rostro, como le pasó a ella, o causarte daños peores. Afortunadamente mi hija ya está bien, pero debemos evitar que hechos como estos se repitan.
— ¿Cómo ha podido la Original mantenerse haciendo letras que, con sabor y picardía, no caigan en la vulgaridad?
— En mi casa había cuatro maestros: mi abuela, mis padres y mi hermana. Yo soy la oveja negra de mi familia, pero ellos siempre me inculcaron el respeto en las letras y el buen gusto, ser cuidadoso en el repertorio. Eso he tratado de mantenerlo.
Foto: Luis Carlos Palacios
«La única letra que causó polémica fue El cinturón del taxi, de Cándido Fabré. Estuvo hasta prohibida porque algunos se ofendieron con la parte que dice ‘Qué es lo que quiere Dorotea, que le ponga la correa’. Lo interpretaron a su modo. Menos mal que luego levantaron la prohibición. Nunca estaré de acuerdo con la vulgaridad y el mal gusto, y me preocupa que ciertas personas hayan cambiado hasta la dicción por seguir una corriente, ya no dicen popular sino `populal’.
— La Original ha estado en más de 50 giras internacionales, también en escenarios a los que no había llegado ninguna otra orquesta. ¿Cómo viven eso?
— Es un orgullo representar a Cuba en decenas de países, pero siempre será muy lindo ir a un pueblo o a un barrio y tocar, estar en contacto directo con el público, que la gente baile y coree tu música. El placer resulta mayor si a esa comunidad no va una orquesta en años. Por algo nos dicen la Orquesta de la familia cubana. Así queremos que nos recuerden siempre.