La joven creadora trabaja ya en un próximo guion sobre la relación entre un padre y su hija, cuya dirección pretende asumir. Autor: Roberto Suárez Publicado: 09/08/2022 | 10:35 pm
El proceso de constante renovación del cine español es innegable. Realizadoras como Isabel Coixet, Icíar Bollaín y Pilar Miró abrieron el camino para que hoy existan más referentes jóvenes capaces de contar las historias de su cotidianidad, sus preocupaciones y su visión de un mundo que también se renueva. Nombres como Carla Simón, Pilar Palomero y Belén Funes se escuchan con más frecuencia en los festivales internacionales y ganan relevancia por sus reconocimientos, aunque la mujer sigue teniendo pocos espacios para defender su perspectiva en el cine.
Una de esas jóvenes creadoras es Clara Roquet, quien tras desarrollar una carrera de probado éxito como guionista —10.00 km (2014), Petra (2018), Los días que vendrán (2019), entre otras—, se alzó en la pasada edición de los premios Goya con el galardón en la categoría de dirección novel, con Libertad (2021).
La historia, escrita y dirigida por la cineasta catalana de 34 años, está ambientada en una casa de verano de la Costa Brava española y pone el foco en las relaciones familiares, generacionales, diferencias de clase, la transferencia en el cuidado de personas con Alzhéimer, vistas desde una perspectiva joven y feminista. Tras su recorrido por varios de los más importantes festivales internacionales, Libertad llegó a Cuba de la mano de su directora, como parte de la Muestra de cine español en La Habana y para inaugurar el Festival Internacional de Cine de Gibara desarrollado del 2 al 6 de agosto.
El intercambio con los espectadores de la Mayor de las Antillas supone otra oportunidad para Clara Roquet de comprobar el alcance universal de su obra y las temáticas que trata en una historia con varias reminiscencias autobiográficas de la autora. Este encuentro con Cuba representaba una curiosidad que finalmente ha saldado y no disimula su fascinación al estar en un lugar del que había recibido tantas referencias por otros compañeros de profesión, egresados de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños.
«Cuba es un gran final de viaje para esta película», asegura la joven cineasta, quien durante la víspera de este diálogo con Juventud Rebelde presentó su ópera prima para dejar inaugurada la Muestra de cine español en la sala de 23 y 12.
En la casa de verano de Costa Brava confluyen varios conflictos y tocar el tema de los privilegios resulta medular para la guionista y directora de la película. «Retratar esas familias que delegan el cuidado de sus mayores en otras personas es un tema que está ligado a la diferencia de clases, porque la gente con más privilegios puede transferir esos cuidados en personas que no tienen la misma situación y dependen de ese trabajo.
«En el caso de Europa, suelen ser mujeres migrantes las encargadas de esas tareas que implican estar 24 horas al servicio de alguien, sin mucha remuneración y en condiciones casi de esclavitud. Se trata de mujeres que en muchos casos dejan a sus hijos en sus países de origen para cuidar a otros por necesidad. Por otro lado, quería hablar especialmente del drama de los hijos que se quedan, cómo es crecer sin esas madres y cómo es el rencuentro, porque a pesar de que sigan siendo sus madres se ha perdido el vínculo y cuesta mucho recuperar el respeto, aunque sepan que los tuvieron que dejar por el tema económico, el trauma del abandono está ahí», explica la joven guionista.
Los inicios del proyecto se remontan a 2015, mientras Clara Roquet cursaba una beca en la Universidad de Columbia. «Entonces estaba escribiendo un guion que se titulaba Libertad sobre ese rencuentro de la niña de quince años con su madre, diez años después. Pero sentía que me estaba apropiando de un punto de vista que no era el mío, escribía alejada de mi realidad. Por otro lado, estaba desarrollando otro guion que era sobre mis veranos en familia en la Costa Brava: familias enormes que se juntaban para pasar el verano, también sobre el fin de la inocencia, una niña que entra en el mundo de los adultos, plagado de mentiras, donde las estructuras que la hacían sentir segura en su infancia ya no existen.
«Esa historia tampoco tenía establecido un conflicto muy claro. Entonces, un profesor me sugirió juntar ambas y encontré mi punto de vista, la visión privilegiada y la amistad casi imposible entre dos niñas que vienen de mundos diferentes, clases sociales distintas y la pregunta central de la película es hasta qué punto es posible la empatía y la conexión real entre gente que tienen posiciones sociales tan diferentes».
El resultado devino en un guion que la propia Clara Roquet decidió defender por primera vez desde la dirección, una prueba de fuego que la anima a trabajar en otras historias que le permitan repetir la experiencia. De momento, Libertad la hizo merecedora del Goya a la mejor dirección novel, quinta mujer consecutiva que gana el galardón en esta categoría de los premios que entrega anualmente la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España.
Originalidad y honestidad son dos características que esta experimentada guionista considera que no deben faltar a la hora de escribir una buena historia. «Para mí el cine más interesante debe poseer una visión muy clara, saber desde dónde se cuenta e intentar explorar el lenguaje al máximo de sus capacidades. El cine de autor, muchas veces por la limitación de presupuesto, nos da la posibilidad de introducirnos en universos pequeños y concretos, no exentos del interés por la complejidad de las relaciones humanas. Eso me atrae mucho».
El estreno mundial del primer largometraje de Clara Roquet tuvo lugar durante la Semana de la Crítica del Festival de Cannes (2021).
Para Clara, el cine latinoamericano tiene muchos puntos de contacto con sus intereses y es un referente en su obra que resulta ineludible, no solo porque haya trabajado en producciones en Argentina y México, o porque sea una seguidora de la obra de las argentinas Lucrecia Martel y Julia Solomonoff, así como del chileno Patricio Guzmán. «Hay algo en la forma de hacer cine en Latinoamérica que me atrapa profundamente. Esas producciones que son defendidas desde lo precario, lo íntimo, con esas ínfulas de resistencia, son un ejemplo para todos nosotros. Ustedes deben contar sus historias porque si no, nadie las va a contar.
«Me gusta el cine que tiene un claro componente social, que se preocupa por algún problema en el mundo y pone el foco donde a veces no ponemos la mirada y en eso, por ejemplo, el cine cubano es experto. Obras como las de Sara Gómez constituyen un referente para mí y Memorias del subdesarrollo (Tomás Gutiérrez Alea, 1968) me parece una obra maestra y creo que es de las mejores películas del cine latinoamericano», reflexiona la joven cineasta catalana, uno de los rostros sobresalientes de la más reciente revolución del cine español.
Clara Roquet pertenece a una joven generación de creadoras que ha tomado las riendas de sus historias, sus producciones y están contando desde sus perspectivas e inspirando a nuevas cineastas. Alcarrás, de Clara Simón; Cerdita, de Carlota Martínez Pereda, y anteriormente Las niñas (2020), de Pilar Palomero; La hija de un ladrón (2019), de Belén Funes, o Carmen y Lola (2018), de Arantxa Echevarría, engrosan una lista cada vez más extensa que junto a Libertad, dan fe de que hay un cine joven, feminista y comprometido con la realidad que se abre paso para contar otras historias desde la resistencia y novedosas visiones del mundo.