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Pueblo chico, artista grande

Las obras del artista plástico cubano Daniel Antón Morera se materializaron en instalaciones y performances en la recién finalizada edición 14 de la Bienal de La Habana

 

Con una suave timidez, el artista cienfueguero de la plástica, me cuenta sus inicios. Diría que no le gustan las entrevistas y que, a pesar de haber presentado un cúmulo de trabajos importantes, no se ve a sí mismo como una personalidad de la cultura. Daniel Antón Morera es sencillo y cortés. Aunque sus obras son mayormente surrealistas, su lenguaje verbal es directo, elocuente y sin abstracciones.

Entre las obras más notables del autor se encuentran: Clase de un vientre para una red de Houdinis, Cicatrices del Vacío, Vientre, Holocausto, La impotencia que me sostiene, Desencanto, El instante antes de… y Pijamada en la terminal.

La personalidad del artista conceptual tiene una extraña conjugación entre lo introvertido y lo osado. Increíblemente en su familia no hay nadie relacionado directamente con las artes. «No me gusta decirlo, pero siempre me he sentido artista, desde que comencé a razonar. Empecé a pintar desde muy pequeño por un impulso comunicativo.

«Mi primer contacto con el arte profesional fue en 2015, cuando ingresé a la Escuela Provincial de Arte Benny Moré en mi provincia natal. Después de graduarme en 2018, me uní como diseñador escenográfico al grupo de teatro La Fortaleza, del cual siempre había sido un fiel seguidor por su excelente trabajo experimental. Una de las obras en las que trabajé por ese tiempo junto a ellos fue Todos mis hermosos caballos, inspirada en la novela homónima de Cormac McCarthy. Fue una pieza bien interesante pues aludía a las ansias del ser de tomar sus propias riendas. Actualmente sigo en conexión con este grupo escenográfico y estamos trabajando en nuevos proyectos».

Morera se ha desempeñado tanto en la pintura paisajística, abstracta o surrealista, la escultura, la fotografía y el arte con objetos e instalaciones.

En el año 2021 ingresó al Instituto Superior de Arte de La Habana y en ese mismo espacio de tiempo presentó su obra Clase de un Vientre para una red de Houdinis al proyecto Disonancia, como parte de la XIV Bienal de La Habana.

—En tus inicios incursionaste en la pintura abstracta, pero ahora le dedicas más tiempo al arte conceptual. ¿Qué importancia le atribuyes a la pintura para tu desempeño actual?

—La pintura es como un medio para hacer transiciones, un ejercicio para refrescar. Cuando pinto me surgen ideas nuevas, que muchas veces materializo en piezas conceptuales.

«La escultura, mi especialidad, es otra de las cosas que adoro hacer y que me proporcionan muchos pensamientos novedosos. Mis personajes escultóricos de barro que sufren aberraciones en sus rostros, como es el caso de mi obra Desencanto, no son copias físicas, sino espirituales de la realidad. Yo pienso que en la vida el ser debe deformarse o destruirse a sí mismo para volverse a armar, para comenzar algo nuevo».

—¿Cómo funcionan las artes plásticas en conjunto con las artes visuales en la obra de Daniel Antón?

—Es una pregunta interesante porque la fotografía comenzó siendo un archivo de lo que tomaba de la realidad. Después me di cuenta de que tiene tanta importancia el proceso como el resultado de este. Y por eso presento en mis exposiciones instalaciones y fotografías de ellas. Están conectadas intrínsecamente.

«De la fotografía me interesa el Street Photography. Siempre he querido que mis fotografías sean casuales. Se tiene una intención de tomar determinada foto, pero si sale por accidente es mucho mejor porque es la parte donde hay un importante margen de error, y eso hace a la fotografía algo más humano».

—El pasado año obtuviste una mención por el tríptico fotográfico Pijamada en la terminal, durante la II Bienal de Artes Visuales Fayad Jamís, realizada en la provincia de Sancti Spíritus. ¿Qué quisiste reflejar en esta obra?

—Esta serie guarda mucha relación con el tiempo de confinamiento social que provocó la pandemia en Cuba. El tríptico fotográfico alude al sentimiento de espera para poder avanzar.

—Algunos autores plasman en su obra situaciones o sentimientos propios. Otros prefieren presentar la realidad de personas, de una sociedad, de un país… ¿Qué prefiere Daniel Antón Morera forjar en sus piezas de arte?

—Plasmar en la obra de un artista la situación de un país, personas de su comunidad… siempre estará por defecto. En la obra Clase de un Vientre para una red de Houdinis, no solo reflejo sentimientos íntimos, sino que es además fruto de una experiencia maternal. Expongo una relación de lazos afectivos que tengo con mi madre. En la pieza se muestran trampas de resina donde se encontraban moscas atrapadas. También Houdini fue un mago que siempre trató de escapar de las peceras con agua. La pieza va de eso, de las intenciones de salir del cascarón y de aventurarse, en contraposición con esta apariencia de embrión que muestran las esferas de resina.

Vientre estuvo expuesta en Cienfuegos como parte la XIII Bienal de La Habana, ¿qué significado le concedes a esta obra dentro de tu carrera artística?

—Fue la obra con la que me di a conocer. Es muy importante para mí pues fue una de las piezas con la que me gradué en Cienfuegos. Nací en un lugar bastante aislado, llamado la Ciudad Nuclear. Es un sitio con muchos edificios prefabricados y estructuras vacías, que tenían el fin de acoger a miles de trabajadores de la Central Nuclear que la antigua Unión Soviética iba a construir en ese espacio, hacia la década de los 80.

 «Este proyecto nunca se materializó pues en ese mismo lapso de tiempo se derrumbó el campo socialista. Vientre era una traducción de los espacios de donde vengo. En esta pieza se muestra un gran cojín, carente de relleno. Los cojines se asocian por su funcionalidad con objetos para apoyar el cuerpo, sin embargo, en mi obra se mostraban como algo inestable, vacío y carente de identidad.

 «Era la ironía de un objeto enorme que, como los almacenes de mi pueblo natal, ocupaban un gran espacio, pero no mantenían una esencia interior. Son sitios con una identidad condicionada por la misma carencia de identidad».

—¿Qué importancia les atribuyes a las redes sociales en la actualidad, como método para dar a conocer la obra de jóvenes artistas?

—El fenómeno del Net Art es muy utilizado por los artistas en la actualidad. La etapa de cuarentena, debido a la propagación de la COVID-19 en nuestro país, sirvió para que muchos jóvenes ahondaran sus conocimientos en cuanto a las Tecnologías de la Información y la Comunicación, y comenzaran su autopromoción. En mi caso las redes sociales son un registro de lo hecho durante mi vida, algo que puedo dentro de años ver y recordar.

 «En Cuba actualmente existen certámenes como Pos-it 7, auspiciado por el Fondo Cubano de Bienes Culturales, que desempeñan una indispensable función de cantera en la selección de obras de arte novedosas de las más recientes generaciones.

 «En 2020 me presenté a este evento de manera online con la obra Clase de un Vientre para una red de Houdinis. Se presentaron 101 obras de diversas técnicas, de las que escogieron 27, entre ellas mi instalación».

—¿Qué representa un premio, una mención, un reconocimiento para Daniel Morera?

—Un premio está bien, pues llega y te dice que todo lo que trabajaste no fue en vano. Pero para mí significa concluir una etapa, al día siguiente quiero hacer algo diferente.

—¿Tienes algún proyecto nuevo en mente?

—Estoy trabajando en una pieza que se titula Buffet. Es una instalación donde creo un modelo de hibridación de casas prefabricadas con búnkeres. Son como pequeñas cápsulas o células de una comunidad. La idea de la muestra es un gran escenario de cómplices que tienen el resentimiento del hermetismo en cada una de sus cuevas o madrigueras.

—Muchos autores dicen crear obras inspirados en otros artistas de su género; sin embargo, algunos pocos declaran lo autodidacta de sus creaciones, ¿de qué lado se encuentran tus producciones?

—Entre mis referentes artísticos tengo al artista conceptual mexicano Gabriel Orozco, la escultora colombiana Doris Salcedo, el artista plástico brasileño Cildo Meireles y Rebecca Horn, artista visual alemana.

«Pienso que siempre existe una influencia, pues somos hijos de una generación que está comunicando con nosotros, y esto se refleja en nuestras ideas y acciones. Nunca se es totalmente auténtico».

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